¿Qué consecuencias tendrá para la economía la crisis con Argelia?

S. C. REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

FERNANDO ALVARADO | EFE

El país es uno de los principales suministradores de gas en nuestro país

09 jun 2022 . Actualizado a las 13:38 h.

En una decisión histórica que puede tener serias consecuencias para España, Argelia anunció este miércoles la ruptura del tratado de amistad y buena vecindad que rige las relaciones entre ambos países desde el 2002. Es una decisión de calado. Porque supone tensar todavía más la crisis con España, originada desde que el pasado 18 de marzo el Palacio Real de Marruecos publicara parte de la carta en la que Sánchez mostraba un cambio de posición español sobre el Sáhara Occidental.

Y las consecuencias de esta crisis diplomática también se dejarán notar en el bolsillo de los españoles. El terremoto no ha tardado mucho en tener su primera réplica económica. La Asociación Profesional de Bancos y Entidades Financieras de Argelia anunció a última hora del miércoles la congelación de las domiciliaciones bancarias para operaciones de comercio exterior de productos desde y hacia España. Una decisión que ha entrado en vigor de manera inmediata, porque este mismo jueves se ha hecho efectiva. Y hay más. Porque la circular emitida ayer no establece ningún tipo de excepción para el tema de transacciones y, por tanto, abre el radio de afectación a todo tipo de sectores, incluido el de la energía. Esto implica que todas las empresas que importan o exportan desde o hacia Argelia han visto cerrado de un día para otro su mercado de pagos. ¿Qué significa esto? Pues que podrán seguir entregando productos, pero no podrán cobrarlos o pagarlos.

La balanza comercial patria se resentirá. Y es que España es el quinto proveedor de Argelia y se juega en este tablero unos 1.916 millones de euros anuales. Las empresas de nuestro país venden, sobre todo, industria en suelo argelino. El 8 %, concretamente, es fundición, hierro y acero; mismo porcentaje que el que suponen las máquinas y aparatos mecánicos. Por otra parte, un 7 % de lo que exportamos a este país es papel y cartón, pero también otras materias primas como carbón o plásticos.

Pero sin duda, será en materia energética donde España note más la crisis de las relaciones con el país africano. Hasta febrero, Argelia era el principal suministrador de gas de España, pero el cierre del gasoducto que une el país con Cádiz a través de Marruecos redujo el porcentaje del 40 al 23,4 %. Estados Unidos cogió el relevo y es, desde entonces, el mayor proveedor de nuestro país con el 30,7 % de todas las importaciones de esta fuente de energía, que llega vía buques metaneros a alguna de las seis plantas regasificadoras españolas. Pero el porcentaje argelino no se puede despreciar. De hecho, el Gobierno de Argel es muy consciente de que puede presionar a Sánchez precisamente con esta baza. Toufic Harrak, el presidente de Sonatrach, la principal empresa argelina de hidrocarburos, insinuó que sería a España a quien más subiría los precios del gas y la negociación aún está en curso. A la revisión de contratos y la entrada en liza de Italia como rival que puede desplazar a España como socio de referencia, se ha sumado la advertencia de interrumpir el suministro a territorio español si vende gas argelino a Marruecos.

Las autoridades españolas han querido quitar algo de hierro al asunto. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, aseguró que no ve «ningún riesgo» de que Argelia incumpla sus contratos de suministro a España, tanto en materia energética como de otros productos. Aunque, eso sí, ya ha reconocido que se han activado «todas las alertas» para intentar restablecer la relación con el país. También la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, se mostró confiada en que la argelina Sonatrach cumpla con las «obligaciones» que estipulan los contratos de venta de gas que tiene suscritos con las empresas españolas. «Las relaciones entre la comercializadora argelina (Sonatrach) y las empresas españolas que compran gas tienen obligaciones contractuales y confío en que sigan funcionando como lo que son, porque si no, sería un problema más complejo de resolver, no a través de relaciones diplomáticas, sino probablemente de arbitrajes o tribunales», precisó.