La inflación se come 65 euros del salario mensual

Manoli Sío Dopeso
m. sío dopeso REDACCIÓN / AGENCIA

ECONOMÍA

MARCOS MÍGUEZ

La subida de precios habrá restado 800 euros al presupuesto familiar al cabo del año, si la actual escalada de sobrecostes no se detiene

27 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan regenta un salón de belleza en Vigo. Tenía en nómina a 5 empleadas, y en febrero tuvo que prescindir de una de ellas para pagar la factura de la luz. «Entre secadores, rayos UVA y aparatos de estética la factura se me disparó a los 1.350 euros. Es triste decirlo, pero el sueldo que pagaba a la esteticista se ha ido directo para la compañía eléctrica y aún no me llega», afirma el peluquero, que además reconoce que se ha visto obligado a subir precios a los clientes. «Todos los productos de belleza y cosmética han subido, si quiero mantener el negocio y el empleo que queda tengo que repercutirlo», explica a un chico al que el corte de pelo que en enero le costó 12 euros ahora le suponen 14.

Los dos euros de más que este cliente ha tenido que abonar forman parte de esa inflación de efecto dominó, que desde que empezó a venirse arriba en el 2021, enganchada al precio de la luz, sigue creciendo ahora desbocada por el impacto de la guerra de Ucrania y sus repercusiones en el coste de materias primas básicas para nuestra economía.

«Cada punto adicional de inflación como consecuencia del ascenso de la factura energética supone una pérdida de poder adquisitivo para los hogares de cerca de 7.600 millones de euros», calcula Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorros).

Antes de que estallara la guerra en Ucrania, se esperaba que la inflación terminara el 2022 en torno a un 4,6 % de media, que no es poco. Pero con el conflicto, las perspectivas son peores.

Ahora, en el mejor de los casos el año acabará con una subida media de precios del 5,9 %, mientras que si las tensiones continúan, la inflación podría alcanzar el 6,8 %, según las estimaciones de Funcas.

800 euros más al año

Esto supone una diferencia de más de dos puntos respecto al cálculo hecho antes de la guerra, lo que significa que las familias perderán este año más de 15.200 millones de euros de poder adquisitivo, calcula este organismo.

Esta cantidad da una media de 800 euros perdidos por familiar al dividirla entre los 17,8 millones de hogares que hay en España según el INE. Aunque en términos reales, el impacto varía en función de la renta y la cesta de consumo. O lo que es lo mismo: cada mes del 2022, los españoles perderán algo más de 65 euros de poder adquisitivo, sino más, porque se trata de estimaciones basadas en datos medios. Porque el golpe al bolsillo no duele igual. La actual escalada de la inflación se ceba especialmente con las rentas más bajas, y esto se debe a que los productos que más suben de precio tienen un peso mayor en la cesta de la compra de estos hogares.

Los productos energéticos son los que han disparado el gasto de las familias: la luz subió un 80,5 % en febrero respecto a un año antes y los combustibles un 52,3 %. Son bienes de primera necesidad de los que los hogares no pueden prescindir. Con el IPC disparado en febrero un 7,6 % de media en España y un 8 % en Galicia, el conflicto de Ucrania sin un final a la vista; y el conflicto del transporte agravando la crisis de desabastecimiento de materias primas, todo apunta a que marzo, que entra en su última semana, acabará batiendo los peores récords. ¿Pero cual es la tendencia para los próximos meses? ¿Donde está el final de esta escalada de precios? Incertidumbre es la palabra en la que coinciden los analistas consultados.

Santiago Lago, catedrático de Economía y director del Foro Económico de Galicia considera que la única forma de hacer una previsión es a partir de supuestos y panoramas diferentes. «Cuando estalló la guerra estábamos trabajando en unos supuestos para el 2022 que ya no son válidos. Ahora nadie sabe lo que va a pasar, cuánto va a durar el conflicto y lo que podemos hacer es hablar de escenarios», afirma Lago.

«¿Qué va a pasar? Lo lógico es que ocurriera lo inverso, un primer trimestre del 2022 con precios altos y a medida que se relajaran las tensiones en la cadena logística, la inflación bajaría hasta el 3 o 4 %. Pero ahora, en este escenario bélico, tenemos nuevas fuentes de impulso de los precios como el gas, el petróleo, la electricidad y los posibles efectos de esta espiral», afirma.

«Catastrófico»

La clave, según Santiago Lago, está en cuánto va a durar el conflicto. «Puedes vivir unos meses con precios disparados pero si esto se prolonga será catastrófico. En un escenario de un final de la guerra cercano podríamos ver una caída rápida de la inflación que a finales de año estaría en torno al 5 %», estima el economista. «Si esto se prolonga, el dato interanual seguirá subiendo, y ahí el riesgo es que se genere una espiral de precios más allá de la energía. Lo cierto es que nos movemos en una incertidumbre extraordinaria» asegura Lago, aclarando que, en todo caso, con o sin conflicto bélico, el coste de la energía va a seguir dando guerra. «Se va a ir haciendo más cara, pero no como en este momento, en que hemos visto un salto de escalón enorme. Estamos en un proceso de descarbonización que va a hacer que la cosas más contaminantes sean más caras, pero sería una subida más suave», aclara.

Mayor control de las cadenas

El problema, según el economista, es que ser tan dependientes de otros países tiene sus riesgos. «Lo vimos en la pandemia, y ahora lo vemos con la energía y con las materias primas agrícolas. La interdependencia vale en un mundo ideal sin conflictos, pero es una estrategia con riesgos. Hay que buscar el equilibrios, y cambiar a un modelo de mayor control de las cadenas de suministros», concluye Santiago Lago.

Para Patricio Sánchez, profesor de Economía Financiera de la Universidade de Vigo, los datos de inflación que se están alcanzando y que impactan en el día a día de los consumidores «eran esperados hasta ahora, aunque se contaba con que las cosas se calmarían a partir de la segunda mitad del año. Pero la situación ha dado un vuelco con lo de Ucrania».

La clave está en la energía

«Cuanto más se alargue la guerra, más tocada saldrá la inflación. Se habla de dos puntos más solo por el estallido del conflicto. Ahora a mayores tenemos el problema interno generado por el desabastecimiento y la huelga del transporte. La clave está en la energía, y ahí no soy nada optimista, porque es un problema estructural, más allá del final de la huelga y más allá del fin de la guerra» explica el economista.

En opinión de Patricio Sánchez, el problema «no es solo lo que pase con los combustibles, sino que hay un efecto cadena que se repercute en el precio final que pagan los consumidores. Hay un problema de configuración del mercado de la energía. Y luego a ver qué hace Argelia con el gas, que ya está amenazando que lo va a mandar por Italia», indica el economista, que opina que, dada la situación «no era el momento de abordar un asunto como el del Sáhara, porque tocamos la delicada cuestión energética. Son momentos muy complicados, ya no hay distinción entre economía y política» sostiene.

El economista resta importancia al hecho de que inflación se sitúe en Galicia por encima de la media española. «Quizás la explicación venga porque aquí los precios parten de más abajo de la media. En todo caso, con nuestro claro potencial en energías renovables, habría que repensar el modelo industrial de Galicia», concluye.

El consumo le tiene miedo a la guerra: el gasto de los hogares se enfría

La onda expansiva de la inflación sigue su curso. Cada vez son más los productos que presentan subidas de precios interanuales por encima del 2 %, lo que está llevando a las familias a ser más cautas y a enfriar su nivel de gasto.

Antes de que la guerra estallara, los organismos encargados de hacer seguimiento a la economía ya observaban una ralentización del consumo, como consecuencia del aumento de las tasas de contagio por la variante ómicron, la intensificación de los cuellos de botella en la falta de suministros y la escalada de los precios de la energía.

La invasión rusa de Ucrania ha cambiado de manera radical el panorama económico de este año. Y aun sin tener en cuenta el impacto de las dos semanas de huelga de transportes que han bloquedao la actividad de buena parte del tejido productivo y comercial, los analistas han rebajado sus previsiones de crecimiento. La razón: el impacto que la elevada inflación acabará teniendo sobre el gasto privado.

La Cámara de Comercio de España prevé en un informe que el consumo de los hogares españoles aumente en este año un 2 % en lugar del 4 % que habían calculado a finales del ejercicio pasado, cuando se daba por hecho que la recuperación llegaría a mediados del 2022. Funcas, por su parte, sitúa el aumento del gasto en el 2,5 %. Son previsiones que resultan algo raquíticas si se tiene en cuenta que en el 2021 el gasto final de los hogares aumentó un 4,6 % respecto al año previo, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Y además, se quedan muy lejos de ese 6,9 % que el Gobierno incluyó en los Presupuestos Generales del Estado, como recuerda el Foro Económico de Galicia.

La culpa de todos los males la tiene el precio de la energía, «el recibo no aflojará en los próximos meses, lo que a su vez hará que la tasa de ahorro caiga hasta situarse por debajo de su nivel precrisis», dicen desde el Foro.