Los colegios más innovadores de hecho apuestan por otra cosa: unir dos clases en una (algo, por otra parte que ya se hacía hace cien años, como en la Grande Obra de Atocha de A Coruña). Eso sí, mantienen la ratio de un profesor cada 30 alumnos, pero si juntan dos aulas son 60 estudiantes y dos docentes. En ese caso, lo ideal es contar incluso con un tercer profesor, normalmente de apoyo, para el grupo; esto lo hacen en centro públicos, como el IES Valadares (Vigo). Esta modalidad se complementa con las clases tradicionales, de un aula por grupo, pero sirve cuando se trabaja por proyectos y son varias las asignaturas afectadas.
En algunos colegios de primaria, por su parte, echan mano de las familias para apoyar la clase. Es una práctica muy interesante, de la que el CEIP San Xoán de Filgueira (Ferrol) fue uno de los pioneros. El objetivo es que dos adultos estén con los menores; no se trata de que un el padre o la madre que acuda se ponga a dar clase, sino que atienda a los niños, les anime o simplemente les acompañe.
La Consellería de Educación lleva años favoreciendo estas prácticas, aunque se exige siempre un plan completo de centro que las enmarque. También se contemplan en el Plan da Nova Arquitectura Pedagóxica que presentó la consellería hace unas semanas, y en donde se piensa en aulas flexibles, que se puedan comunicar y abrir en función de las necesidades. Además, la Lomloe, la nueva ley que ya ha entrado en vigor, las va a potenciar.
En cuanto a qué es mejor, dependerá de las circunstancias del centro, pero la tendencia es a trabajar en grupo varios profesores, por lo que se prima la unión de dos clases. En ese caso, se intenta siempre que haya tres docentes —es decir, una ratio menor de la actual—, pero no tienen que estar siempre juntos, uno puede ser de apoyo o del equipo de orientación.