Los tropiezos de Meta, la matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

El gigante tecnológico, que ha anunciado este miércoles 11.000 despidos, no es capaz de superar los problemas de credibilidad y manipulación que han jalonado sus años de éxitos

09 nov 2022 . Actualizado a las 19:32 h.

Han sido 18 años de éxitos encadenados. Meta, el heredero de Facebook, el gigante tecnológico que cambió la manera de relacionarse en todo el mundo, atraviesa uno de los momentos más críticos -este miércoles ha anunciado 11.000 despidos- desde que su fundador, Mark Zuckerberg, entonces alumno de Harvard, lanzó la que acabaría siendo después la mayor red social del mundo. Corría el mes de febrero del 2004. La progresión fue tan vertiginosa al permitirse el acceso del público general al proyecto que no tardaría en convertirse en la plataforma con el mayor número de usuarios registrados en todo el planeta. 

 A medida que crecía el número de seguidores —en poco más de un año ya contaba con seis millones de usuarios—, lo hacían también las marcas y los anunciantes que optaban por invertir en la red con el objetivo de visibilizar sus productos y servicios. Facebook se había convertido en poco tiempo en una máquina de hacer dinero.

Su recorrido está repleto de hitos, pero también de polémicas. Así llegó su desembarco en los dispositivos móviles, todo un avance; más tarde el famoso botón de «Me gusta»... pero las evidentes brechas de seguridad que se iban abriendo a medida que la plataforma se hacía más grande obligaron a la compañía, ya instalada en Palo Alto, a cambiar sus políticas de privacidad y a someterse a auditorías.

Aun así, su éxito parecía imparable. Ocho años después de aquel proyecto universitario, Facebook se decidió a salir de compras para incorporar a su proyecto aquellas iniciativas que pudieran hacerle sombra. Primero adquirió la red social Instagram por 1.000 millones de dólares, en abril del 2012; y un mes después, la compañía se estrenaba en Bolsa protagonizando el hasta ese momento mayor debut en el parqué de una compañía de Internet, con una valoración próxima a los 100.000 millones de dólares. En octubre de ese mismo año, la red social alcanza los 1.000 millones de usuarios activos mensuales.

Dos años más tarde, en el 2014, adquiría WhatsApp, la aplicación de mensajería instantánea. Facebook tiró de cartera y puso 19.000 millones de dólares encima de la mesa por la operación. Ingresaba activos y usuarios. Mientras las acciones de la empresa subían como la espuma y la valoración de la compañía alcanzaba su máximo histórico: 245.000 millones de dólares, también lograba el hito de los 1.000 millones de usuarios activos en un solo día.

Pero no todo eran alegrías. Las consecuencias de una red tan abierta y con tantos agujeros de seguridad acabarían convirtiéndose en su talón de Aquiles, el responsable del inicio del declive de Facebook. Desde el 2017, la sucesión de noticias falsas pusieron en tela de juicio la fiabilidad de la mayor plataforma de comunicación mundial. Un escalada de denuncias y polémicas que alcanzó su punto álgido con la presunta implicación de Facebook en la victoria de Trump en las elecciones a la Casa Blanca.

En el 2020 cogió aire. La irrupción del covid supuso un alivio para las cuentas del gigante tecnológico, que creció en ingresos y anunciantes digitales. Pero la reapertura de las relaciones sociales a pie de calle devolvió a los infiernos a la plataforma. Una caída a escala general de todas sus aplicaciones en el 2021 se tradujo en un batacazo en bolsa de proporciones significativas. A partir de ahí, denuncias por anteponer su crecimiento a la seguridad de sus usuarios, investigaciones internas, y una fuerte competencia especialmente señalada por la elección de los vídeos cortos de Tik Tok entre los usuarios más jóvenes hicieron el resto.

La compañía se ha enfrentado en los últimos meses a su mayor crisis reputacional. Ha intentado reagrupar todas sus aplicaciones bajo un mismo sello. Ha cambiado el nombre de su marca, Facebook por Meta, dando un giro a su estrategia para volcarse en el metaverso, al que, en principio, la compañía apunta que los usuarios accederán mediante un visor de realidad virtual, con avatares en 3D y conectando distintos entornos digitales. Pero eso está por demostrar. Su creador no espera que esté desarrollado antes de cinco años. Y eso en el mundo tecnológico es todo un desierto. De hecho, Mark Zuckerberg está pagando con su propia fortuna este giro hacia el metaverso al que Wall Street ha comenzado a darle la espalda.

Los mejores días de Facebook han quedado atrás. Su futuro está repleto de incógnitas, sobre todo por el peso que ejerce la falta de credibilidad y la sensación de manipulación que se ha extendido entre los usuarios. Hay quien advierte que el gigante corre el riesgo de caer en la irrelevancia.

No es una sensación. Su cuenta de resultados resulta impactante. Las acciones de Meta han caído un 11 % en solo una semana, hasta alcanzar su mínimo en siete años. El gigante de Silicon Valley se desangra mientras intenta financiar la visión del metaverso que impulsa su dueño, Mark Zuckerberg. En lo que va de este 2022 ha perdido un 73,7 % y casi un 80 % desde su máximo del 2021. Según Forbes, la capitalización bursátil es de 236.000 millones de dólares, extremadamente lejos del  billón del verano pasado, y sus beneficios se recortaron casi un 50 % por la falta de ingresos publicitarios. La historia de Facebook ya no es la historia del titán del crecimiento.