Nuevas imputaciones complican a Cifuentes la presidencia de Madrid

Paula de las Heras MADRID / COLPISA

ELECCIONES 2016

SUSANNA SÁEZ | EFE

Albert Rivera visitó a Rajoy y a Sánchez, que también se reunirán entre ellos

03 jun 2015 . Actualizado a las 12:27 h.

No se habían reunido nunca, pero las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo han convertido a Ciudadanos en un actor necesario y determinante para la gobernabilidad de muchas regiones y ayuntamientos y Albert Rivera ha empezado a mover sus fichas. El líder de la joven formación se reunió ayer de manera sucesiva con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con una cuestión clave de fondo: la Comunidad de Madrid.

Oficialmente, unos y otros aseguran que hablaron de cosas como «la situación política del país», Cataluña o la «regeneración política», y que quedaron, al menos Rivera y Sánchez, en que los pactos poselectorales se tratarán en el ámbito autonómico y municipal por los dirigentes implicados. Pero a nadie se le escapa que Madrid no es una comunidad autónoma más. Las cosas se le están poniendo más difíciles de lo que parecía al PP para mantener el Gobierno autonómico. La imputación de los consejeros Salvador Victoria y Lucía Figar llevó a Ciudadanos a advertir ayer a la candidata popular, Cristina Cifuentes, de que el asunto no le gusta y «complica cualquier acercamiento» para la investidura. Así que, aunque las conversaciones no están rotas, el PSOE sabe que ahora tiene la oportunidad de meter el dedo en la llaga y no la desaprovechará.

Ciudadanos tiene la llave para permitir que Pedro Sánchez se apunte una victoria de calado frente al PP, pero también frente a sus adversarios internos, que cuestionaron su decisión de destituir al secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, a cien días de las elecciones para hacer candidato al exministro Ángel Gabilondo. Por eso los socialistas, desde el líder de la gestora del PSM, Rafael Simancas, al portavoz parlamentario, Antonio Hernando, salieron en tromba para defender que sería inconcebible que quien que hace bandera del discurso de regeneración acabe apoyando al PP «de Esperanza Aguirre».

Cifuentes, ostensiblemente enemistada con la candidata a la alcaldía y aún presidenta de su partido en la región, fue la ganadora de las elecciones con 48 escaños. El PSOE tiene 37, Podemos 27 y Ciudadanos 17. La mayoría absoluta está en 65, de modo que el PP necesitaría el sí de la formación que preside Albert Rivera para gobernar, mientras que a Gabilondo le bastaría con su abstención siempre y cuando contara, claro, con el apoyo del partido de Pablo Iglesias.

La situación es endiablada para la candidata popular porque no está en su mano tomar ninguna decisión sobre los consejeros imputados y quien podría hacerlo, el presidente de la comunidad, Ignacio González, no tiene ningún interés en hacerle favores.

En todo caso, nada está escrito. Albert Rivera quiere jugar bien sus cartas para evitar que la imagen de partido ideológicamente neutro que trató de construir antes de las elecciones se evapore de la noche a la mañana con los pactos poselectorales, así que va con pies de plomo. Además, él y Pablo Iglesias se miran de reojo para encajar las piezas de un puzle que puede ser determinante de cara a las generales. Ambos han dejado claro que no entrarán en gobiernos que no presidan, pero encumbrar a según quien también es mojarse.

Aunque Pedro Sánchez ha descartado pactar con el PP, anoche anunció que en los próximos días se reunirá con Rajoy para decirle que «el cambio que tiene que hacer no es de personas, no es de ministros, sino de políticas».