El PP tendrá que renovarse de arriba abajo en solo seis meses

G. B. MADRID / LA VOZ

ELECCIONES 2016

SUSANA VERA | Reuters

El líder popular desaprovechó la oportunidad de regenerar el partido tras su gran triunfo del 2011

26 may 2015 . Actualizado a las 04:00 h.

Rajoy es Rajoy. Y, por eso, a pesar de lo visto y escuchado ayer, no está claro si ha entendido o no el mensaje clarísimo que le han enviado los votantes. Si es lo segundo, es decir si no acomete un cambio radical, -no de ideas, sino de formas, de discurso y de personas- no tiene nada que hacer y está condenado a perder las generales. Pero, si es lo primero, es decir, si escucha a esos dos millones y medio de votantes que le retiraron su apoyo en las municipales para intentar recuperarlos en las generales, se enfrenta a un reto mayúsculo. Cambiar de arriba abajo el partido en seis meses sin que parezca un ejercicio de travestismo político. Rajoy se enfrenta sin duda a su última oportunidad de hacer lo que debería haber hecho hace tiempo dando paso a una nueva generación de dirigentes con perfiles más frescos y limpios de cualquier sospecha de tolerancia con la corrupción.

Líderes de peso que tengan un discurso propio y no se limiten a hacerle el trabajo sucio y a decirle a todo sí señor sin aportar nada, como han hecho hasta ahora María Dolores de Cospedal, Carlos Floriano o Rafael Hernando, por ejemplo. En esa tarea puede ayudarle, sin embargo, el hecho de que algunas figuras del PP que remiten más directamente al pasado salieran el domingo calcinadas de las elecciones. El propio Rajoy es más pasado que futuro del PP. Pero, si se mantiene en su idea de volver a ser candidato en lugar de ceder el testigo a Alberto Núñez Feijoo, necesita al menos regenerar el partido y cortar de raíz comportamientos inaceptables por parte de algunos dirigentes, sean amigos o enemigos internos.

Si el PP aspira a algo, en la dirección debe haber personas con mayor capacidad de conectar con la calle, con los jóvenes, de manejarse con rigor en las redes sociales, de hacer un discurso autocrítico y sin ataduras con el pasado. En esta labor, Rajoy ha ido dando bandazos. Y así, tras amagar con una renovación generacional con el encumbramiento de Soraya Sáenz de Santamaría, la promoción de Alfonso Alonso o la creciente confianza en Feijoo, lo que alejaba al partido de la pesada herencia de lo más negativo de José María Aznar, reculó después, temeroso de perder el voto del sector más conservador del PP, y sacó de nuevo en procesión al expresidente del Gobierno, plegándose a escuchar en silencio y con una sonrisa sus continuos desplantes. Y patinó definitivamente al poner a Esperanza Aguirre como candidata en Madrid, algo que habría sido un error de cara a las generales incluso en el caso de que se hubiera convertido en alcaldesa.

Esa labor de limpieza y de cambio en las formas que Rajoy podría haber hecho con comodidad después de obtener en el 2011 el mayor triunfo en la historia del PP y siendo un líder indiscutido, le va a costar ahora mucho más, en caso de que sea capaz de hacerla, después de una sucesión de desastrosos resultados electorales en las europeas, las andaluzas y las municipales. Pero, o la lleva a cabo, o está acabado.