Ferreiro, Noriega y Suárez gestionaron mal y solo para los suyos, sin entender que los iba a juzgar toda la ciudadanía. Su falta de respeto a otras instituciones terminaron por hacerles naufragar

susana luaña

Los candidatos de las mareas gallegas conquistaron hace cuatro años las alcaldías de A Coruña, Santiago y Ferrol subidos a la ola del 15M y con los vientos a favor de Podemos. Las razones por las que no fueron capaces de rentabilizar ese éxito son varias, pero todas ellas tienen que ver con la incapacidad de Xulio Ferreiro, Martiño Noriega y Jorge Suárez de transformar en gestión el apoyo que entonces les prestó la ciudadanía. Su futuro, tras el varapalo del 26M, es una incógnita. 

Estas son las claves de su pérdida de poder:  

¿Gobernaron para todos?

No. Los tres regidores entendieron que se debían a quien ellos interpretaron que compartían su ideología, olvidando a otros sectores de la población -empresarios, comerciantes, hosteleros y trabajadores- que al margen de que les hayan dado o no su apoyo hace cuatro años, podrían haberlo hecho ahora de aprobar su gestión.

¿Antepusieron la ideología a la gestión?

Sí. Sus posicionamientos sobre Cataluña, las cuestiones internas de En Marea, la monarquía, las secuelas del franquismo o el llamado régimen del 78 estuvieron a menudo encima de las mesas de sus alcaldías por encima de problemas tan reales para los ciudadanos como el estado de las calles, la movilidad urbana, la creación de empleo o la optimización de la administración local.

¿Lograron sus objetivos?

No. La pérdida de apoyos, entre otras cuestiones, tiene que ver con la frustración de las expectativas. Los alcaldes no cumplieron sus promesas. La recuperación de los servicios públicos se quedó en un mero intento, la atención a los más necesitados no avanzó, los problemas de movilidad en las ciudades no se solucionaron, no se creó empleo, no se solventaron asuntos enquistados que ellos mismos pusieron como bandera ni agilizaron las administraciones locales para hacerlas más cercanas al ciudadano, como habían prometido.

 ¿Respetaron la institucionalidad?

No. Con el argumento de que representaban a instituciones laicas dejaron de lado tradiciones que van mucho más allá de las creencias religiosas. Los adornos navideños, la Traslación del Apóstol en Santiago, las fiestas del Rosario en A Coruña y la Semana Santa de Ferrol, por ejemplo, que no solo son manifestaciones culturales que identifican a las ciudades sino que tienen una incidencia directa en la economía y el turismo. De hecho, los tres tuvieron que rectificar ante estas expresiones populares, pero tarde. El polo opuesto, el regidor de Cádiz, que en cambio ha ganado con mayoría.

 ¿Supieron comunicar?

Los tres alcaldes -sobre todo Noriega- crearon canales propios para comunicarse con la ciudadanía, sin darse cuenta de que a través de redes sociales solo llegaban a los suyos y no a la totalidad de la población que los iba a examinar en las urnas.

Lo que pasó el 26M

 

Las confluencias fracasan en toda España, y Podemos pierde sus bastiones

La ruptura entre Podemos y los alcaldes del cambio en Galicia fue el primer síntoma previo a la campaña de que las cosas pintaban feas para la formación morada. Una sensación que los resultados electorales confirmaron porque Podemos perdió su influencia en las ciudades que enarboló como bastión en estos cuatro años.

En el caso de Zaragoza, fue la división interna la que llevó a IU a presentar una candidatura al margen de la de Podemos. La socia más fiel de Pablo Iglesias, Ada Colau, también cedió la alcaldía de Barcelona a ERC por un escaso margen, y en Madrid, la rivalidad entre Iglesias y Errejón desencadenó la pérdida de la alcaldía en la capital e impidió el asalto a la comunidad. Lejos de entonar el mea culpa, Juan Carlos Monedero publicó un tuit muy duro contra Errejón, al que culpó del descalabro sin tener en cuenta que Más Madrid obtuvo muchos más votos que Podemos.

En realidad, las dos únicas ciudades del cambio que sobrevivieron a la debacle fueron las que pusieron hace tiempo tierra de por medio con la dirección de Podemos. Es el caso de Compromís, en Valencia, y de Adelante Cádiz, con José María González, Kichi, cerca de la absoluta.

En Galicia, en aquellos ayuntamientos en los que Podemos se presentó en solitario, al margen de las confluencias, tampoco obtuvo buenos resultados; solo salvó los muebles en Ames, aunque con una importante pérdida de apoyos, y en Vilagarcía, con un edil.

En el ámbito autonómico, a Podemos solo le quedan 36 diputados de los 70 que tenía en las comunidades que renovaron sus gobiernos.