Alemania impide abaratar el precio de las compras de gas mientras dopa a sus empresas

Cristina Porteiro
C. Porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

OLIVIER HOSLET | EFE

España insta a Bruselas a comprobar si las ayudas de 200.000 millones que ha extendido Berlín distorsionan la competencia

01 oct 2022 . Actualizado a las 09:21 h.

Hasta 15 ministros de los 27 de la Unión Europea (UE) acudieron este viernes a Bruselas con un objetivo: imponer un precio máximo al gas que compran los países, tanto el que viene por tubo —Argelia, Noruega y Rusia— como el gas natural licuado (GNL) que llega en metaneros desde lugares como Estados Unidos o Catar. ¿Por qué? Tal y como señaló hoy la ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, los países europeos están pagando los precios más altos del mundo y no hay una explicación razonable para las tarifas que se están fijando: «Hay quien considera que puede vender a cualquier precio porque estamos dispuestos a pagarlo», deslizó esta mañana, apuntando con el dedo a «intermediarios» que se hacen de oro con la comercialización del GNL con el que la UE trata de suplir a toda velocidad el corte del suministro ruso. «Se están cerrando precios que no tienen nada que ver con los precios del producto o los precios que se pagan al proveedor», denuncia.

A pesar de poner pruebas sobre la manipulación del mercado del gas sobre la mesa, la comisaria de Energía, Kadri Simson, acudió a la reunión sin tan siquiera una propuesta clara sobre la imposición de un tope al precio del gas, como se había cordado en la última reunión. Una actitud «decepcionante» para España y sus socios. La Comisión Europea no cederá hasta tener garantías de que la imposición de cualquier techo al precio de las importaciones de hidrocarburo no dejará a Alemania sin suministro —teme que la intervención de los precios reoriente los envíos de GNL hacia otras regiones del planeta—.

Es importante que Bruselas reaccione. Hasta ahora no ha funcionado ninguna de las medidas propuestas para abaratar el gas: ni las plataformas para compras conjuntas —los países europeos siguen compitiendo entre sí por el hidrocarburo— ni las giras diplomáticas para mendigar gas. Los precios que se pagan en Europa ponen en peligro la competitividad de las empresas y el poder adquisitivo de los hogares. Y no porque haya aumentado su coste sino por la especulación de intermediarios, la desunión de los Veintisiete y la inacción del Ejecutivo comunitario. La ministra Ribera ha criticado que la única receta hasta ahora para hacer frente a la subida se limite a echar mano de los Presupuestos Nacionales. Es decir, que la capacidad de aprovisionar a las industrias dependa de la capacidad de gasto que tenga cada país.

Alemania se siente cómoda con esa fórmula, puesto que es el país que más superávits se ha anotado en los últimos años —alentado por la compra barata de energía a Rusia. Nadie tiene tanto músculo como el gigante alemán para salir al rescate de sus empresas, como demostró esta semana al anunciar un plan de ayudas de 200.000 millones de euros —equivale al 30 % del total de fondos con los que se dotó el Plan de Recuperación europeo—.

El anuncio indignó a algunas cancillerías porque mientras los gigantes alemanes disponen de un enorme colchón para amortiguar la crisis, otros Gobiernos apenas pueden hacer frente a un incremento de precios que se podría frenar si Berlín accediera tan solo a poner orden en el mercado. «Es importante tomar medidas conjuntas a nivel europeo para evitar distorsiones o que cada cual vaya haciendo lo que pueda en función de su espacio fiscal», clamó Ribera. Pero Simson no llevó ninguna propuesta al respecto. Ni siquiera la que le demandaron los 27 países a principios de mes: un marco europeo de ayudas para garantizar la liquidez y hacerlo velando por las mismas reglas de juego en el mercado único.

Distorsión de la competencia

Las empresas proveedoras de gas en Alemania hacen frente a un problema muy grave, es verdad: habían cerrado contratos de suministro a las empresas y hogares a precios muy bajos —los que habían pactado con Rusia—, pero el corte del suministro les ha obligado a acudir al mercado a abastecerse. El hidrocarburo que están comprando es mucho más caro, así que las compañías acumulan pérdidas ingentes. Están al borde de la quiebra. El propio Estado alemán ha tenido que nacionalizar Uniper, el gigante importador de gas. Por eso el Gobierno español, que en cinco días recibirá al Gobierno alemán en A Coruña, ha instado a la «cautela y comprensión», antes de atizar a Berlín. No obstante, Ribera instó a Bruselas a comprobar si ese paquete masivo de ayudas alemanas «son congruentes o puede haber riesgo de generar distorsiones en el mercado interior», poniendo en cuestión la competencia leal en la UE.