Pablo Iglesias, de derrota en derrota hasta la victoria final sin asumir culpas

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ELECCIONES 2020

Pablo Iglesias, entre Ada Colau y Alberto Garzón, en un mitin celebrado en Barcelona a una semana del 26M
Pablo Iglesias, entre Ada Colau y Alberto Garzón, en un mitin celebrado en Barcelona a una semana del 26M Alejandro García | Efe

El líder de Unidas Podemos insiste en poner el acento en su entrada en el Gobierno de Pedro Sánchez pese al descalabro al que su estrategia ha conducido a la formación morada

28 may 2019 . Actualizado a las 11:18 h.

De derrota en derrota hasta la victoria final. Ese parece ser el lema de Pablo Iglesias, incapaz de asumir responsabilidad alguna en la imparable pérdida de apoyos de Podemos desde su fulgurante eclosión en las generales del 2015 con 69 diputados. Antes, en las europeas del 2014, había dado la gran sorpresa al obtener un 7,96 % de los votos y unos inesperados cinco escaños que le convertían en cuarta fuerza. Cinco años después, y a pesar de haber ido agregando por el camino decenas de siglas, entre ellas la absorción total de Izquierda Unida, Unidas Podemos solo ha conseguido sumar un escaño, quedándose en seis eurodiputados y un 10,05 % de los votos.

Por el camino, Iglesias ha ido desaprovechando todas las oportunidades que se le presentaron para pasar de ser el líder de una fuerza radical nacida al calor del descontento generado por la crisis a convertirse en un líder capaz de asumir la responsabilidad de ejercer la gestión política.

En el 2015, fue él quien impuso la estrategia de boicotear cualquier acuerdo con el PSOE al protagonizar, tras visitar al rey en la Zarzuela, una rueda de prensa en el Congreso exigiendo para él la vicepresidencia del Gobierno, además del control del Centro de Investigaciones Sociológicas, el Centro Nacional de Inteligencia, el BOE, la Secretaría de Estado de Comunicación, la presidencia de la Comisión de secretarios y un «Ministerio de la plurinacionalidad» para su socio catalán Xavier Domènech. Semejante planteamiento condujo a una repetición de las elecciones en las que, contra el criterio de muchos en su partido, impuso la fusión con IU, creyendo que así se produciría el sorpasso al PSOE. El resultado fue el contrario. Entre Podemos e IU sumaron menos votos y los mismos 71 escaños que tenían por separado. El PP salió reforzado y Rajoy se convirtió en presidente. A partir de ahí, Iglesias realizó una purga de cualquier disidencia interna que supuso la defenestración o la fuga de todos los fundadores de Podemos, desde Carolina Bescansa a Luis Alegre pasando por Íñigo Errejón y todos sus colaboradores. Y su intransigencia rompió también casi todas las confluencias autonómicas que había logrado forjar, con excepción de la de Cataluña, en donde Iglesias se rindió otorgando todo el poder a los comunes de Ada Colau.

Escaso poder frente a Sánchez

En el haber de su deriva personal, forzó la designación como número dos de su pareja, Irene Montero. La compra entre ambos de un lujoso chalé en Galapagar, humillando a las bases al obligarlas a apoyar la operación en un referendo bajo amenaza de dimisión, hizo el resto para convertir a Podemos en lo que es hoy. De los 5,2 millones de votos de las generales del 2015 ha pasado a tener 2,2 en las europeas del domingo. Unos resultados que reducen al mínimo su poder para poner condiciones a su apoyo a la investidura de Sánchez. Pero nada de eso parece influir en Iglesias, que insiste en poner el acento en la necesidad de que él sea ministro. «Es de sentido común», decía pocos días antes de su último batacazo, porque «todo el mundo» valora el trabajo que ha hecho. Lo cierto es que no todo el mundo lo valora por igual. En Galapagar, sin ir más lejos, donde Pablo e Irene han fijado su residencia, sus vecinos relegaron el pasado domingo a Podemos a ser la quinta fuerza, con solo dos ediles, viéndose superada por PP, PSOE, Cs y hasta por Vox, que logró tres actas.

Su intransigencia y las purgas internas han dilapidado en cinco años todo el crédito acumulado. En Galapagar, donde residen Iglesias y Montero, Podemos es quinta fuerza y superada por Vox.