Pablo Casado, el chico de oro que iba a renovar el PP y acabó viajando al pasado

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Pablo Casado
Pablo Casado Juan Carlos Hidalgo | EFE

Estar en el lugar adecuado en el momento oportuno ha sido siempre la gran habilidad del nuevo líder popular

12 abr 2019 . Actualizado a las 08:58 h.

«Si alguna vez me tiene que renovar alguien, que me renueve Casado, que es un tipo estupendo». Así se refería José María Aznar en el año 2015 a Pablo Casado (Palencia, 1981), considerado ya entonces como el golden boy del PP. Pocos, incluido Aznar, imaginaban entonces que solo tres años después de aquello el que fue su jefe de gabinete en la Fundación FAES estaría ya a los mandos de Génova. Y no precisamente para renovarle. Pero estar en el lugar adecuado en el momento oportuno ha sido siempre la gran habilidad del nuevo líder popular. Solo así se explica que un aznarista puro como él, que fue además un protegido de Esperanza Aguirre, acabara siendo designado en el 2015 por Rajoy, enemigo acérrimo de sus dos mentores, como vicesecretario de comunicación. Allí se fajó en la ingrata tarea de dar la cara por el partido cuando nadie quería hacerlo, en medio del estallido de los casos de corrupción del PP. Demostrando descaro, dotes comunicativas y simpatía personal, salió vivo y catapultado de aquella prueba en la que otros se habrían abrasado. Esa misma habilidad, unida a unas altas dosis de audacia, le llevó a presentar su candidatura tras la espantada de Rajoy tendiendo claro que en unas primarias los que son identificados como el viejo aparato llevan siempre las de perder.

Hijo de un reconocido oftalmólogo de Palencia, licenciado en derecho y con un polémico máster por la Rey Juan Carlos, Casado es un liberal a ultranza que tiene al Nobel Friedrich Hayek como economista de cabecera. Desde su etapa al frente de Nuevas Generaciones se empeñó en demostrar que ser del PP no significa ser aburrido ni facha. Pero su pretendida modernidad choca con un pensamiento muy conservador, que considera mayo del 68 como uno de los episodios «más perniciosos de Europa occidental». Marcado por la experiencia de tener un hijo que salió adelante tras nacer con solo 25 semanas, es también contrario al aborto. En lo personal, resulta la antítesis de sus dos predecesores. Si Aznar era un castellano seco y deliberadamente antipático y Rajoy se ocultaba bajo incontables capas de socarronería, Casado tiene ansia por caer bien, mantiene siempre la sonrisa, venga o no cuento, y posee una acusada incontinencia verbal que lo lleva a cometer errores, fruto de la improvisación y el exceso de confianza. Llegó presentándose como un renovador, pero lo que ha hecho es viajar al pasado, reivindicando el aznarismo. Entre disputarle el centro a Ciudadanos o pugnar con Vox por el voto de la derecha más extrema, optó por lo segundo. Está por ver si esa arriesgada apuesta hace que la singladura del chico de oro acabe o no en naufragio.