¿Qué esperar de los nuevos ministros?

EDUCACIÓN

Isabel Celaa, ministra de Educación y Formación Profesional
Isabel Celaa, ministra de Educación y Formación Profesional Víctor Lerena

La educación recae en una mujer socialista y con mucha experiencia; la universidad se pasa al campo de la investigación de la mano de un español ya universal

11 jun 2018 . Actualizado a las 07:00 h.

En un gobierno de marcado perfil técnico, Pedro Sánchez optó por la política (Celaá desempeñó varios cargos vinculados al PSE-PSOE desde 1987) para dirigir la educación. No es un gesto menor. Como tampoco lo es separar educación de universidades, que ahora con Pedro Duque se vincula a la investigación y a la ciencia.

¿Y cómo son los nuevos ministros? Como ambos tienen mucha experiencia, la hemeroteca nos puede servir para hacernos una idea. De Isabel Celaá, además, hay posibilidad de valorar su gestión, ya que fue durante tres años (los que gobernó Patxi López) consejera del ramo en el País Vasco. 

Celaá, difícil de encasillar

Bilbaína de 1949, Isabel Celaá tiene tres licenciaturas (Filología Inglesa, Filosofía y Derecho) y fue catedrática de instituto. No es fácil encasillar su figura: defiende la existencia de Euskal Herría (el territorio vasco-navarro-francés que reclama la izquierda aberzale), pero no desde el punto de vista político sino cultural, y a la vez fue la primera consejera que llevó a las víctimas de ETA a las aulas para que hablasen a los jóvenes. Ella, de hecho, sufrió indirectamente a la banda terrorista, ya que dos de sus jefes (además de varios amigos) fueron asesinados. Pero no solo eso, aunque tiene el C1 en euskera, ella apostó por el trilingüismo en las aulas (castellano, vasco e inglés), y ahora ya anuncia una batalla para extender el inglés entre profesores y estudiantes de FP. Educada con monjas, siempre ha defendido con uñas y dientes la escuela pública; y a pesar de que es católica practicante, no está a favor de la asignatura de Religión en la escuela y mucho menos de que tenga valor académico (especialmente en bachillerato), como tampoco quiere subvencionar a los colegios que separan por sexos. Tiene fama de puntillosa y exigente, incluso de borde, pero todos resaltan también su capacidad para escuchar y dialogar. Trabajadora incansable (se negó a coger la baja médica tras un accidente y acudió en silla de ruedas a la Cámara de Vitoria) Celaá promete dar lo mejor de sí en este Gobierno.

«Mi intención es que los alumnos se formen tanto en la escuela como en la empresa»

Los planes que ha señalado hasta ahora en sus pocas intervenciones como ministra son fomentar la FP y sentar las bases de un acuerdo entre partidos. De lo primero, dijo en el programa de Carlos Alsina en Onda Cero (Más de uno) que «en España tenemos una FP de segundo grado de extraordinaria calidad» que intentará mejorar a través de «acuerdos entre las empresas y los trabajadores» porque «mi intención es que los alumnos se formen tanto en la escuela como en la empresa» , sin aludir directamente al modelo dual (también en el estándar se hacen prácticas en empresas) y fomentará el inglés en esta etapa educativa.

«Nuestra educación necesita estabilidad, y yo promoveré las condiciones para llegar a acuerdos. Es una demanda importante y razonable»

Cuando era consejera de Educación, le preguntaron por el pacto (se estaba negociando el Gabilondo, que al final no salió) y contestó a un internauta en una entrevista en El País: «El principal problema en el sistema educativo español es el abandono escolar temprano de una parte importante de su alumnado (...) Un terreno de acuerdo entre fuerzas políticas y agentes sociales resulta siempre muy eficiente para la mejora de la educación. Y yo, a lo largo de mi trayectoria política, puedo confirmar que esto es así: participé activamente en el Pacto Escolar que se fraguó en Euskadi bajo el liderazgo de mi antecesor Fernando Buesa. Desde mi responsabilidad como Consejera de Educación del País Vasco, realizaré todos los esfuerzos para que ese consenso sea posible». Y la pasada semana le dijo a Carlos Alsina, cuando le preguntó si pensaba en una nueva ley, que «nuestra educación necesita estabilidad, y yo promoveré las condiciones para llegar a acuerdos. Es una demanda importante y razonable y voy a trabajar en esa materia tratando de explicar las concesiones que nos permitan avanzar en el acuerdo».

Pedro Duque, hasta el infinito...

El astronauta español, el único astronauta español de hecho, es una persona muy activa y hay numeroso material para saber qué piensa, aunque ya es más difícil prever cómo de eficaz será su gestión. Mientras Isabel Celaá apenas utiliza las redes sociales, @astro_duque (Madrid, 1963) es un asiduo de Twitter, donde suele apoyar iniciativas de divulgación científica. En Galicia estuvo recientemente, en la inauguración de la feria de ciencias (StemLab) que promovió la Consellería de Educación. Allí habló mucho de la importancia de la escuela pública, de la igualdad entre chicos y chicas en las asignaturas científicas y de la necesidad de invertir en ciencia si queremos estar al nivel de los demás países europeos.

De la inteligencia de Duque nadie duda. Segundo de su promoción (con un 10) en la que tradicionalmente se consideraba la carrera más difícil de España (ingeniería aeronáutica en la Universidad Politécnica de Madrid), después de salir disparado hacia la Estación Espacial Internacional (ISS) en un par de ocasiones, en el 2006 montó una empresa tecnológica en España (Deimos Imaging, SL), que tres años más tarde puso en órbita el primer satélite español de observación de la Tierra; se retiró de la compañía en el 2011. Entonces retornó la Agencia Espacial Europea (ESA) y hasta el 2015 lideró la Oficina de Operaciones de Vuelo, con responsabilidad sobre las actividades europeas en la ISS; ahora era responsable de revisión de proyectos futuros de la ESA para vuelos tripulados, dentro del cuerpo de astronautas de la ESA. Además, fue consejero de AENA entre 2012 y 2014 y presidente de Astrocamp Ventures, una sociedad que promueve el estudio y la difusión de la astronomía.

«Lo importante es crear espacios en los que los científicos estén lo suficientemente cómodos»

Esto en lo que respecta a su impecable currículo, pero en sus intervenciones Duque mantiene la misma tónica: la ciencia es el futuro de un país («la inversión en ciencia es la única que realmente define el futuro de un país» o «cada euro invertido en la actividad espacial reporta a la economía entre 4 y 20 veces su valor»); y la escuela pública debe garantizar la mejor formación («Es muy importante que la ciencia llegue a los niños de todos los barrios» o «la educación pública y realmente gratuita es la base para el desarrollo»). En su Twitter es, además, un verdadero azote de las pseudociencias: «Por mucho que la industria de la homeopatía consiga, con no sabemos qué artes, que la Unión Europea o los gobiernos la amparen, eso no cambia nada. No funciona. No hace nada» o «el reiki es lo que mi abuela llamaba 'cura sana culito de rana'. A los niños con pupitas los consuela mucho».

En cuanto a su papel futuro,de las muchas cuestiones que están en el aire, hay una especialmente interesante: ¿Sabrá atraerse a quienes creen que la universidad debe estar vinculada a la educación más que a la investigación? No habló de eso, pero apenas ha tenido tiempo. Tras la toma de posesión explicó ligeramente sus propuestas: «Soy consciente de los problemas, he recibido miles de indicaciones y ahora nos tenemos que poner con las más urgentes», y entre estas puede estar la burocracia («tenemos problemas con la agilidad de la distribución de los presupuestos, vamos a ver si podemos hacer algo ahí»), y la falta de estructura y apoyo técnico («lo importante es crear espacios en los que los científicos estén lo suficientemente cómodos y la Administración sea una ayuda para ellos»). Por supuesto, no se ha olvidado de la principal consigna de su jefe, los acuerdos, y ha abogado por «hablar con todos y llegar a un consenso, no sé si lo llaman hacer un pacto de Estado, lo más importante es hacer una labor que permanezca [y pensar] cómo queremos que sea el futuro dentro de 20 años».