Casado reivindica ahora el centro político

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado MADRID / LA VOZ

ELECCIONES 2020

SUSANA Vera | reuters

El líder del PP toma nota de la advertencia de Feijoo y por primera vez desde su llegada al poder se refiere a Vox como «extrema derecha». Continuará al frente del partido al menos hasta el 26M

01 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue una operación orquestada por los barones territoriales, pero no para acabar con Pablo Casado, sino para abrirle los ojos. Cegado por su círculo más íntimo, trataron de hacerle ver que la acusada derechización que emprendió desde que agarró las riendas del PP no puede conducir a buen puerto. Y vista la comparecencia del presidente popular de ayer a la conclusión del comité ejecutivo, parece que resultó todo un éxito. Tan solo 48 horas después de que se consumase la catástrofe electoral en las generales, Casado admitió ayer que probablemente se le fuese la mano al intentar recuperar a los votantes fugados a Vox. «Hemos tomado nota del mensaje que nos mandan los electores. Vamos a recuperar nuestro espacio electoral de inmediato. Salimos a por todas», dijo en su intervención de ayer a la conclusión de una reunión en la que no mostró ni la más mínima intención de dimitir tras haber perdido más de dos millones y medio de votos. De momento parece tener garantizado el cargo hasta el 26 de mayo.

El problema es que Casado se ha percatado tarde, y entre tanto le han volado 71 de los 137 escaños que heredó de Rajoy en el Congreso y ha perdido la mayoría absoluta en el Senado.

Dentro de esta operación perfectamente coordinada entre Santiago, Vitoria y Sevilla, jugaron un papel relevante Feijoo, Alfonso Alonso y Moreno Bonilla, tres de los líderes territoriales que cuentan con el cartel de la moderación dentro del PP. El presidente de la Xunta fue el encargado de marcar la línea a seguir. Comenzó a hacerlo ya el domingo durante su valoración de los resultados, con una llamada a no desatender el centro político. Ayer no pudo desplazarse a Madrid debido a sus obligaciones en el Parlamento autonómico, pero no le hizo falta cruzar Pedrafita para seguir marcando la pauta. A su llegada a O Hórreo, reclamó el «ensanchamiento» del caladero de votos de los populares.

El discurso más aplaudido

Alfonso Alonso sí acudió al número 13 de la calle Génova. Fue uno de los primeros en tomar la palabra tras el discurso de Casado. La intervención es cerrada, solo para los asistentes, pero fuentes a las que ha tenido acceso este periódico confirman que realizó una crítica constructiva en la línea del presidente gallego. La sala rompió en aplausos.

El último en hablar fue Moreno Bonilla. El presidente de la Junta de Andalucía tenía especial interés en acudir al sanedrín, por lo que adelantó al máximo su agenda oficial y, gracias al AVE, logró llegar sobre la campana. En la misma puerta de la sede del partido disparó: «Nunca uno puede mover del centro una de las piernas, porque es donde está la mayoría. Eso tenemos que buscar: sintonizar con la mayoría de los españoles», dijo. No obstante, defendió la continuidad de Casado: «Tiene que seguir». Feijoo, Alonso y Moreno Bonilla fueron los actores principales, pero también hubo un importante número de secundarios, como el castellanoleonés Mañueco o el catalán Fernández Díaz, que celebraron el ejercicio de autocrítica realizado ayer en Génova.

Prueba de que Casado había tomado buena nota de que su rumbo ideológico no era el más adecuado fue que por primera vez se refirió a Vox como un partido de «extrema derecha», una etiqueta prohibida hasta hace tan solo dos días en el manual de comunicación de Génova y por la que incluso llegó a amonestar en su día a alguno de los cargos más moderados de su partido cuando la emplearon. Primero lo hizo en privado ante el comité ejecutivo, pero a la media hora lo repitió delante del micrófono.

«Es falso que en España haya tres derechas. Era un tópico. En España solo hay un partido de centroderecha (PP), hay otro partido de extrema derecha, que es Vox, y otro socialdemócrata disfrazado de liberal, que es Ciudadanos», dijo. ¿Qué ha cambiado en estos dos días para que Casado abandere un calificativo que hasta hace poco censuraba (el pasado viernes incluso le ofreció ministerios a Santiago Abascal)?

Pues fundamentalmente se explica por la fuga de más de dos millones y medio de votos y la insistencia de determinados líderes territoriales. ¿Y cómo trató de justificar este cambio tan repentino? Casado marcó el punto de inflexión en la misma noche electoral, al censurar que en la sede de Vox celebrasen una gran fiesta cuando Sánchez iba a permanecer en la Moncloa.

La ceguera en campaña

Aquí entonó un pequeño mea culpa. «No supimos ver que [en la campaña] nosotros solo estábamos dirigiéndonos a Sánchez, sin darnos cuenta de que el adversario de Vox y de Cs era el PP. De forma hipócrita decía que quería gobernar con nosotros. Lo único que querían era intentar sorpasarnos», dijo por el primero. Sobre Vox, «ha quedado claro que no le importaba la gobernabilidad y que su programa se ha deslizado a ese populismo de derechas: ahora en las europeas va a tener que retratarse», advirtió, adelantándose a los pactos a los que pueda llegar Abascal en Bruselas y sugiriendo que sus compañeros de viaje no serán otros que la AfD alemana, las Le Pen o los Salvini.

La autocrítica se limitó a estas palabras, aunque también afloró con el relevo de Maroto como responsable de campaña y el nombramiento de Tejerina y Gamarra para liderar la del 26M, fecha hasta la que está garantizada la paz en el partido. A nadie le interesa lo contrario.