Vivir nunca había sido tan caro

F. Fernández LA VOZ

ECONOMÍA

Javier Lizón | Efe

Gestos de lo más cotidiano como encender la luz, calentar la casa o llenar el depósito se han convertido en una tortura para las familias. La factura eléctrica es un 40 % más cara que hace un año y los carburantes, entre un 24 % y un 27 %

20 feb 2022 . Actualizado a las 12:18 h.

Vivir nunca había sido tan caro como ahora. Gestos tan cotidianos (y necesarios) como encender la luz, calentar la casa o coger el coche para ir a trabajar o para ir de paseo hasta la playa nunca habían costado tanto dinero, para desesperación de las familias. Los precios de los productos energéticos básicos arden desde el verano pasado, cuando comenzó una escalada que alcanzó su momento culmen en diciembre y que amainó levemente con la llegada del 2022. Pero solo levemente.

Tras un año 2020 con la vida y la economía casi paradas por la pandemia, el mundo se adentró en un 2021 en el que empezó a florecer la recuperación. La demanda empezó a repuntar, pero a un ritmo más rápido que la oferta, lo que provocó una escasez persistente que es la principal causa del fuerte incremento de los precios de las materias primas y, por ende, del coste de la vida. La inflación es galopante: del 6,1 % interanual en España (del 6,8 % en Galicia). Lo es por esto.

  

Gas Natural

Entre enero del 2021 y el mismo mes de este 2022, la materia prima que más se ha revalorizado es el gas natural, en gran medida por las fuertes tensiones geopolíticas con Rusia. El gran suministrador de gas a Centroeuropa dosifica desde hace meses las inyecciones de hidrocarburo como arma de presión política. La jugada no le ha salido mal. La cotización del megavatio hora en el mercado ibérico del gas (Mibgas) a lo largo de estos últimos trece meses se ha multiplicado por tres, al pasar de 27,08 euros a 83,62. Las materias primas no saben de fronteras y los precios del Mibgas reflejan lo ocurrido con las cotizaciones en los principales mercados de referencia del hidrocarburo. Como el TTF holandés, el principal espejo en el que se miran los inversores en Europa. 

Electricidad

El efecto contagio del alza del gas natural a otros productos energéticos se produjo en un abrir y cerrar de ojos. Especialmente a la electricidad al por mayor, que también ha triplicado su precio en el último año. Y es que el hidrocarburo es el combustible que utilizan las centrales de generación de ciclo combinado que, como las demás, venden cada día su producción en un mercado mayorista en el que la tecnología más cara es la que marca el precio final medio que cobrarán todas las demás, al margen de cuáles hayan sido sus costes de producción. Este sistema marginalista es el que quiere dejar de aplicar, aunque sea temporalmente, el Gobierno español para afrontar una crisis que está haciendo saltar por los aires sus previsiones de recuperación económica del país y que ahoga a familias y empresas. Aunque para ello el Ejecutivo necesita el plácet de una Comisión Europea que hasta el momento se resiste a tocar el funcionamiento de todos los mercados eléctricos de la Unión. Quitar el gas natural de esa cesta de megavatios horas enfriaría los precios eléctricos y los protegería de los caprichosos vaivenes de las cotizaciones internacionales. Los costes de producción de los ciclos combinados se han disparado no solo por el coste del hidrocarburo. También porque tienen que comprar derechos de emisión de dióxido de carbono y estos han aumentado un nada desdeñable 152 %.  

Factura de la luz

Arrastrada primero por el gas natural y después por la electricidad al por mayor, la factura de la luz que paga el consumidor final estaba condenada también a dispararse. Así ha sido. El experto José Luis Sancha, de la Universidad ICADE Comillas, ha hecho sus cálculos sobre el impacto en el recibo mensual de una familia con contrato de suministro en el mercado regulado de la electricidad y ha concluido que el de enero pasado fue un 40 % más elevado que el abonado justo un año antes. Lo peor ocurrió en diciembre, cuando la factura fue un 50 % más cara que la del primer mes del 2021.

Petróleo

Inédito sería que el petróleo no contribuyese a ahondar la crisis de precios energéticos. El barril de brent, el de referencia en Europa, acabó enero pasado cotizando un 60 % por encima que doce meses antes. Fuentes de la Asociación de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP) explican qué está pasando: que los países productores, como los agrupados en torno a la organización OPEP + (que incluye a Rusia, entre otros), no están cumpliendo el acuerdo de aumentar producción a razón de 400.000 barriles al mes para inyectar más crudo en el mercado. Ese incremento de la oferta para cuadrarla con la demanda contribuiría sobremanera a enfriar los precios y, de hecho, Estados Unidos y China están presionando para que esa organización ejecute ya su compromiso y alivie los mercados. Las mismas fuentes de la patronal petrolífera indican que la crisis en Ucrania echa también leña al fuego para avivar las cotizaciones.

Carburantes de automoción

A cómo se cotice el petróleo influye en el coste de la mayor parte de los productos cotidianos. Sobre todo, en los carburantes de automoción. Aunque el crudo no está aún en niveles de máximos históricos, la gasolina y el gasoil sí lo están. Llenar el depósito del coche es una tortura. En Galicia, el litro de gasolina se ha encarecido un 24 % en el último año y el de gasoil, un 27 %. Fuentes de la AOP explicaron que no se puede aplicar una regla de tres en la formación de los precios del crudo y de los carburantes, es decir, que los segundos no suben o bajan lo mismo que el primero porque influyen otros factores, como la carga fiscal. En este sentido, la patronal petrolífera recuerda que los impuestos a los carburantes han experimentado incrementos a partir del 2012 que también explican en parte su revalorización en los surtidores. 

Butano

Los gases licuados del petróleo (GLP) también han sucumbido al efecto arrastre del gas natural y del petróleo. Como la socorrida bombona de butano, que todavía utilizan para cocinar o para calefactar las viviendas de las zonas rurales donde no hay infraestructura de gas canalizado, se ha encarecido un 33 % en el último año y cuesta más que nunca antes: 17,76 euros. 

Las medidas que adoptó el Gobierno para suavizar el derechazo de la energía a los consumidores

El Ministerio para la Transición Ecológica ha concentrado todos sus esfuerzos en intentar enfriar el precio de la electricidad para los consumidores finales. En junio pasado lanzó la primera andanada de medidas fiscales temporales con una reducción del IVA que grava la factura: desde entonces se aplica un tipo del 11 % en lugar del 21 %. En septiembre llegó la segunda batería, más cargada que la primera. El Gobierno redujo el impuesto especial de electricidad del 5,11 % al 0,5 % y recortó buena parte de los costes regulados que engordan el recibo. Esta última medida ya no está en vigor desde el 1 de enero. Todas estas medidas han servido para evitar que el incremento de precios fuese aún mayor de lo que ya es. De momento, están prorrogadas hasta finales de abril, aunque el Gobierno no descarta seguir manteniendo las rebajas fiscales si la situación persiste.

La fiscalidad del resto de productos energéticos no se ha tocado, aunque el Consejo de Ministros sí acordó limitar el aumento de la factura del gas natural para una parte de los consumidores: los que tengan contratada la tarifa de último recurso. En España hay cerca de ocho millones de consumidores de gas, de los que 1,58 millones están acogidos a la tarifa de último recurso (TUR), en su mayoría hogares y pymes. Los demás están en el mercado libre y a precios que se revisan cada año.

Lo que piden la industria y los empresarios de las estaciones de servicio

La patronal GasIndustria, que agrupa a empresas consumidoras de gas natural, le ha pedido al Gobierno -sin éxito, de momento- que, como ha hecho con el negocio de la electricidad, rebaje también la carga fiscal que grava el hidrocarburo. Lo mismo ha pedido para los carburantes de automoción la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (CEEES).

Trabajar se pone por las nubes

Empresas y autónomos afrontan un fuerte incremento de los precios de los productos básicos. Trabajar para ellos es más caro que nunca, pero no siempre pueden trasladar esos sobrecostes a sus clientes en los servicios que prestan o los productos que venden. Las ganancias menguan y los profesionales tratan de capear el temporal con la esperanza de que sea una tormenta económica temporal. 

Jose Manuel Casal

Montse Custodia, churrera: «Cada garrafa de aceite encareceuse 15 euros»

Marta López

De Pontecesures a Carballo, Vimianzo, Baio o Padrón para hacerse cargo de la parte más dulce de los mercadillos. Montse Custodia Llerena heredó el oficio familiar y regenta la Churrería Delicias, con la que viaja por las feiras de media Galicia. Además del evidente sobrecoste por los combustibles, también ha tenido que hacer frente a una subida importante en las materias primas y los suministros que utiliza diariamente. «Cada garrafa de 25 litros de aceite encareceuse 15 euros, por non falar do butano, que tampouco para de subir», sostiene esta empresaria, que al trabajar con su hijo puede desdoblarse en jornadas en las que hay más de un mercadillo. Aunque tal y como están las cosas, el negocio da «para pouco máis que para vivir», dice. «As feiras xa estaban frouxas, pero a situación empeorou co covid. Agora, como che veña un día malo de chuvia, volves case empeñado: o gasoil tes que gastalo igual, pero os ingresos non alcanzan». Cree que siempre son ellos, los pequeños autónomos, los que reciben el mayor impacto. Su hija, sin ir más lejos, tiene una cafetería y está ahogada por el precio de la electricidad: «Dicímoslle que suba o prezo do café, pero ela dinos que se fai iso non lle veñen os clientes, e ten razón. Esa non é a solución», reflexiona esta cesureña, que confiesa, impotente, que poco más le queda por hacer que entonar el socorrido Resistiré.

LOLITA VAZQUEZ

Rogelio López, pizarrista: «Un contenedor pasó de 2.000 a 8.000 euros»

M. Cobas

El gasoil, la electricidad, los palés de madera, el explosivo, las piezas de recambio de las máquinas... El relato del pizarrista Rogelio López, presidente del consejo de administración de Samaca, es largo y solo encuentra un producto del capítulo de consumo en el que no se haya disparado el precio: el diamante, tanto en cable como en disco (que se usa para cortar la pizarra), no ha subido mucho. En el resto, el porcentaje de aumento se mueve entre el 30 % y el 50 %, mientras que en los contenedores el precio se ha cuadriplicado. «Antes mandar un contenedor de 25 toneladas costaba 2.000 euros, y ahora 8.000», relata López, que explica que eso está haciendo inviable la exportación al otro lado del Atlántico. «Es un desequilibrio muy grande, porque en transporte ya casi se va la mitad del valor de la mercancía», relata.

No afecta tanto porque la mayor parte de la producción se vende a Europa y se va por carretera. «Vamos consiguiendo que el cliente asuma la diferencia del transporte, y así vamos trampeando, con la idea de que se estabilice», relata. Además, también tienen a su favor que han conseguido ir aumentando el precio al que venden la piedra natural. «El 2020 se cerró con una subida del 8,3 % de los precios y el 2021 va a situarse en el 11 %, y este año también está habiendo subidas, lo que nos ayuda a afrontar ese aumento en los costes», relata el empresario.

Santi Garrido

Jesús Sánchez, taxista: «Gasto 300 euros máis por viaxe a Liechtenstein»

M. López

El muxián Jesús Sánchez lleva cerca de treinta años haciendo viajes al centro de Europa, sobre todo, al pequeño principado de Liechtenstein, en donde residen unas 300 personas oriundas de la Costa da Morte. Primero empezó transportando pasajeros: 2.000 kilómetros ida y vuelta y dejando al cliente en la puerta de su casa, pero el mercado ha ido cambiando y ahora se dedica sobre todo a las mudanzas y a los envíos. Haciendo viajes tan largos, está notando especialmente la subida ya no solo del combustible, sino también de los peajes y de los productos básicos. «Gasto uns 300 euros máis por cada viaxe a Liechtenstein ou Suíza, entre gasoil, comida ou peaxes. É unha barbaridade, xa que ao final do mes pode supoñer máis de mil euros de incremento», explica el muxián, que asegura que llegó a repostar diésel en el país helvético a la friolera de 2,20 euros el litro. Aunque las tarifas en España no van muy desencaminadas: si hace unos días se quejaba de que en alguna estación malagueña el gasoil A se vendía a 1,51 euros, en su Costa da Morte natal ya ha alcanzado esa tarifa. Se siente, asegura, impotente ante una situación que no hace sino agravarse con el tiempo: «É como coller os cartos cunha man e deixalos marchar coa outra». También lamenta tener que luchar constantemente «contra a competencia desleal»: conductores que no están dados de alta y tiran los precios.

José Devesa, transportista: «El combustible es el 47 % de la facturación»

M. Cobas

«El año pasado, el litro de combustible estaba en 1,04 euros y ahora pasa del 1,5 de media en España. Y sí, tenemos un descuento, pero es el mismo que cuando el precio estaba bajo», relata José Devesa, responsable de la empresa de transportes del mismo nombre en O Barco de Valdeorras. Cuenta con una flota de 19 camiones, de los que a principios de mes paró tres para ponerlos a la venta. «Como no los hay nuevos en stock y las empresas están tardando mucho en entregarlos, espero venderlos pronto, porque tienen 4 o 5 años y hay demanda», relata. A los tres chóferes no les renovó el contrato. «Tengo que reducir costes para tratar de salir adelante», dice, porque con los precios actuales está trabajando a pérdidas. «Y si en un viaje pierdes 100, en 30 pierdes 3.000», explica. Reconoce cierta parte del culpa del sector, «por cobrar a menos de un euro el kilómetro». Dice que no hay rentabilidad por debajo de 1,20, cifra que el Gobierno eleva hasta 1,35 euros por kilómetro.

A sus 59 años, lleva 40 en el sector En 1999 creó su propia empresa, que desde hace un lustro «va cada vez peor, y con la subida del combustible se ha hecho imposible». Dice que cada camión gasta unos 8.000 euros mensuales y entre toda la flota la subida es de unos 25.000 euros mensuales. «Cuando yo empecé, el combustible era el 35 % de la facturación y ahora está entre el 45 y el 47 %», remata.