«Tengo 34 años, trabajé en más de 50 oficios desde los 14 y no sé qué es estar un día parado»

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

ECONOMÍA

MIGUEL MIRAMONTES

El coruñés Ricardo Creixems estudió Sociología, Márketing y Publicidad, tiene más de diez títulos profesionales y ahora se forma para soldador

13 ene 2023 . Actualizado a las 10:52 h.

Al coruñés Ricardo Creixems Chas hay que atarlo a una silla para charlar con él sin que se levante a trabajar. Tiene 34 años y desde los 14 no ha parado «ni un día» de hacerlo. Hizo de todo. Lean y pásmense: árbitro de fútbol, repartidor de periódicos, pinchadiscos, camarero, barista, azafato de eventos, cocinero, coctelero, animador infantil, dependiente en tiendas de ropa, cosmética, nutrición, lencería, relojería, depilación y venta de discos, mecánico de motos y de karts, comercial de empresas de gas, aseguradoras y publicidad, profesor de surf, community mánager, informático, organizador de fiestas, trabajador de limpieza de colchones y sofás, friegaplatos, personal training, autónomo hostelero, teleoperador, recepcionista de hotel, monitor de gimnasio, carpintero y jardinero. Todo eso y algún oficio más —dice que no se puede acordar de todo—, compaginándolo con sus estudios de Sociología y Márketing y Publicidad. Aparte de una decena de títulos profesionales. En estos momentos realiza un curso intensivo de soldadura. Pero cuando sale no se va a casa. Se va a poner discos a fiestas, a arreglar motos o a servir de voluntario en la Cruz Roja o en el Banco de Alimentos.

Dice que fue explotado «millones de veces», que «media Coruña» le debe dinero. Pero eso le resbala. Lo que a él le explota es el sofá bajo sus nalgas. Estar sin hacer nada lo «envenena». Pese a que lo engañaron en muchas ocasiones, pese que le quedaron a deber otras cuantas, jamás denunció a un jefe. «Prefiero mirar para otro lado porque sé que si algún día necesito volver, como me ha pasado mil veces, me reciben con abrazos», dice.

Tampoco lo echaron de un trabajo jamás. Se fue él. «Al terminar el contrato, porque no me gustaba o porque me gustaba otro, salía de un curro siempre teniendo otro», confiesa.

Ricardo Creixems empezó a los 14 años. Iba a los partidos de fútbol del colegio y se ofreció como árbitro. «Me pagaban 20 euros el fin de semana», recuerda. A eso había que sumar unos euros más «por repartir por Arteixo un periódico gratuito». Pesaban más que él. Y a los meses, el Concello le daba un dinero para pegar cartelería de la Concejalía de Cultura. «Como tenía mucha labia, la editora del periódico me ofreció vender publicidad. De paso que repartía en los negocios, intentaba colar un anuncio para el siguiente número. Como era un chaval, a muchos les hacía gracia y lo contrataban». Recuerda que con su primer sueldo le compró a su novia un anillo de 50 euros.

Ni le había salido el bigote cuando una amiga de su urbanización en A Zapateira lo contrató como pinchadiscos. La fiesta fue en el Sporting Club Casino. «Mis padres eran socios y aquello fue un éxito. Uno de los responsables me preguntó si quería animar las fiestas infantiles y ahí empecé a sumar cuartos», relata.

Nunca dejó de hacerlo. Ni hoy en día. Cuando lo llaman, ahí va. Como va a discotecas de toda la provincia. De ahí pasó a repartir publicidad frente a las puertas de las tiendas. Lo que lo llevó a dar el salto a trabajar como dependiente en muchas de ellas. Hasta en una de lencería. También trabajó en Londres —sabe inglés—, en Málaga y hasta de tarotista. Estuvo tres días en una línea telefónica. «Lo dejé porque no podía engañar a la gente», dice. Eso sí, ya tenía otro empleo.