Quiebra, rescate y venta: las tres vidas de la firma gallega Pescanova

Manoli Sío Dopeso
m. sío dopeso VIGO / LA VOZ

ECONOMÍA

M.MORALEJO

Cooke será el tercer dueño del grupo pesquero en apenas 10 años

14 jul 2023 . Actualizado a las 20:23 h.

Hubo una Pescanova, que nació en 1960 y fue pionera en la industria de la pesca durante más de 50 años, hasta que su presidente durante casi 40 años la llevó al borde de la desaparición, arrastrada por una deuda financiera de casi 4.000 millones de euros. Y hay una Nueva Pescanova muy joven (nació en el 2015), surgida tras un complejo proceso de refundación societaria de la vieja matriz (Pescanova SA) que quebró en el 2013 y fue a concurso de acreedores. El resultado de la segregación fue una compañía nueva, que heredó la valiosa marca de su predecesora, la mayor parte de los activos y prácticamente toda su extensa plantilla.

Desde el inicio, la sociedad estuvo bajo el control de la banca acreedora (Sabadell, Popular, Abanca, Bankia, BBVA, CaixaBank y UBI Banca) que, tras una generosa quita derivada del proceso concursal —de casi 2.000 millones de euros—, optó por convertir en capital una deuda acreedora por valor de otros 2.000 millones de euros, una elevadísima suma contraída en los últimos años de presidencia de Fernández de Sousa (a punto de ingresar en prisión para cumplir la condena de seis años impuesta por las irregularidades y delitos financieros cometidos durante su gestión).

Conviene hacer memoria de aquel primer momento, porque ya entonces Abanca, que ahora inicia el proceso de venta de la sociedad, se posicionó a favor de buscar un socio industrial del sector pesquero gallego para gestionar la Nueva Pescanova.

La red de salvación de Abanca

En la misma línea se situaba el todavía potente Popular, ya desaparecido. Pero el Sabadell, que era el accionista mayoritario del pool de bancos rescatadores, con un 22 % del capital, apostó por la fórmula de un consejero delegado, que fue la que finalmente se impuso en los primeros cuatro años de vida del nuevo grupo.

En ese momento, Abanca solo tenía una participación del 5,4 %, insuficiente para imponer su criterio, pero poco a poco fue adquiriendo participaciones de los demás socios de la banca que se batían en retirada del accionariado, ante las escasas expectativas de recuperar su dinero a corto plazo.

En los ocho años transcurridos, la vieja Pescanova ha vuelto a cotizar en bolsa, convertida en una sociedad de cartera, sin oficio ni beneficio, al borde de la extinción. Pero Nueva Pescanova también ha pasado momentos complicados: desde una fuga masiva de accionistas acreedores, a la amenaza de una segunda quiebra, por la deuda todavía pendiente del proceso concursal, hasta que hace dos años Abanca, que entró con apenas aquel 5 % de participación inicial, tomó las riendas del grupo, capitalizó una deuda de 540 millones (la entidad tenía el 80 % de una deuda concursal, arrastrada desde el 2013, de 643 millones de euros) y se hizo con el 97, 8 % de la compañía de la que ahora quiere desprenderse, cumpliendo así el plan de venta a un inversor del sector.