En una de sus escasas apariciones recientes, admitió que no sabía responder a la mayoría de las cuestiones que le planteaban o que no tenía posición sobre temas económicos polémicos. Y salió del paso diciendo que él tiene «a España en el corazón, no en la cabeza». Su estrategia se basa también en no quemarse en una campaña electoral que se va a hacer muy larga y en limitar su presencia a momentos clave e icónicos con mensajes simples y directos.
Abascal es consciente de que él no es un líder populista al uso, sino más bien un candidato mediocre que aprovecha una coyuntura favorable. Abascal no es Trump. No puede presentar el aval de su éxito en la empresa privada porque nunca trabajó en ella. No es Pablo Iglesias, ni Marine Le Pen, ni Matteo Salvini, porque no tiene el carisma de ninguno de ellos. Su imagen es la un tipo duro al que le gustan más los zascas al rival a través de las redes que exponerse a improvisar o plantear sus propias propuestas en público. De ahí que haya preferido explicar su pensamiento en una larga entrevista con el escritor Fernando Sánchez Dragó, que será publicada en forma de libro de 352 páginas y que va a presentar el 2 de abril.