
Si bien no hay datos oficiales en Galicia, las estimaciones sitúan la prevalencia del autismo en torno al 1 % de la población. Países como Portugal, Inglaterra o EE.UU., en los que sí se realizan estudios estadísticos sobre la incidencia del TEA, revelan un crecimiento notable del diagnóstico de autismo en los últimos años. Así, en Portugal, según el Instituto Superior de Salud, aproximadamente 1 de cada 77 niños de 7 a 9 años presenta autismo; en Inglaterra se identifica una tasa de prevalencia en niños del 1,76 % y en Estados Unidos la tasa de TEA en niños de 8 años pasó del 0,66 % en el año 2000 al 2,77 % en el 2020. En el curso actual, Galicia cuenta con más de 410.000 alumnos escolarizados en enseñanzas regladas no universitarias. Estas cifras y la realidad en las aulas evidencian la oportunidad de repensar la respuesta educativa ante el autismo, apoyándose en experiencias positivas que ya están mostrando beneficios tanto para este alumnado como para sus familias y el personal docente. A saber:
El diseño y puesta en práctica de un Plan Individualizado de Intervención Educativa para cada estudiante con autismo, desarrollado conjuntamente por el tutor y los especialistas, lo que permite una atención personalizada y la incorporación de los ajustes necesarios de manera continua, sin esperar a las evaluaciones trimestrales.
Una atención educativa especializada, tanto en centros ordinarios con apoyos educativos como en centros específicos de educación especial o de atención preferente, en función de la complejidad de las necesidades educativas del alumno y de la intensidad de los apoyos. Para ello es esencial que el profesorado cuente con formación especializada, tanto en su capacitación inicial como en su formación continua.
Es fundamental abandonar la idea de que la conducta disruptiva es inherente al autismo y, en su lugar, comprender las causas que la originan, tal y como se hace con el alumnado sin autismo.
El uso de tecnologías, ya sean dispositivos electrónicos o programas y aplicaciones digitales, en la intervención educativa del alumnado con autismo debe ser funcional y estar integrado en un plan bien estructurado, evitando la sobrecarga sensorial. Es preferible reforzar entornos organizados no solo en el aula, sino también durante los recreos y las actividades complementarias y extraescolares.
Resulta positivo para el alumnado con TEA entender las adaptaciones curriculares en sentido amplio, no limitándose únicamente a la complejidad de los contenidos, sino considerando también su gradación, la adaptación de materiales, la metodología, la disposición del aula, la incorporación de actividades grupales y, por supuesto, la evaluación. Desarrollar a través del currículo habilidades comunicativas, relacionales, sociales y emocionales, capacidades que, debido a su perfil neurológico, requieren una intervención educativa específica.
El trabajo conjunto con las familias es clave para el éxito educativo del alumnado con autismo. No basta con una simple colaboración, sino que es fundamental que exista una coordinación efectiva y un intercambio de información veraz y recíproco que garantice la coherencia en las acciones. La formación de las familias es una tarea pendiente que debe abordarse. Esta formación podría ofrecerse tanto desde centros de recursos para la atención a la diversidad en el ámbito educativo como a través de centros de apoyo a las familias en el ámbito de los servicios sociales. De este modo se facilitaría la coordinación necesaria entre la atención sanitaria, la intervención educativa y el apoyo de servicios sociales, asegurando un enfoque integral y adecuado para el alumno con autismo.
Finalmente, y en consonancia con el Objetivo 4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es necesario replantear el límite de los 21 años en la permanencia del alumnado con necesidades educativas especiales en el sistema educativo, tal y como se establece en la LOMLOE y en la Ley Orgánica 3/2020 de derechos y libertades de las personas con discapacidad y de su inclusión social. Los programas de Transición a la Vida Adulta, una FP o unos programas formativos adaptados son esenciales para su incorporación laboral, desarrollo personal y participación social.
En definitiva, la intervención educativa del alumnado con autismo debe fundamentarse en la aceptación de su condición, reconociendo tanto las dificultades prácticas que afrontan como sus capacidades reales. Con este enfoque, y apoyándonos en experiencias positivas que vamos observando, lograremos no solo el éxito educativo de los alumnos con autismo, sino también el bienestar de sus familias y una mayor satisfacción profesional de los docentes.