Uniqlo rectifica su postura y decide cerrar sus tiendas en Rusia

La Voz

ECONOMÍA

Axel Schmidt | Reuters

Después de varias campañas de boicot en redes sociales, la firma japonesa se suma a la fuga de multinacionales alegando que la continuidad del negocio no es posible «debido a una serie de dificultades»

10 mar 2022 . Actualizado a las 16:57 h.

La multinacional japonesa Fast Retailing, propietaria de la cadena textil Uniqlo, ha decidido suspender temporalmente sus operaciones en Rusia al considerar que la continuidad del negocio no es posible, sumándose así al éxodo de empresas internacionales tras la invasión de Ucrania. «La continuidad de nuestro negocio en Rusia no es posible debido a una serie de dificultades. Por este motivo, hemos decidido suspender temporalmente nuestras operaciones», ha anunciado la compañía.

En este sentido, Fast Retailing se ha posicionado «firmemente en contra de cualquier acto de hostilidad», condenando todas las formas de agresión que violan los derechos humanos y amenazan la existencia pacífica de las personas.

«La misión de nuestra compañía es ofrecer ropa esencial y asequible pensada para todos», ha indicado la empresa, subrayando su responsabilidad de ofrecer estos productos de primera necesidad a todo el mundo, incluyendo a todos aquellos afectados por conflictos, desastres naturales y otras tragedias.

«Como parte de nuestra misión también hemos ofrecido ropa de primera necesidad a nuestros consumidores en Rusia. No obstante, recientemente hemos tenido que hacer frente a una serie de dificultades, incluyendo la agravación del conflicto y retos logísticos que nos han llevado a suspender temporalmente nuestras operaciones», ha explicado la multinacional.

En una reciente entrevista con el diario japonés Nikkei, el consejero delegado de Fast Retailing, Tadashi Yanai, había expresado la disposición de la cadena de moda a seguir operando en el mercado ruso.

Sin embargo, después de este anuncio las peticiones de boicot a la marca se empezaron a multiplicar en todo el mundo. Millones de consumidores pusieron en marcha en plataformas como Twitter un movimiento para desprestigiar a la marca y tratar de convencer a la sociedad de la importancia de no comprar más productos de la marca.