Feijoo, dispuesto a concentrarse en Galicia

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ELECCIONES 2020

MITIN PP ALBERTO NUÑEZ FEIJOO EN A POBRA Y RIBEIRA
CARMELA QUEIJEIRO

Ignorará las directrices y acuerdos a los que llegue Génova y acentuará su perfil más galleguista de cara a las autonómicas

03 jun 2019 . Actualizado a las 11:32 h.

Alberto Núñez Feijoo lleva presidiendo Galicia ininterrumpidamente desde el año 2009. En estos diez años, a pesar de que acabó convirtiéndose en el único presidente autonómico de los populares que gobernaba con mayoría absoluta, apenas se ha inmiscuido en la vida interna del partido a nivel nacional, ni ha tratado de influir en la elección de cargos para los órganos de dirección. Ni siquiera entró en las batallas para ganar cuotas de poder en Madrid. Pactó casi siempre con Mariano Rajoy los nombres de los miembros del PPdeG que debían estar en los órganos de Génova, y hasta dejó en manos del expresidente popular el nombre del representante del PPdeG en Europa con puesto asegurado, que desde el año 2004 es, y seguirá siéndolo en este siguiente mandato, Francisco Millán Mon, cuñado de Rajoy.

A pesar de este aparente desinterés por todo aquello que no fuera estrictamente la política gallega, desde el minuto uno de la presidencia de Feijoo se ha especulado con su salto a Madrid y se le ha situado siempre como aspirante a liderar el partido. Su renuncia a dar el paso en el 2018, cuando tenía en su mano ser designado casi por aclamación, pareció acallar esas especulaciones. Pero su sino parece ser el de que, gobierne quien gobierne el partido, las miradas se vuelvan hacia él como sustituto. Pese a que Casado se salvó por la campana, con la posibilidad de hacerse con la alcaldía y la Comunidad de Madrid, las aguas bajan turbulentas en el PP y no pocos esperan el próximo tropezón del nuevo líder para retornar a la cantinela de que hay que poner a Feijoo en Madrid.

No es ningún secreto que al presidente gallego no le agrada lo que está haciendo Casado. Pero sus planes, lejos de mirar a Madrid, pasan más bien por huir de las batallas internas de Génova y centrarse cada vez más en marcar su perfil propio en Galicia. El pasado enero, cuando no se habían celebrado las generales ni las municipales y las autonómicas, escribí aquí que Feijoo se calaba la boina y dejaba el birrete. El primer aviso fue la exigencia de que Galicia reciba el mismo trato que Cataluña y País Vasco y disfrute del mismo nivel de autogobierno. Ese giro galleguista se acentúa ahora con lo que está ocurriendo con el PP, en el nivel más bajo de apoyo de su historia. Feijoo levantó la voz solo para marcar la línea roja que supondría que se eligiera a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria. Pero ahí acabó su intervención sobre el futuro del PP nacional. Con las autonómicas gallegas en el 2020, lo que vamos a ver es a un Feijoo cada vez más alejado de las cuitas del partido en Madrid, marcando discurso propio y desentendiéndose de los pactos con Ciudadanos, y muy especialmente con Vox, a los que puedan llegar los populares en otros territorios. La frenética frecuencia reciente de las visitas de Casado a Galicia va a disminuir, y no precisamente por falta de ganas del líder nacional de mostrarse junto al barón gallego. Feijoo se prepara para encapsularse en Galicia. La batalla de las autonómicas la va a afrontar en solitario. Y sin descartar en este momento optar a un cuarto mandato que sería histórico.

Quiniela para las carteras que ocuparán Iglesias y Montero

El mensaje de Pablo Iglesias en torno a la necesidad imperiosa de que España sea gobernada por un Ejecutivo de coalición empieza a resultar patético una vez comprobada la extrema debilidad de su partido, sumado al hecho de que esa coalición tampoco dispondría de mayoría suficiente. Informaciones no desmentidas aseguran que Iglesias pidió a Pedro Sánchez en su última reunión un ministerio para él y otro para su pareja, Irene Montero. Una posibilidad que reflejaría el extremo caudillismo de los dueños del chalé de Galapagar. Aunque parece improbable, las quinielas dentro y fuera de Podemos se centran ahora en qué carteras podría ocupar la pareja, sin ser ninguna un ministerio de Estado.

Los dos retos de Rivera que suponen un amargo cáliz

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, ha fracasado ya cinco veces en su intento de dar el sorpasso al PP. La situación vuelve a colocarle en el papel, del que cada vez parece estar más cansado, de limitarse a ser una bisagra que hace y deshace gobiernos. Su situación es especialmente complicada ahora, porque tiene dos retos por delante que ponen a prueba su discurso. El primero es impedir que el Gobierno de España dependa de los independentistas; está en su mano si se abstiene en la investidura. Y el segundo, lograr que la alcaldía de Barcelona no caiga en manos secesionistas, tal y como plantea Manuel Valls. Si al final Rivera no impide ni una cosa ni la otra, su discurso nacional empezará a desmoronarse.

Navarra, un adelanto de los planes de Sánchez en Madrid

Navarra se ha convertido en un experimento o un globo sonda de lo que pueden ser las intenciones de Pedro Sánchez de cara a su investidura. El PSOE está dispuesto a impedir que la Comunidad Foral sea gobernada por Navarra Suma, coalición entre Unión del Pueblo Navarro, PP y Ciudadanos, a la que le bastaría la abstención socialista. Y se dispone a forjar un pacto con Geroa Bai, la marca del PNV en Navarra, con apoyo de Podemos y de Izquierda Unida, pero que depende de que EH Bildu lo permita con su abstención. Si ese acuerdo indirecto con la formación aberzale se normaliza, todo indicaría que Sánchez estaría dispuesto a ser investido en Madrid con la abstención de los de Arnaldo Otegi.