Y es que la fortaleza histórica del PP, que le hacía defender a capa y espada el sistema, es ahora su talón de Aquiles y por eso su llamada constante a agrupar los votos de derechas.
«Cuando llega el momento de hacer las reformas en el sistema electoral, los partidos, sin embargo, no se ponen de acuerdo», recuerda el profesor Ángel Rivero.
Reformas hay muchas, pero las que interesan a unos, desagradan a otros.
Se podría optar por una circunscripción única como en las elecciones europeas que favorecen un reparto más proporcional de los escaños o, si se quiere favorecer la gobernabilidad, aplicar, como en Grecia, una prima adicional de un sexto de los diputados del Parlamento al partido ganador en los comicios. Rivero rechaza esa reforma «a la griega» y destaca el relativo buen funcionamiento del sistema español tras cuarenta años de democracia.
Es de la misma opinión Manuel Herrera, de la Universidad Internacional de La Rioja, que defiende el actual modelo electoral y el sistema D'Hondt porque busca garantizar mayorías suficientes en contraposición con el sistema de la II República, que dificultaba esas mayorías.
«Si nos vamos a la actualidad, comprobamos que han aflorado nuevos partidos y que se ha roto el bipartidismo imperfecto que había antes. Esta norma ha permitido que entren en el Congreso con fuerza y, si bien es cierto que ha posibilitado una presencia abultada de los nacionalismos, el modelo ha funcionado», recalca.
Herrera tampoco comparte las críticas al sistema y cree que sería mejor que los partidos, por ejemplo, concurrieran a las elecciones en coaliciones y los ciudadanos pudieran saber de antemano qué alianzas y pactos de Gobierno hay en el horizonte.
«Quizá quepa abogar por esto, porque los partidos se coaliguen y que los ciudadanos sepan», reconoce.