Blasco Ibáñez creó un pseudónimo para copiar traducciones de Shakespeare

Europa Press

EDUCACIÓN

Una investigadora de una Universidad de Sevilla ha probado que el escritor valenciano y otros compañeros suyos de la editorial Prometeo copiaron algunas obras en castellano

12 mar 2014 . Actualizado a las 19:39 h.

La profesora de Traducción Especializada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla Inmaculada Serón ha descubierto que el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez creó un pseudónimo -«R. Martínez Lafuente»- bajo el cual firmó traducciones al español de obras de William Shakespeare que fueron «copiadas» de otras adaptaciones realizadas anteriormente.

El origen de este hallazgo se sitúa en la tesis doctoral que la investigadora inició hace años sobre las traducciones al español de Twelfth night (Noche de reyes) del escritor inglés.

Debido a que la propia Serón ejerció de traductora a tiempo completo durante un largo período siempre le ha preocupado saber más sobre las personas responsables de las adaptaciones a otra lengua y ese interés le llevó a indagar sobre la figura de R. Martínez Lafuente, a quien «durante casi un siglo se ha considerado el responsable de 35 traducciones de Shakespeare», ha explicado la profesora en declaraciones a Europa Press.

Pero, realmente, sería un traductor ficticio detrás del cual se escondería Vicente Blasco Ibáñez y, en menor medida, Fernando Llorca Die, yerno del novelista y socio, junto con Francisco Sempere Masiá, de la Editorial Prometeo, donde aparecieron las traducciones.

La estudiosa inició un trabajo casi detectivesco en diversas fuentes documentales para ahondar sobre la figura de este misterioso personaje, del que solo aparecía la inicial R (en alguna ocasión desarrollada como Rafael pero nunca en una fuente primaria) y los apellidos. Con este objetivo, Serón consultó prensa histórica en un período de medio siglo anterior y posterior y encontró alguna coincidencia, como un abogado, pero se dio cuenta de que «los tiros no iban por ahí».

Sus pesquisas le llevaron igualmente a consultar los ejemplares de El Pueblo, precisamente el diario que editó Blasco, y a la Biblioteca Valenciana, quien le facilitó material donde, en principio, tampoco encontró nada. Incluso, echó mano del listín telefónico y de las redes sociales para intentar localizar a algún descendiente del escurridizo Martínez Lafuente -una vía que sí le ha ayudado a encontrar a familiares en otros casos- pero que tampoco dio los frutos deseados.

Sin embargo, ojeando el catálogo de la Biblioteca Valenciana encontró el Epistolario de Vicente Blasco Ibáñez-Francisco Sempere (1901-1917) y, además de pedirlo en préstamo a esta institución, se puso en contacto con la Fundación Centro de Estudios Blasco Ibáñez y con la Casa Museo en Valencia, entidad que le confirmó que el contenido de las misivas podía interesarle.

Y así fue, ya que Serón halló «por fin la respuesta a la incógnita» en esas cartas, en las que el autor de La Barraca, político y periodista valenciano se refiere al plan de traducción: «Hay que ver lo que representa dar todo Shakespeare en tan poco precio y con obras desconocidas en su mayoría. Yo, tomando de unas ediciones y otras (sobre todo valiéndome de una edición antigua), tengo 33 dramas en español corregidos. Solo habrá que traducir tres a última hora, en el último tomo», manifestaba Blasco en una de estas cartas, que reproduce hoy el diario El País.

«En la actualidad lo habría escaneado»

Inmaculada Serón concluye que de las 35 traducciones que se atribuían a Martínez Lafuente, 33 fueron copiadas de adaptaciones al español precedentes, la mayoría del siglo XIX pero una de ellas del XVIII. «Cogió los textos ya editados en distintas colecciones y los publicó tal cual cambiando solo algunas palabras; no creó adaptaciones nuevas; si hubiera sido en la actualidad, lo habría escaneado», ha explicado Serón de forma gráfica.

Serón piensa, por las cartas y por el conocimiento que posee del funcionamiento de Prometeo, que las otras dos traducciones habrían recaído en Fernando Llorca, pues Blasco se encontraba ya muy enfrascado en sus diversas ocupaciones. Se trata de La primera parte de Enrique VI, que no estaba editada en español, y Mucho ruido y pocas nueces, que solo lo estaba en verso y que apareció bajo el pseudónimo en prosa con el título de Mucho ruido para nada.

Las razones que llevaron al exitoso novelista a crear esta falsa identidad fueron, al parecer de la investigadora, su voluntad de ahorrar los costes que hubiera supuesto un verdadero traductor por su afán de crear una biblioteca universal a un precio asequible. También movió a Blasco su convencimiento de que publicar a Shakespeare era fundamental para la editorial Prometeo.

Además, Serón añade que, de acuerdo a sus investigaciones, Blasco Ibáñez habría pensado repetir la operación con traducciones de las novelas filosóficas y tragedias de Voltaire y los dramas de Wagner, aunque «esto se quedó en un proyecto que no llegó» a materializarse, ha apuntado.

Las revelaciones que Serón ha sacado a la luz sobre la actividad como traductor de Blasco fueron publicadas en el 2010 en el artículo Plagio y autoría en las obras de Shakespeare traducidas por R. Martínez Lafuente (1611. Revista de Historia de la Traducción), pero no ha trascendido al gran público hasta ahora, al igual que otros hallazgos de esta profesora, como el de una traducción inédita de Hamlet, obra del poeta zamorano León Felipe, de la que se informó a los medios el pasado febrero.