Los gallegos contienen el consumo ante la escalada de la inflación: «Eu nunca vivira unha cousa así»

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Santi M. Amil

Los negocios ya empiezan a notar la reducción del gasto de las familias, que tienen dificultades para llenar la despensa: algunas incluso están echando mano de sus ahorros para comprar productos de primera necesidad

11 abr 2022 . Actualizado a las 13:52 h.

Los precios no paran de subir. Pero en los bolsillos de los ciudadanos sigue entrando el mismo dinero que antes de que esta espiral inflacionista se asentara en la economía patria. Y todo esto está provocando una importante merma en la capacidad de compra de los hogares. Llenar la despensa es mucho más caro y hay algunos que incluso están echando mano de sus ahorros para poder hacerse con productos de primera necesidad. Los cálculos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), apuntan a que, con este alza de los precios de la alimentación, la cesta de la compra se incrementará en más de «500 euros al año» en una familia media.

Según el último dato del Instituto Nacional de Estadística (INE), el IPC escaló en el mes de marzo hasta el 9,8 %, un registro que no se veía desde los años 80, cuando, precisamente, la crisis energética y del petróleo disparó los precios.

Mirar al futuro tampoco resulta especialmente esperanzador. El Banco de España prevé que el 2022 cierre con la inflación en un 7,5 %, casi cuatro puntos más de lo que consideraban hace solo tres meses, cuando esperaban que esta tormenta perfecta fuera solo una cuestión circunstancial, que acabaría pronto volviendo a la senda normal. No ha sido así. Y de hecho, los expertos del organismo prevén que la incertidumbre y toda la situación que acompaña a la economía lastrará las decisiones de consumo e inversión de los hogares durante todo el 2022.

Muchos ya asumen que habrá que ajustarse el cinturón. Los españoles somos más pobres ante la subida generalizada de los precios. Según los cálculos de Funcas, la subida generalizada de los precios recortará este año en 16.700 millones de euros la renta disponible de los hogares.

Todas estas cifras grandilocuentes tienen su traducción directa en el día a día de millones de pequeños negocios. Panaderías, pescaderías, papelerías, tiendas de ropa y toda clase de empresas que cada día ven cómo sus clientes acuden con el bolsillo mucho más apretado que de costumbre.

Sufren las empresas

Según el Boletín Económico del Banco de España publicado esta semana, la actividad empresarial se moderó desde que estalló el conflicto con Ucrania, el 23 de febrero. Sus datos apuntan a que se ha producido un incremento en el número de empresas que redujeron su facturación en el primer trimestre, hasta situarse en el 26,4 % del total. Una de cada cuatro empresas españolas ha sufrido el impacto de la guerra y de la inflación en sus cuentas.

PEPA LOSADA

Begoña García, papelería Carlín (Viveiro): «Me queda una caja de folios porque no consigo más»

 

Lucía Rey

El covid, la escalada de precios por la guerra, el paro del transporte..., son varias las crisis que se ciernen sobre la economía, como expone Begoña García Vale. Venezolana de origen viveirense, es propietaria de la papelería Carlin, en Viveiro, que empieza a acusar la falta de suministros. «Me queda una caja de folios porque no consigo más. El problema del transporte sigue y hay atraso en el envío de mercancía de todo tipo», comenta la empresaria. Relata que tuvo la opción de comprar paquetes de folios que tendría que vender a 9 euros a sus clientes. «Pero prefiero estar sin el producto temporalmente a comprarlos a ese precio porque nadie los va a querer», razona. Indica que el mes pasado, en marzo, empezó «la vuelta al cole» para las librerías. «Todos los pedidos de bolis, lápices, organizadores... se hacían a partir de mayo, pero a principios de año hubo una subida de precio, en abril va a haber otra, y las empresas nos animaron a adelantar visitas y pedidos para evitarla», cuenta la mujer, que está al frente de la papelería desde mayo del 2017. Indica que «por ahora» no ha notado «desánimo» entre sus clientes puesto que todavía no ha subido los precios.

MONICA IRAGO SOBRINO

Luis González de la Ballina, centro comercial Arousa: «Los precios han subido, pero nos mantenemos bastante bien»

El director del único centro comercial de O Salnés no percibe una mengua de su clientela pese al contexto de dificultades

serxio gonzález

Inaugurado en 1995, el Centro Comercial Arousa cumplirá 27 años en mayo. Ubicado en Vilagarcía, se trata de las únicas instalaciones de estas características que abren sus puertas en la comarca de O Salnés. Su principal motor es Híper Froiz, el primero de los hipermercados que la cadena de alimentación gallega puso en marcha, y a su alrededor trabajan otra treintena de negocios. La opinión de su director, Luis González de la Ballina, no es, por lo tanto, la del responsable de un establecimiento, sino la de quien coordina un metacentro en el que funcionan decenas de ellos. Y, pese a un contexto marcado por las dificultades y una suerte de tormenta perfecta para la actividad económica, Ballina asegura que el centro arousano está manteniendo un movimiento notable.

«Es cierto —apunta el responsable del centro comercial— que los precios han subido, pero nos mantenemos bastante bien y, al menos hasta ahora, no nos hemos visto muy afectados por esta situación». De hecho, Ballina percibe que el volumen de su clientela, alrededor de seis mil personas diarias de lunes a jueves y más de diez mil los sábados, no ha menguado en las últimas semanas. Salvo episodios puntuales, tampoco se ha dejado notar el desabastecimiento de mercancías generado por las dos semanas de la huelga del transporte. Algo que probablemente se deba a la capacidad logística propia del Grupo Froiz.

En ocasiones, las cosas salen bien. Y en el hecho de que las instalaciones arousanas muestren este elevado grado de fidelidad pese a un contexto complicado tiene mucho que ver el trabajo realizado antes de la pandemia. «Si teníamos dos motores principales, Froiz y Burger King, poco antes de la pandemia nos reforzamos con un gimnasio y un bricocentro, con lo que ahora esos motores son cuatro, y esto, obviamente, nos da potencia y atractivo», sostiene Ballina.

CARLOS CORTÉS

Ramón Rodríguez Otero, materiales de construcción: «Eu nunca vivira unha cousa así»

 

C. Cortés

Ramón Rodríguez Otero tiene una empresa de venta de material de construcción en Monforte y corrobora que la inflación está ralentizando toda la actividad en el sector. «As obras que están en marcha continúan, pero as novas non están comezando», explica. Los promotores prefieren esperar a ver si la situación mejora y los precios vuelven a donde estaban antes. Y a eso hay que añadirle los retrasos que acumulan pedidos de material en cuya fabricación se consume mucha energía, probablemente porque las fábricas ya solo trabajan sobre pedido.

En su negocio han tenido que subir los precios porque a ellos también se lo venden más caro. Muchas son subidas moderadas, pero hay productos que afrontan un encarecimiento sin precedentes, especialmente todo lo que se fabrica con metales o plásticos de cualquier tipo. Solo dos ejemplos. Los ladrillos duplicaron su precio de un día para otro, y las tejas acumulan en lo que va de año dos subidas consecutivas, una primera del 12,5 % y otra más reciente del 30 %. Y en muchos casos sin aviso previo. «Pasan cousas raras —explica—, chega un día un correo dun fabricante que nos avisa de que hai que subir os prezos un 18 % de maneira inmediata, non che dá tempo a planificar nin a avisar aos clientes». Se trata de una situación insólita para él: «Eu nunca vivira unha cousa así». Él espera que estos precios altísimos no se consoliden. «O ladrillo e a cerámica non poden quedar así —dice—, porque non se van vender, eses prezos non se sosteñen».

ANGEL MANSO

Ramón Santos, gerente de la mercería La Crisálida (A Coruña): «Desde que estalló la guerra en Ucrania notamos un descenso de ventas brutal»

 

Elena Silveira

Desde hace tres años Ramón Santos está al frente de La Crisálida, una de las mercerías de A Coruña con más renombre y que este 2022 cumple 80 años de historia. Explica que la pandemia fue un antes y un después para el negocio, ya que «el hecho de que la gente se quede en casa y tenga más tiempo libre es bueno para nuestro sector».

Aunque no aumentaron ventas, sí mantuvieron la actividad y consiguieron adaptarse a las circunstancias: «Lanzamos nuestra web y abrimos ventas a través de las redes sociales, que hacen una labor importante para acercar el comercio a los clientes», explica Ramón. De todas formas, el empresario indica que los últimos meses las ventas han sufrido varios altibajos y, la última estocada ha sido la guerra en Ucrania. «No sé si realmente está ligado a este acontecimiento o si es para contener el gasto familiar... pero desde entonces hemos notado un descenso de ventas brutal. El hecho es que, ahora, mucha gente está prescindiendo de nuestros productos porque la mercería no es un sector de primera necesidad. Estamos muy ligados al ámbito del entretenimiento, de las labores caseras, a tener tiempo libre...», comenta.

Otro de los inconvenientes que ha tenido que afrontar el sector es la escasez de materias primas y la huelga del transporte: «Sí, hemos tenido problemas de suministro durante la huelga de transporte, pero es verdad que han sido problemas puntuales y muy cortos en el tiempo, por lo tanto la situación no ha sido tan grave». En cuanto a la inflación y la subida de precios generalizada, también les ha tocado: «La mayor parte de fabricantes y distribuidores han aumentado sus tarifas aproximadamente entre un 8 % y un 9 %, así que los artículos que tienen mayor venta han aumentado de precio. Es el caso del hilo, que ha subido dos veces de precio este año». Como consecuencia, Ramón Santos confirma que ha tenido que tomar medidas: «He tenido que repercutir esa subida en el precio de venta, aunque no me guste hacerlo». Añade que su negocio es una mercería grande y tiene mucho almacén, con un gran estocaje de productos. «Así que, en la medida de nuestras posibilidades, podemos ofrecer precios muy competitivos».

Frente a estas circunstancias que complican la rentabilidad de muchos negocios, Ramón comenta que les está salvando una creciente conciencia ecológica y la tendencia suprarreciclaje, que consiste en darle nueva vida a prendas o tejidos ya usados de una forma más creativa.

CARLOS CORTÉS

Ramón Álvarez, ferretero: «As vendas comezáronse a recuperar a finais de marzo»

 

C. Cortés

La primavera siempre es una época de buenas ventas para el Bazar Ramiro, una ferretería de Monforte para la que que esta época del año siempre es intensa porque se incrementa la demanda de material para agricultura. Este año les ha llegado con un poco de retraso, pero les ha llegado. «As vendas caeron moito en marzo, pero a última semana dese mes xa comezaron a recuperarse», explica su propietario, Ramón Álvarez.

Él no cree que la única causa de que sus clientes evitasen hacer compras el mes pasado fuese la subida de los precios. Piensa que influyó también, y mucho, el miedo y la incertidumbre que provocan siempre las guerras, sobre todo las cercanas. «Digamos que en marzo se xuntou todo», resume. Incluida la huelga del transporte que dejó a las ferreterías recibiesen producto nuevo durante días. Está por ver si la recuperación de las ventas de estas últimas semanas se mantiene más allá de la primavera o es solo coyuntural.

Lo que no parece solo temporal es el encarecimiento general de los productos de ferretería. En el Bazar Ramiro han subido los precios de venta porque sus proveedores también se los han incrementado a ellos. El encarecimiento es prácticamente generalizado, pero afecta de una forma especialmente intensa a las herramientas y el material que llevan trefilería, a los herbicidas y a los plásticos.

 

MIGUEL VILLAR

Dora González, tienda de alimentación en ourense: «Últimamente tenemos que subir los precios casi a diario»

 

r. n. p.

«Cada semana revisamos las facturas y es que subió absolutamente todo. Últimamente tenemos que subir los precios casi a diario», explica Juana Calvo, propietaria de A Casa da Pataca, una tienda de alimentación en el barrio de O Couto. El negocio también produce y vende patata de la comarca de A Limia, lo que les da una visión más global del consumo en las últimas semanas. «Somos productores de patata y de cebolla y la verdad es que en la hostelería no hemos notado un descenso», señala.

Entre sus empleadas se encuentra Dora González que ratifica las palabras de Juana Calvo: «Ha subido todo de precio y lo que no sube, le rebajan la cantidad. Sucede, por ejemplo, en los productos que vienen envasados en loncha». Sobre el incremento que se ha producido en la cesta de la compra de este pequeño negocio de alimentación, coinciden en señalar que ha sido superior al 10 %. Además del impacto del incremento de las tarifas eléctricas o de las materias primas, también han tenido que hacer frente a la huelga del transporte: «Hemos tenido varias amenazas de mercancía que no iba a llegar, pero al final siempre lo hizo». En este negocio ourensano constatan que los clientes han rebajado el volumen de la compra: «Algún domingo cuando no nos quedaba pan, la gente se llevaba una bolla que es más cara. Ahora muchos ya no lo hacen».

MARCOS CREO

Manoli Martínez, propietaria de Pescados Portosín y placera en Noia: «La gente que anda más apretada de dinero se aguanta las ganas de comer pescado, y las ventas han descendido»

 

a. Gerpe

Afirma la pescantina Manoli Martínez, gerente de un puesto en el mercado de Noia, que «si antes traía 20 kilos de faneca, ahora cojo la mitad». Al igual que otras profesionales, detecta un descenso en el volumen de clientela: «Llevamos así un par de meses, pero ahora está notándose incluso más».

La placera recalca que «con un kilo de pescado, una familia no come». Dado que el coste de la vida se ha encarecido, Manoli Martínez precisa que «la gente que anda más apretada de dinero se aguanta las ganas de comer pescado, y las ventas han descendido».

Indica que el precio ha subido ligeramente: «El jurel está a cinco euros el kilo, cuando hace un año lo comprabas por tres». Señala que el kilo de rapante está a unos 12 euros, lo mismo que el de merluza. Especies como la faneca, muy consumidas, cuestan 8 euros el kilogramo.

En su caso, mantener el negocio a flote cuesta cada vez mayor esfuerzo, porque las ventas caen y los gastos aumentan. Para surtirse de mercancía, Manoli Martínez acude a diversas rulas, como las de Portosín, Ribeira, Muros e, incluso, Laxe.

Confiesa que marzo ha sido un mes especialmente difícil, en parte también por el paro del transporte. No ve factible un cambio de tendencia en los consumidores a corto plazo: «Todo está encareciéndose mucho y la gente busca optimizar el dinero a la hora de efectuar las compras de cada día».