Pablo Iglesias, más cerca de ser vicepresidente ¿o habrá quinto no?

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

ELECCIONES 2020

Luca Piergiovanni

12 nov 2019 . Actualizado a las 13:48 h.

Camilo José Cela estará orgulloso allí donde se encuentre. Su célebre lema -«El que resiste gana»- tiene un heredero. Pablo Iglesias está mucho más cerca de ser vicepresidente de lo que nunca pudo pensar. Sus 35 diputados -a expensas de lo que pueda ocurrir con el voto emigrante- seguirán siendo determinantes para el futuro de Pedro Sánchez. 

El líder socialista amenazó al de Podemos con todo lo amenazable. Primero, Sánchez quiso convertirlo en único responsable del fracaso de las investiduras de julio y septiembre. Luego, azuzó a Íñigo Errejón para que se presentara para intentar minar el liderazgo entre la izquierda más radical de Iglesias e Irene Montero.

Pablo fue humillado en las negociaciones de julio con el PSOE. Fue obligado a renunciar a su sueño de sentarse en el Consejo de Ministros y Pedro Sánchez nos contó a los españoles sus problemas de insomnio ante la posibilidad de que miembros de Unidas Podemos gestionaran áreas de poder en su Gobierno.

Seis meses después, Iglesias llega a la mesa reforzado. Ha perdido siete diputados, pero su peso sigue siendo imprescindible. Fue el primero en hablar en la noche electoral y fijó sus límites: los artículos sociales de la Constitución. Y también reiteró su deseo de que cada fuerza «tenga la representación proporcional que le corresponde». O sea, la coalición, que ha sido su mantra durante toda la campaña. Ello supondría casi un tercio de los ministerios y alguna vicepresidencia.

A Sánchez el experimento de la repetición electoral le ha salido mucho peor que a Mariano Rajoy. Quizá porque muchos no entendieron su empeño en volver a las urnas cuando todas las sumas le eran favorables.

Al líder socialista le queda ahora una difícil labor de arquitectura política. Deberá pactar con al menos media docena de partidos para constituir un frente arco iris que le conceda los apoyos suficientes para imponerse a un centroderecha que ha ganado peso (152 escaños, tres más que en abril), pero que sigue muy lejos de los 176 escaños de la mayoría absoluta.

Pedro Sánchez no puede perder ni un minuto con especulaciones. El primer escollo a resolver será la alianza con Pablo Iglesias, al que ya no podrá amenazar con las siete plagas para forzar un apoyo a cambio de nada. Y, además de Unidas Podemos, le queda sumar a Más País y al partido de Revilla, a los que tiene ya convencidos. Y buscar otros 17 diputados de entre los del PNV, Junts, Esquerra, Bildu, el BNG o la CUP. Un auténtico mosaico de problemas para quien quiere negociar en solitario al precio que sea.

Quedaría una alternativa más sencilla: un acuerdo con el PP, los dos únicos partidos que podrían sumar mayoría absoluta. Pero ni los prejuicios de Sánchez ni la presión de un Vox lanzado hacen factible lo que sería de sentido común: una solución a la alemana que permitiera afrontar con garantías la crisis que ya llama a la puerta. El fantasma de las elecciones ya llama a la puerta otra vez.