La formación quiere acabar con las autonomías, el Senado y la ley de violencia machista

melchor saiz-pardo

Apenas ha pasado un año. Fue el 7 de octubre del 2018 en el palacio de Vistalegre de Madrid. Vox, que hasta entonces en unas elecciones generales solo había cosechado 46.781 votos en todo el país, presentó su programa electoral, sus Cien medidas para España viva. ¿Qué ponía en esas 25 páginas para que en 13 meses la fuerza de Santiago Abascal haya multiplicado por 77 sus apoyos en las urnas hasta alcanzar 3,6 millones de votantes?

Suprimir las autonomías o el Senado o limitar la inmigración son algunas de las propuestas de un programa electoral calificado de derechas pero que, sin embargo, es una versión dulcificada de las 500 ideas que contenía el programa de la vieja Vox que no arrasaba en las urnas.

Suprimida de un plumazo la naftalina, el programa de Vox que le ha aupado a ser la tercer fuerza política del país pone toda la carne en el asador en lo que la formación llama el epígrafe «España, unidad y soberanía». Ahí es donde Vox plasma la promesa de «suspensión de la autonomía catalana hasta la derrota sin paliativos del golpismo». O la propuesta, apoyada por el PP y Ciudadanos en la Asamblea de Madrid, de «ilegalizar los partidos, asociaciones y oenegés que persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación».

Además de dotar de «máxima protección» a los símbolos de la nación o de la lengua «española», Vox promete que, si alcanza el poder, antes de acabar con las autonomías, comenzará con la «devolución inmediata de competencias» de Educación, Sanidad, Seguridad y Justicia, amén de hacer desaparecer cuanto antes a los Mossos y la Ertzaintza.

«Nuestros héroes»

La «derogación inmediata» de la Ley de Memoria Histórica o la supresión del Concierto Económico Vasco y el Convenio Navarro, junto al plan integral para la difusión de «gestas y hazañas de nuestros héroes» son otras de las medidas del su apartado de «unidad de España», sin duda el más popular de su programa.

Vox ha obtenido 52 diputados con una ley electoral que es uno de sus mayores demonios y que ha prometido cambiar para hacerla más proporcional, hasta el punto de que ha garantizado a sus votantes trabajar para que los diputados sean «elegidos en distrito único nacional».

Menos conocido del ideario de los de Abascal es su obsesión por adelgazar la administración Vox, y esto es más conocido, aboga por cerrar el Senado, pero también pretende acabar con todas las televisiones autonómicas, defensores del pueblo, consejos consultivos o agencias meteorológicas. Y a nivel local, «fusionar» todos los ayuntamientos que sean posibles.

A la formación siempre se le cuelga la vitola de xenófoba. La piedra angular de su programa en inmigración descansa en dos promesas tan simples como imposibles de cumplir: «Deportación de los inmigrantes ilegales a sus países de origen» y levantar un «muro infranqueable» en Ceuta y Melilla. Además, Vox apuesta para terminar con el «efecto llamada» por «incapacitar de por vida» para recibir ayuda del Estado a los extranjeros que entren de forma irregular a España. La publicación de estadísticas oficiales sobre nacionalidades y delitos es otra de sus propuestas controvertidas pero poco conocida.

La confesión islámica ocupa un espacio destacado en la doctrina de Vox: cierre de mezquitas fundamentalistas, expulsión de los imanes que propaguen postulados radicales o exigencia del principio de reciprocidad en la apertura de lugares de culto.

Pero las medidas no se agotan ahí. Vox ha prometido una tarjeta sanitaria única, suprimir en la sanidad pública las intervenciones como cambio de género y aborto, eliminación del acceso gratuito a la sanidad para inmigrantes sin papeles, copago para todos los residentes legales que no tengan un mínimo de 10 años de permanencia en España, fin de subvenciones públicas a partidos políticos y sus fundaciones, eliminación del tribunal del jurado... 3,6 millones de personas han votado un programa, que la mayoría, es de suponer, desconoce.

Los votos conseguidos en la mitad sur de España auparon al partido de Abascal como tercera fuerza

Alfonso torices

Vox se transformó el domingo pasado en un auténtico partido nacional, con 52 escaños en el Congreso, más de tres millones y medio de votos, y representación en Parlamento obtenida en trece de las diecisiete comunidades autónomas del país. Sin embargo, sus bastiones, los territorios que convirtieron de golpe a la formación de Santiago Abascal -un partido que logró su primer cargo institucional hace solo once meses en los comicios andaluces- en la tercera fuerza política nacional están prácticamente todos ubicados en la mitad sur de España.

Hasta once provincias de Andalucía, Levante y Castilla-La Mancha, junto a la ciudad autónoma de Ceuta, le dieron un apoyo a Vox igual o superior al 20 % de los votos emitidos, lo que supone que allí, como mínimo, recibió cinco puntos porcentuales por encima de la media de todo el país.

La formación de derechas consiguió escaños por 30 de las 52 provincias españolas, pero las dos únicas en las que triunfó fueron Ceuta, con un 35,2% -20 puntos por encima de la media-, y la Región de Murcia, con un 28 %, donde fue la primera vez que ganaba un partido distinto de PP y PSOE desde la victoria de UCD en 1977.

La sigla de Abascal también superó el 20 % de los votos en cuatro provincias andaluzas, con Almería y su 26,8 % a la cabeza, y lo igualó en una quinta, Jaén. Sus otros tres feudos son Cádiz, Huelva y Granada. El resultado en esta autonomía fue tan bueno que se puede decir que quedaron empatados en el segundo lugar con el PP, que solo les supero por apenas 7.000 papeletas.

El norte, esquivo

Los otros territorios españoles que dieron los mayores respaldos a Vox fueron Alicante, con un 19,7 % de los votos, y cuatro de las cinco provincias de Castilla-La Mancha (Guadalajara, Toledo, Ciudad Real y Albacete), todas ellas con más del 20 % de los sufragios El territorio Vox, donde este partido fue tercera fuerza con claridad, se completa con Castilla-León, donde sacó diputado en cinco de las ocho provincias; la Comunidad Valenciana, con un apoyo del 18,5 %; y la Comunidad de Madrid, con otro 18,4 %. En Madrid, dado el gran volumen de población, logró uno de cada seis votos que recibió. Madrid más Andalucía y Valencia le dieron a Abascal el 55% de los sufragios.

La formación de Abascal fue el partido más beneficiado por el hundimiento de Ciudadanos, que, además de un importante trasvase de votos, le convirtió en tercera fuerza política en muchas provincias, lo que le metió de lleno en el reparto de los últimos escaños en juego. El resultado de este vuelco es que las siglas de Abascal le arrebataron a los liberales de Albert Rivera hasta 28 de los 47 escaños en el Congreso que se dejó el domingo pasado, seis de cada diez pérdidas.

Las únicas autonomías donde Vox no logró representación fueron el País Vasco -su mínimo apoyo, un 2,43%-, Navarra y Galicia. En Cataluña logró conseguir dos actas en Barcelona.