La lucha por el espacio libre, público y verde continúa

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

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Parque de Belvís, en Santiago
Parque de Belvís, en Santiago BORJA BATALLA

Los parques ya no se conciben como elementos aislados, sino conectados por pasillos blandos

22 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

A mediados del siglo XIX, Nueva York ya era una gran ciudad y, para huir del bullicio urbano, sus habitantes solo tenían la opción de los cementerios, pues en aquella metrópoli naciente apenas existían los espacios públicos. Fue entonces cuando las autoridades se dieron cuenta de que era necesario un espacio abierto y verde similar al parque de Bolonia, en París, o a Hyde Park, en Londres. Y así surgió la idea de Central Park, una verdadera gesta urbanística, pues hubo incluso que transportar tierra fértil desde la vecina Nueva Jersey, pues el emplazamiento original estaba lleno de ciénagas y rocas. Así surgió el primer parque público de Estados Unidos, actualmente visitado por millones de personas cada año. Un bosque artificial que imitaba la idea bucólica de la naturaleza de los grandes bosques caducifolios de Nueva Inglaterra.

La idea del espacio verde y público está por tanto íntimamente relacionado con la ciudad moderna y el nuevo urbanismo. En una isla como Manhattan, con el espacio muy limitado, se decidió limitar la fiebre edificatoria y crear un gran espacio abierto «que sirviera de antídoto al confinamiento urbano», explica el arquitecto Ángel Martínez García-Posada en sus interesantes reflexiones sobre el parque neoyorquino.

Lo cierto es que, aunque el interés por crear zonas verdes y de ocio aparece muy pronto en las sociedades urbanas, la mayoría de las ciudades españolas no llega al umbral recomendado por la Organización Mundial de la Salud, que son entre 10 y 15 metros cuadrados por habitante. Aunque todo es muy relativo. El Ministerio de Fomento, en una de sus guías de la Agenda 2030, avisa de que los parques hay que estudiarlos en base a la sostenibilidad. Así, en zonas muy secas, los espacios que necesitan mucho riego no se consideran sostenibles.

La concepción del espacio verde también ha evolucionado. Cada vez es más habitual encontrar zonas en las grandes ciudades destinadas a la huerta, pequeñas porciones de tierra fértil destinadas a familias urbanitas que desean cultivar, no tanto para autoconsumo de subsistencia, sino como pasatiempo instructivo y saludable. Ya hay ciudades que compaginan el parque clásico con el huerto urbano, y parece que es una predisposición que irá a más.

Pero la tendencia que ya está empezando a dominar en el urbanismo actual es el de conectar los parques «mediante pasillos verdes que den continuidad a estos espacios», explica Carlos Nárdiz, experto en urbanismo y ordenación del territorio e ingeniero de Caminos de la Universidade de A Coruña. «Ya no se concibe el parque como un elemento aislado, sino que se busca su interconexión, incluso con los espacios naturales de las áreas metropolitanas».

Para Nárdiz, las ciudades del futuro deben ser «inteligentes, sostenibles y verdes», y la naturaleza aparece «como un elemento central del urbanismo, hasta el punto de que se plantea que conquiste las fachadas de los edificios», explica el profesor de la Escuela de Ingenieros de Caminos de A Coruña. Este experto cree que las nuevas ciudades deberán seguir en la senda «de la reconquista del espacio público para sus ciudadanos».