Jaume Carbonell: «La escuela no adoctrina si se abre a la pluralidad y al diálogo»

EDUCACIÓN

Jaume Carbonell fue director de «Cuadernos de Pedagogía» hasta su jubilación
Jaume Carbonell fue director de «Cuadernos de Pedagogía» hasta su jubilación

El histórico director de «Cuadernos de Pedagogía» presenta la próxima semana en Galicia su último libro, con el provocador título «La educación es política»

02 feb 2019 . Actualizado a las 10:35 h.

Jaume Carbonell es una referencia obligada de la pedagogía española. Comenzó a colaborar con Cuadernos de Pedagogía en 1975, con el primer número, y en el 2013 se jubiló como director de la revista; en medio, fue profesor de la Universidad de Vic y miembro del Consejo Escolar del Estado. Ha escrito multitud de libros sobre educación y el último, La educación es política (editorial Octaedro), lo trae la próxima semana a Galicia. Presentará el texto en Ourense (día 4, a las 18 horas en la facultad de Ciencias de la Educación), A Coruña (martes 5, a las 13 horas en la facultad de Ciencias de la Educación; en Santiago el miércoles a las 12.30 en la facultad; y en Ferrol el jueves a las 19.30 en la biblioteca municipal. Defensor del diálogo como forma de comunicación, la presentación de los libros se hará a través de mesas redondas en la que participan personas de la educación pero también invitados de otros sectores.

-¿En la escuela se puede hablar de todo o se debe hablar de todo?

-Se debería hablar de todo, y por tres razones: todas las pedagogías modernas esgrimen que la escuela debe relacionarse con el entorno, no se entiende que le dé la espalda; por compromiso ético, político y moral del profesor, no solo con la escuela sino para formar una ciudadanía crítica y democrática; y porque la infancia tiene derecho a estar informada.

-Pero es fácil que se acuse a los profesores de adoctrinar, sobre todo en este tiempo de enfado general en las redes sociales.

-Una cosa es ser neutral y otra adoctrinar. Ninguna persona es neutra, pero adoctrinar es imponer, es limitar a una las ideas posibles. Eso ocurría en el franquismo, pero no ahora porque aunque tengamos algunas carencias, eso no pasa. Si la escuela se abre al diálogo, a las diferentes ideas, a la pluralidad... no adoctrina. En ese sentido, nuestros referentes y nuestros límites deben ser los derechos humanos y los de la infancia.

«La intención del libro realmente es hacerse preguntas y que la escuela se las haga, todas, que es el mejor antídoto contra el sectarismo»

-¿Qué papel debe desempeñar el profesor en ese diálogo?

-Tengo claro que en un debate el profesor debe exponer los hechos objetivos y hacer preguntas. Seguramente en algún momento le pregunten los alumnos qué opina, y yo creo que nunca debe dar su opinión ni al principio, porque podría dirigir el debate, ni al final, porque podría parecer que es la conclusión; pero no veo mal que opine en algún momento, razone su opinión y diga claramente que es una opinión más, no mejor. La cuestión es poner a pensar a los niños, no decirles cómo deben pensar. La intención del libro realmente es hacerse preguntas y que la escuela se las haga, todas, que es el mejor antídoto contra el sectarismo.

-¿Pero se prepara así a los niños para el mundo real o para que luchen por el que quieren?

-Hay que educarles para un mundo mejor. La escuela no transformará el mundo, pero puede contribuir a que el mundo sea más democrático. La escuela es ideal porque enseña valores y puede formar a ciudadanos demócratas que pueden convivir, ser responsables, respetarse, gestionar lo común... y no debe ser solo un aprendizaje para el futuro, sino en el presente. La democracia no es teórica, se practica, y se puede practicar en la escuela en tanto es un espacio de conversación y no uno no se quede solo con su punto de vista.

-A la vez, sostiene en el texto que no todo es tolerable. No aceptaría, por ejemplo, que un niño dijese que le parece bien pegar a las mujeres.

-Hay que hacer una distinción entre el respeto a las personas y el respeto a las ideas. Las ideas que justifican la violencia no son respetables, pero el profesor no puede intervenir contra el alumno, sino razonar su explicación y explicar que eso va contra la convivencia pacífica. Yo defiendo la democracia y educar en valores democráticos.

«¿Qué pasa con la resistencia pacífica?»

-Habla de la memoria histórica, y dice que no podemos olvidar el franquismo y su falta de libertad. Pero después, cuando alude a las votaciones del 1-O, recuerda las asambleas universitarias ilegales en su juventud y el ataque de la policía franquista. ¿Son comparables ambas cosas, lo ocurrido en el franquismo y en el 1-O?

-Lo que intento es llevar el debate a si todo lo legal es legítimo, y que muchas veces la historia se ha movido porque se han desobedecido leyes, como ocurrió con la objeción de conciencia. No hay que confundir eso con que la situación actual sea igual que la dictadura, ni muchos menos. Pero, ¿qué pasa con la resistencia pacífica?

-Parece instalado en la duda permanente...

-Este libro en cierta medida es un ejercicio para aclarar las ideas. Soy una persona con un gran compromiso político, no partidista, pero sí compromiso con la libertad. Pero he pasado por varias etapas en mi vida: hubo épocas en que era más dogmático, otras veces relativizaba todo y ahora me he instalado en la duda. Pero distingo la duda que paraliza y nos lleva a la inacción y la duda que aboca a la reflexión, a la tensión emocional, que es por la que apuesto.

«En una sociedad que va tan rápida, la escuela tendría que ser un espacio de reflexión»

-Habla en el libro de que el diálogo en la escuela debe ser pausado. Pero ya me dirá con el currículo actual.

-Es una de las contradicciones que hay. En una sociedad que va tan rápida, la escuela tendría que ser un espacio de reflexión. Esa escuela es la que hay que proteger. Hay muchas iniciativas muy interesantes que hacen eso, que aparcan un poco el currículo y buscan otra cosa.

-Precisamente, en Cataluña destaca el movimiento Escola21, que aúna en pedagogías activas escuelas públicas y concertadas, una idea que el departamento de Educación llevará a todo el sistema. Pero hay parte de la comunidad educativa que la critica por estar apoyada por un banco.

-Creo que ahora hay un movimiento de renovación en las aulas muy importante. En Cataluña creo que solo es comparable al que hubo en la segunda República y en la Transición y Escola21 es uno de esos.

-En este libro además de la parte teórica sobre por qué la escuela es política, incluye cuatro ejemplos: el 1-O en Cataluña, los atentados de las Ramblas-Cambrils y dos casos gallegos, la crisis del Prestige y los incendios de octubre del 2017. En el caso catalán, parece claro, aunque también es muy valiente haber hecho eso; pero ¿por qué los dos ejemplos gallegos?

-Lo del 1-O lo hice precisamente porque creo que hay que hablar de todo; por supuesto recibí críticas por ser muy favorable al independentismo y por ser muy poco favorable al independentismo [se ríe]. En el caso de Galicia, utilicé el ejemplo del Prestige porque conocía muy bien lo que había pasado en las escuelas porque en Cuadernos de Pedagogía habíamos hecho un especial; y lo de los incendios, porque coincidió en el tiempo con la escritura del libro y a mí el medio ambiente me interesa especialmente. Pero podría haber hablado de otros casos: desde la crisis de la plataforma Castor hasta la deforestacion de la Amazonia. Son metáforas, debates generales, asuntos con varios puntos de vista pero que afectan a la sociedad y que deben tratarse en la escuela. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que haya terroristas yihadistas en Ripoll? Es una pregunta que los niños se hacen.

-Usted dirigió «Cuadernos de Pedagogía», pero ahora esta revista la lleva la fundación Trilema y ha generado bastante polémica. ¿Qué lee Jaume Carbonell?

-Llevo jubilado seis años y a los cuatro meses de retirarme, me llamaron de El Diario de la Educación para que colaborase con ellos. Así que estoy en el consejo editor y colaboro con mi blog (pedagogias del siglo XXI).