Pedagogía y política

José Antonio Caride LÍNEA ABIERTA

EDUCACIÓN

25 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El día de mañana era hoy. Sus circunstancias, inesperadas. Lo que sucede, como tantas veces, desborda cualquier ficción. Sin que las verdades incómodas se hayan atenuado (cambio climático, pobrezas y desigualdades extremas, etcétera.), la trágica invasión de un virus sitúa a la humanidad ante las incomodidades de una verdad inquietante: lo que parecía sólido se disuelve en el aire, por contagio. El futuro, al que fiamos propuestas y respuestas en una Agenda que garantizase el desarrollo sostenible para los pueblos y el planeta, depende, para bien y para mal, de hilos tecnológicos. La globalización era esto. Y el covid-19, uno de los peores modos de enfermar como sociedad.

Ante sus adversidades, las auténticas redes sociales que encarnan los profesionales de la salud, la educación, los servicios básicos, la seguridad, la vecindad… atienden las urgencias y emergencias cotidianas: sin pausa, con pocos recursos, solidariamente, silenciando el dolor y la rabia contenidas. Dando lo mejor de sí a quien les necesita: curan las dolencias, templan la impotencia, reducen las incertidumbres, mitigan el miedo… con la esperanza de que algo cambie, más pronto que tarde. Sin que se desvanezcan los derechos que construyen la ciudadanía, individual y colectivamente. Con la dignidad debida, como personas críticas, conscientes, libres y responsables.

Procurarlo es misión de la política y de sus representantes en democracia. También de la educación y de quienes en las familias, las escuelas, las universidades, los medios de comunicación… debemos asumir el reto que supone enseñar para aprender a ser y a convivir. Educar y educarnos poniendo a disposición de cada persona, desde la infancia hasta la vejez, los saberes, las razones y las emociones que agrandan ideales, transmiten conocimientos, prevén y afrontan las dificultades. No hay bien-estar sin ellos. En este escenario, las reiteradas invocaciones que se hacen a la pedagogía y a la necesidad de superar la crisis haciendo pedagogía política, son -lamentablemente- palabras a las que han vaciado de sentido. Porque la política ha de ser ante todo política: expresión de la pluralidad ideológica y del diálogo cívico al servicio del bien común, en el gobierno y en la oposición. Que sin claudicar ante la economía y sus insaciables mercados, elogie la verdad en la discrepancia, respete y no solo tolere al contrario, huyendo del lenguaje bélico, pactando y reconociendo al otro… Pedagogía y Política, con letras grandes, se necesitan. Hoy más que nunca. Pero la política o es pedagógica, o no será.

?La trágica invasión de un virus sitúa a la humanidad ante las incomodidades de una verdad inquietante: lo que parecía sólido se disuelve en el aire, por contagio