La otra Galicia vaciada: 6.800 locales comerciales cerrados

ECONOMÍA

La destrucción de negocios se acelera en pequeños municipios y se contiene en las ciudades

06 feb 2022 . Actualizado a las 19:28 h.

A cuentagotas, en silencio, de un día para otro, el pequeño comercio se extingue. Lleva tiempo desapareciendo y dejando centenares de locales vacíos de ciudades y barrios, pero su muerte está siendo ahora más acelerada y fulminante en pequeños y medianos municipios, en donde ya no queda otra alternativa que desplazarse en coche hasta para ir a comprar el pan. La secuencia es siempre la misma: primero cierra la sucursal del banco de toda la vida, y detrás van la ferretería que tanto vendía una sartén, como una bombona de butano o el pienso para las gallinas; la tienda de alimentación y bebidas que hacía las veces de estanco, la mercería de los mandilones de cuadros vichy, las camisetas de felpa y el cosido de todo tipo de arreglos; y por último la farmacia, desactivada por el cierre del centro de salud.

Apagón comercial

El apagón comercial es una tendencia extendida, que deja un panorama de calles salpicadas de locales cerrados en las ciudades. Pero, es en las zonas más despobladas, donde las consecuencias se agravan. Así lo confirma un amplio estudio realizado por la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein) que cifra el stock de locales comerciales vacíos existentes en Galicia, al cierre de enero, en un total de 6.800. El análisis, por provincias y municipios, muestra que más de un tercio de los bajos disponibles en alquiler, concretamente 2.500, se localizan en pequeños o medianos municipios, mientras que el conjunto de las siete principales ciudades gallegas (A Coruña, Ferrol, Santiago, Lugo, Ourense, Pontevedra y Vigo) cuentan con un stock de 4.320 locales vacíos.

En su análisis, Fegein considera que «la desaparición de las entidades bancarias en muchos ayuntamientos de menos de 3.000 habitantes le da la puntilla a la Galicia vaciada, al disminuir notablemente la demanda de locales comerciales en estos municipios». Así lo afirma Benito Iglesias, el presidente de la federación del sector inmobiliario, que constata que la situación es especialmente delicada en los 46 ayuntamientos gallegos que ya no tienen servicio de oficina bancaria. «Esto se traduce en que la gente ahora se tiene que desplazar hasta un municipio mayor para realizar las gestiones que antes llevaba a cabo en su pueblo, y hace allí su gasto: va al supermercado y realiza compras y consumos que antes se quedaban en su lugar de residencia», asegura.

Una Galicia de dos velocidades

Según los datos de los que dispone Fegein sobre comercialización de locales comerciales, correspondientes al cierre de enero, se constata una Galicia de dos velocidades: hay unas áreas que avanzan y aglutinan el 80 % de la oferta y demanda y que prácticamente se concentran en 40 ayuntamientos de los 313 que tiene la comunidad. «La demanda en más de 270 ayuntamientos gallegos es reducida y se deriva en la práctica al núcleo más céntrico de los municipios más poblados, que solo representan el 20 % de la demanda actual, lo cual, evidencia el despoblamiento y envejecimiento de los municipios de menos de 5.000 habitantes, y su falta de poder de atracción de nuevas actividades económicas y de fijación de población», explica Iglesias.

Por municipios pequeños y medianos, el mayor número de locales vacíos se localizan en Ames (135) y Narón (120), en la provincia de A Coruña; las comarcas de O Morrazo (2020) y Salnés (180), en Pontevedra; A Mariña (110) y Lemos-Chantada (70), en la provincia de Lugo; y Limia (90) y Barbadás (65) en Ourense.

«Es un número extremadamente grave, el comercio se está enfrentando a una situación insoportable», denuncia la Federación Galega de Comercio. Dicen que no toda la culpa la tiene el cierre de los bancos, y centran su teoría no tanto en los municipios pequeños, como en las parroquias y barrios más alejados de los centros urbanos. «La liberalización de los horarios comerciales ha allanado el camino a la entrada de cadenas e hipermercados en donde antes había negocios independientes», explican estas fuentes. Exponen que un claro ejemplo de este cambio se ve en los comercios chinos: «Antes eran los únicos que cerraban tarde y trabajaban todos los días de la semana. Ahora tienes un hipermercado o un supermercado abierto hasta las diez de la noche, incluso algunos 24 horas. Con estos horarios, el comercio pequeño no puede competir, y tiene que cerrar, y ese local difícilmente se va a ocupar, porque es un problema de base», aseguran desde la patronal gallega del comercio.

«No puedes tener un negocio abierto solo para vender unas pocas barras de pan»

Fragoselo es un lugar de la parroquia viguesa de Coruxo, de 500 habitantes, en donde el pan se reparte en furgoneta, casa por casa. El único producto fresco que se puede comprar llega en el maletero del coche de Loli, la pescadera. Hace dos años que cerró Alimentación Olimpia, el último de los tres negocios de ultramarinos que llegó a haber en el pueblo en los años setenta y ochenta. «La dueña de la tienda se jubiló, y nadie quiso seguir con el negocio», cuentan las vecinas que acuden al pescado.

Todas las que allí se encuentran superan de largo los 60 años. «La gente joven se coge el coche y se va al supermercado que abrieron allá abajo [en el centro de Coruxo, cerca de la playa]. Van a lo barato. Esta gente mayor sí que sabe comprar», dice la pescadera, que confiesa su impotencia ante la presión de las cadenas de supermercados e hipermercados que se asientan a un máximo de tres kilómetros de distancia a la redonda.

La gente se acostumbra

«¿Abrir una tienda? Aquí nadie te quiere venir. No puedes mantener un negocio y pagar la cuota de autónomos vendiendo diez barras de pan al día y una bolsa de leche a uno que se le olvidó, pero que al día siguiente va al hipermercado a por una caja», afirma Servando que junto a su mujer Beti, están al frente del la bocatería Agacha a Testa, el único negocio que queda en pie en todo el pueblo. «Aquí se usa el coche para todo, y se trae todo de los hipermercados. La gente se ha acostumbrado a este tipo de compra, porque todo el mundo trabaja fuera y aprovecha para hacerse con lo que necesita», explica. ¿Cómo sigue en activo y lleno todos los fines de semana Agacha A Testa? «El entorno natural ayuda mucho, pero lo importante es que trabajamos con muy buen producto, con un trato familiar, pero también ayudándonos de las redes sociales, y de alternativas como el producto para llevar», cuenta Beti   

Sucede en Fragoselo, pero es una situación ya generalizada en muchas áreas alejadas del centro urbano. Loli, la pescadera, es muy crítica con el comportamiento de los jóvenes consumidores de su parroquia. «No hay tiendas, ¿cómo va a haberlas si no hay quien compre en el pueblo. Acaba de cerrar en Coruxo, al lado de la iglesia, una que llevaba más de 50 años, porque nadie quiere cogerla. Yo cualquier día también dejo de venir. Si quieren comprar pescado malo, que vayan al supermercado», sentencia.

Por toda Galicia hay pueblos y municipios en los que las calles se quedan sin vida, porque no hay negocio que aguante la competencia de los grandes, incluido Amazon, cuyas furgonetas ya campan a sus anchas por las zonas más rurales. mientras los gigantes de la distribución levantan moles en las afueras. Un ejemplo es Tui, en una misma rotonda a poco menos de cinco kilómetros del centro urbano confluyen tres hipermercados, los tres de enormes dimensiones con precios imbatibles.

Las millas de oro han muerto: comienza la transformación

Después de casi dos años de pandemia, la calle ha cambiado. Los de siempre ya no están. En las siete grandes ciudades gallegas Fegein contabiliza 4.320 locales cerrados. Es un mal dato, pero ya ha sido peor, porque los bajos en zona prime ya se estaban vaciando antes de la primera ola de la pandemia y en estos momentos, hay 540 nuevos establecimientos ocupando esos vacíos, que se han renovado con firmas nuevas  y un mix entre restauración, moda y servicios que poco a poco empieza a reequilibrarse. 

«Al final, ha resultado que los años de cierres, acelerados a toda velocidad por la pandemia, no han matado al retail, sino al reinado de la uniformidad. Las calles han comenzado a dejar de ser una concatenación de flagships de Zara, H&M, Mango o Desigual», afirma Laureano Turiendo, consultor experto en retail.

El ajuste ha terminado

«El reinado de la moda en los mejores locales ha sido largo: con la aparición de las grandes cadenas verticales, sus rótulos inundaron las grandes ciudades, y no era raro ver dos tiendas de la misma cadena a apenas unas calles de distancia. Los grandes grupos necesitaban abrir para crecer, y eso supuso la salida de pequeños operadores de los ejes prime o millas de oro, por el elevado coste del metro cuadrado comercial», explica Turienzo.  Es el llamado fenómeno de las ciudades franquicia, que parecía imparable en medio mundo; y cuya réplica se trasladó también a las 7 principales ciudades gallegas, en las que cadenas y grandes marcas de moda acabaron por engullir al pequeño comercio de toda la vida, incapaz de competir con los envites de la crisis, la especulación inmobiliaria y el cambio legislativo que puso punto final a la renta antigua.

Pero llegó la pandemia, el confinamiento, la caída del consumo, el bum del comercio electrónico y la necesidad de todos estos grandes operadores de ajustar sus redes de distribución a la nueva realidad del mercado. «El aumento de la disponibilidad de locales comerciales se produce por una doble vertiente: por un lado, algunos operadores no pueden aguantar la crisis y cierran; y, por el otro, los que continúan en el mercado reestructuran sus tiendas y sonn más selectivos a la hora de escoger qué ubicaciones ocupan», explica la consultora JLL.

El resultado es un cambio de la fisonomía de las calles de compras. Los ejemplos más claros de esta tendencia los protagonizan ahora mismo en las millas de oro gallegas la cadena Benetton, con cierres en Vigo y Ourense, o H&M, con la reestructuración de su negocio en España, que conlleva bajar la persiana de los establecimientos en Vigo, Ourense y Ferrol. A ellos se suma el plan de Inditex, que ya en junio del 2020, cuando anunció el cierre de hasta 1.200 tiendas en todo el mundo (junto a 450 aperturas)  con el objetivo de conseguir una red integrada «más ágil y sostenible».

El metro cuadrado «prime» se resiste a bajar

En el arranque del 2022, la mayoría de los grandes operadores han concluido ya el grueso de la reestructuración de su parque de tiendas. La oportunidad que supone una bolsa de locales comerciales vacíos en una buena localización comercial debería favorecer una flexibilización en las condiciones. Pero después de dos años de intensas negociaciones entre propietarios e inquilinos de espacios comerciales para soportar la situación extraordinaria vivida en pandemia, y pese a que todavía hay incertidumbre, los descuentos aplicados en el 2020 y que se han extendido también en el 2021 parecen haber tocado fondo. Las rebajas medias han oscilado entre el 18 y el 20 %, según la consultora Ascana, que prevé poco más margen de bajada. Según los datos de Fegein, actualmente el precio del metro cuadrado comercial en Galicia es de 6,4 euros, apenas un euro menos que los 7,5 de media que costaba en el 2019, antes de la pandemia.