Óscar Otero: «Creo en la suerte, pero, eso sí, siempre hay que salir a buscarla»

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

El director general de Densoplast asegura que la empresa, muy joven, no reparte dividendos, los invierte

05 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Óscar Otero Taín nació en Silleda (29 de octubre de 1978), tiene dos hijos y «un hermano de distinta madre», Felipe Iglesias, con el que constituyó Densoplast en el 2016. Se estremece cuando recuerda los primeros momentos, muy duros. Recuerda un día en el que él y su socio estaban a las 12 de la noche en la empresa, frente al ordenador, callados. El silencio se podía cortar. Tenían vértigo de lo que les depararía el futuro. Se fueron a casa y a las 6 de la mañana volvieron a verse en la puerta de la compañía: «Hay que seguir adelante». Lo hicieron y llegó la pandemia, que les propulsó en el mercado.

—Los plásticos no se llevan, ya no están de moda.

—Eso es lo que dicen, pero no tienen que ser un problema para el medio ambiente si se usan de manera correcta. El plástico es material reciclable, por lo que su impacto medioambiental es... En mi opinión, lo importante es la concienciación de las personas: qué hacemos con el plástico después de haberlo utilizado. Tenemos que ser conscientes de por qué se forman mares de plástico. Debemos de cerrar el ciclo. Es un hecho: nosotros ya estamos trabajando no con materiales reciclables, sino con materiales reciclados. El 50 % de nuestra producción lleva entre un 25 y un 100 % de material reciclado.

—Ustedes fabrican envases. Soplan botellas a través de distintas tecnologías. También hacen elementos de cierre como tapones, tapas... ¿Cree que tienen futuro teniendo en cuenta la que está cayendo?

—Sí, estoy seguro. Hay estudios que lo confirman. Una botella que pesa 20 gramos en plástico, cuadriplicaría su peso si se elaborase con otro tipo de material, y el coste de producción se duplicaría. Claro que tenemos futuro. El mundo necesitará más plástico, pero tenemos que cerrar la cadena y trabajar más materiales reciclados y biodegradable (siempre que se pueda, claro).

—Tienen una fábrica en Lalín y otra en Portugal, al lado de Aveiro. ¿Cuánto están produciendo?

—Nuestros números se reparten al 50 % entre una y otra. Estamos en una producción de 100 millones de envases, con una capacidad productiva de 150 millones al año.

—¿Por qué Portugal?

—Las dos plantas casi se pusieron en marcha a la vez. Hace muchos años conocí a una familia que tiene una empresa de productos químicos y de limpieza. Tenían una pequeña fábrica de envases y nos insistían en que teníamos que hacer algo. Así nacimos, a su lado en un terreno de 8.000 metros cuadrados con una planta de producción de 6.000. En Lalín tenemos otros 6.000 metros y en cada una de las instalaciones hay distintas tecnologías. No tendría sentido duplicar procesos. Tanto en una como en otra utilizamos PET y extrusión soplado, pero en distintos porcentajes.

—¿Se instalarán en otros países?

—Nuestros principales mercados son el español y el portugués (nuestro vecino luso nos absorbe el 70 % de lo que producimos). También hacemos alguna exportación puntual al Caribe. En nuestra mente existe una posibilidad: hacer otra planta de producción en América Latina; sí, en el Caribe. Pero no tenemos fecha, no tenemos prisa, con lo cual nos queda mucho camino por andar.

—Confiesa que tienen encima de la mesa proyectos importantes que no quieren desvelar.

—Aunque con las inversiones hay que ser siempre cauto, tampoco puedes estar parado. Vamos a esperar a ver cómo se mueve la economía. Para nosotros el covid ha sido algo... Nos pilló en pleno arranque de una fábrica. Empezamos a producir en noviembre del 2017; en aquel año las ventas fueron un poco de risa: 150.000 euros. En el 2018 facturamos 650.000, y en el 2019, doblamos (1,2 millones). En el 2020 nosotros ya ingresamos 6 millones de euros. Nos adaptamos a lo que exigía el mercado y ese momento para nuestro sector fue una locura. Todo el mundo necesitaba más envases para hidrogeles, tapones, elementos de cierre. Los clientes nos venían por aquí y nos decían: «Por favor, por favor, no nos dejéis sin el producto».

—Pero cuando acabe la pandemia la facturación puede caer en picado.

—No. De hecho para nosotros el 2021 ya no fue un año de pandemia, y hemos incrementado la facturación. Esperemos que en el 2022 crezca un 12 % más. Para Densoplast la pandemia terminó en noviembre del 2020.

—Tal y como lo cuenta, el covid fue un trampolín.

—Lo que nos hubiese llevado tres años, lo logramos en seis meses. Es fácil decirlo, pero no ha sido fácil gestionarlo. Teníamos medios y personas (sin ellas nada hubiera sido posible) y tuve que pasar de dos turnos a trabajar sábados y domingos... La respuesta de la plantilla en ese momento fue: vamos adelante.

—En realidad, la compañía tiene pocos años de vida y ha hecho un largo recorrido...

—A la semana de dejar la empresa en la que trabajaba tuve tres ofertas. Pero mi socio y yo decidimos montar Densoplast, y sabes: los inicios fueron muy complicados, realmente complicados. Lo que crees que te va a llevar... Ha habido momentos muy duros, durísimos. Solo recordarlos parece que se me pone la piel de gallina.

—¿No les dejaban dinero?

—Cuando decidimos montar la empresa no pensábamos en hacer las inversiones con capital ajeno. Producimos y reinvertimos. Hemos destinado ya 7 millones. Un 35 % se corresponde con ayudas públicas, tanto de España como de Portugal. Porque el proceso de inversión aquí no cesa.

—¿Están ya en beneficios?

—Sí.

—¿Y los reparten o reinvierten?

—En Densoplast no se reparten beneficios, se reinvierten. Esta compañía es muy joven. No es el momento de repartir beneficios, sino el de apostar por la inversión, captación del mercado. Creo en la suerte, pero, eso sí, siempre hay que salir a buscarla.

—¿Estudió una FP?

—Sí. Cuando salí de EGB, llegué al instituto. Pero en segundo de BUP planté y me puse a trabajar. Luego, me di cuenta que me tenía que formar y empecé a cursar FP en nocturno. No sé qué harán mis hijos, pero lucharía hasta mi última gota de sudor para que se formasen. Si no lo hiciese, si no fuese capaz de convencerlos, no me lo perdonaría. Tienen que hacer lo que les guste, pero con una formación que les permita ganarse la vida.