Los portugueses cruzan a Galicia para comprar bombonas de butano a mitad de precio

Brais Suárez
Brais Suárez OPORTO / E. LA VOZ

ECONOMÍA

Brais Suárez

Aprovechan el viaje para repostar carburante, también más barato

18 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Basta con acercarse a la orilla gallega del río Miño para ver la cantidad de portugueses que salen cada día de su país para comprar combustibles. Tanto para repostar el depósito del coche como para adquirir bombonas de butano, a los habitantes de las zonas limítrofes con España les merece la pena desplazarse y esperar las habituales colas que se forman en la estación de servicio ubicada a la entrada de Tui.

Jaime, gasolinero en este establecimiento, estima que más de un 80 % de sus clientes son de origen portugués. «En los últimos años es habitual que mucha gente prefiera repostar en España, pero ahora se nota algo más», explica, pues «las bombonas de butano cuestan casi la mitad».

Si en Galicia (y en el resto del país) el precio de la bombona está regulado y se fija con carácter bimestral —la última vez, esta misma semana, cuando se rebajó casi un euro—, en Portugal se liberalizó desde el pasado día 1. Los precios quedaron entonces a expensas de los distribuidores y subieron drásticamente. Por ejemplo, una bombona de butano de 12,5 kilos supera en el distrito de Oporto los 33 euros, algo más que una de propano, mientras en Galicia se paga actualmente a 18,58 euros y no podrá superar ese umbral hasta mediados de enero, como mínimo.

Las diferencias son tan acusadas, y prolongadas en el tiempo, que es habitual que los portugueses tengan bombonas españolas (son distintas) y, aunque esté prohibido, «hay quien viene con dos o tres y se las llevan llenas, con el peligro que eso supone». También los hay «que aprovechan que tienen que venir a Galicia para rellenar algunas garrafas de gasolina o gasoil», dice el empleado de la gasolinera de Tui.

Con todo, el gas no es el único atractivo para los portugueses. «Aunque ahora la gasolina cuesta casi lo mismo en los dos países, aquí hay un descuento de 20 céntimos por litro que sigue atrayendo a muchos portugueses», cuenta Jaime en alusión a la ayuda del Gobierno español. A su lado, un hombre de unos 35 años mete una bombona en el maletero de su coche, con matrícula portuguesa. «Somos de Valença y hay que venir», asegura, «tanto para la gasolina como para el butano, compensa desplazarse porque es muchísimo más barato».

Hasta tal punto sale rentable (o hasta tal punto es acuciante la situación), que los clientes proceden de todo el norte portugués, y no solo de la zona fronteriza. «Vienen hasta desde Viana, pero incluso desde Oporto si les coincide», aseguran en la gasolinera.

Y lo mismo aplica a los españoles que planean desplazarse a Portugal: «Aunque sea, echan cinco euros para rellenar el depósito antes de salir». De hecho, la imagen de esta concurrida gasolinera contrasta con la del otro lado de la frontera, completamente vacía. 

Un sector dividido

En Portugal, alrededor de 2,6 millones de hogares se calientan exclusivamente con bombonas de butano, un combustible que cuesta más del doble que el gas natural. Para proteger a los consumidores durante la pandemia y ahora frente a la inflación, el Gobierno introdujo limitaciones a los precios, que decidió no renovar este noviembre bajo la recomendación del regulador nacional de energía, ERSE.

Previamente, las autoridades habían tenido que hacer frente a las quejas de la Asociación Nacional de Revendedores de Combustibles, pues eran ellos quienes asumían el recorte de márgenes. La agrupación considera que estas medidas son «discriminatorias» para los revendedores, porque los obligan a bajar sus precios, pero no pueden negociar con las grandes energéticas que les suministran el gas. De hecho, cuando entró en vigor la limitación, Galp subió el precio de este combustible en un 7,2 %.