Así fue primer día de colegio de Noa y Nico: de los preparativos previos al madrugón, el bus, y el encuentro con sus compañeros

Candela Montero Río / R. S. REDACCIÓN

EDUCACIÓN

Nico, en la fila para ir a clase
Nico, en la fila para ir a clase Marcos Míguez

Estos hermanos de Coirós son dos de los 300.000 niños que comenzaron hoy en curso en Galicia. Ella arrancó segundo de primaria, y él se enfrentó al primer día de colegio de su vida en una escuela unitaria

09 sep 2022 . Actualizado a las 11:40 h.

Más de 300.000 alumnos llegaron hoy a las aulas gallegas. Unos continuaban sus estudios y otros lo hacían por primera vez. Noa y Nico Martínez ejemplifican estas dos realidades. Como para todos los niños gallegos, hoy comenzaban para estos hermanos de Coirós (A Coruña) la rutina y los madrugones: arrancaba el curso escolar. A sus casi siete años, Noa ya sabía lo que la llegada de esta fecha suponía; empieza segundo de primaria en el CEIP Francisco Vales Villamarín de Betanzos. Para Nico, de tres, era el primer día de colegio de toda su vida

Este es el primer curso después de la pandemia. Quedan atrás las mascarillas, las distancias y las restricciones. Como novedad, entra en vigor la nueva ley educativa, la Lomloe, que obliga a cambiar los currículos y los libros en los cursos impares. A Noa y Nico esto no les afecta y, esta mañana, lo de estrenar ley era la última de sus preocupaciones. El pequeño de estos hermanos comienza primero de infantil y durante estas semanas él era el más ilusionado de los miembros de su familia porque, a pesar de que el año pasado iba a la guardería, ya quería pasar al «cole de mayores». Aunque en la cena de ayer, su silencio hizo dudar a Joanna y Rubén, sus padres, estaban seguros de que iría «contento y convencido». Y que no lloraría (spolier: no lloró). Para su hermana mayor, en cambio, las emociones eran distintas: «Non é que non estivera contenta, pero estaba nerviosa», cuenta Rubén. La explicación la da su madre: «Este ha sido el verano de su vida hasta el momento. Después de la pandemia, entre la playa, la piscina y alguna que otra fiesta ha disfrutado muchísimo. Ahora empieza el cole y sabe que toca esforzarse». 

Aún así, ambos confiaban en que los dos niños se levantarían con ganas de ir a clase y regresarían a casa con ganas de volver. Y así fue. La primera en hacerlo fue Noa, que entraba una hora antes que su hermano. Salió de la cama a las siete y media. El día anterior se concentró en preparar el material, y estaba inquieta por la dificultad del nuevo curso; esta mañana, en cambio, su principal desvelo era otro: «Se levantó bien nerviosilla y lo único que pensaba era en no perder el bus», cuenta Joanna. «Hoxe estaba máis convencida ao final», asegura Rubén, quien la acompañó a la parada en la que, a las 8.20, la recogió el autobús escolar. Hoy no dijo nada de que no quería ir, como hizo ayer. «Iba animada», añade Joanna.

Con su hermana ya en el colegio, a las nueve y cuarto de la mañana se despertaba Nico. Mientras Joanna le preparaba la ropa ya estaba en pie y quince minutos después desayunaba en la cocina aunque, con los nervios, solo pudo tomar un vaso de leche.

Fue su madre quien lo llevó en coche a la escuela poco antes de las diez. Pero a partir de mañana lo hará una hora antes el taxi habilitado para ello. La rapidez de la despedida sorprendió a la propia Joanna: «Se soltó de mi mano, se sentó allí con sus compañeros, hicieron fila y se los llevó la profe. Ni beso ni nada. Es que literalmente ni me miró», relata.

Así arrancó Nico Martínez el primer día de colegio de su vida en la escuela unitaria de Coirós, en la que comparte clase con otros once niños, de los cuales la mayoría son vecinos y amigos. Cumple así con la tradición familiar, pues en ese mismo centro comenzaron sus estudios su hermana, su padre y sus tres tíos: «Es algo peculiar y hace que todo sea muy familiar, eso nos parece muy bonito. Además la profe es la que tuvo su padre y es la mejor del mundo, solo por ella ya ni valoramos la idea de otros colegios», cuenta Joanna.

Tras un día de comienzos, lleno de emociones y reencuentros, mañana les toca volver a clase. Aunque tienen ganas de hacerlo, los nervios no se han esfumado del todo, sobre todo para Nico, quien todavía tiene que acostumbrarse a la que será su nueva vida: «Cuando descubra que no es todo libertad, como a él le gusta y vea que hay ratos que hay que estar quieto, creemos que ya no le hará tanta gracia», cuenta Joanna. Cuando termine en la escuela unitaria seguirá los pasos de su hermana y pasará al centro de primaria de Betanzos, algo que antes preocupaba a su madre: «Cuando Noa cambió yo tenía un poco de miedo, porque son muchísimos más niños: en Betanzos hay 5 clases por curso. Pero se adaptó perfectamente, incluso mejor que nosotros», relata. «Es ley de vida y también les viene bien porque aprenden a adaptarse. Muchas veces los padres tendemos a sobreprotegerlos. Yo misma ayer, por ejemplo, estaba más nerviosa que ellos y hoy al final les ha ido muy bien», concluye Joanna.