Bruselas abre la puerta a nuevas inversiones en energía nuclear y gas

Cristina Porteiro
C. Porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

STEPHANE MAHE

El Gobierno español rechaza su propuesta porque considera que desviará fondos de la eólica o fotovoltaica

02 feb 2022 . Actualizado a las 17:39 h.

La Comisión Europea ha abierto la puerta este miércoles a nuevas inversiones en plantas de gas y energía nuclear tras incluirlas en su listado de tecnologías verdes. Lo ha hecho tras aprobar en el colegio de comisarios su propuesta definitiva sobre taxonomía, muy contestada por varias capitales europeas, donde hay diversidad de opiniones sobre su conveniencia. 

¿Qué es la taxonomía europea? 

Se trata de una guía que elabora la Unión Europea (UE) para catalogar las inversiones según su nivel de sostenibilidad. Hay tres tipos en lo que se refiere a las tecnologías energéticas: las bajas en carbón, las de transición y las capacitantes. Con este listado, la UE pretende hacer fluir el dinero de los inversores hacia empresas cuyas actividades en el sector permitan avanzar hacia los objetivos de descarbonización y neutralidad climática en el 2050.

¿Puede prohibir la UE ciertas inversiones?

No. En ningún caso la taxonomía servirá para autorizar o vetar inversiones: «Las decisiones de inversión siguen siendo decisiones comerciales basadas en factores económicos y financieros». En otras palabras: el despliegue de nuevas plantas de gas o reactores nucleares dependerá de que haya empresas interesadas en invertir en esas tecnologías energéticas.

¿De qué tipología son las de gas y energía nuclear? 

Tanto las plantas de gas como los reactores nucleares han sido incluidos en el apartado de tecnologías de transición. Bruselas considera que «hay un papel para las inversiones en gas y nuclear en la transición energética», según ha señalado la institución en un comunicado. De hecho, sostiene que pueden ser útiles para dejar atrás la generación con carbón, muy extendida todavía en países como Alemania -cuando no hay viento y las renovables apenas pueden aportar al sistema- o Polonia, donde hoy mismo casi el 70 % de la energía generada es intensiva en carbono. Bruselas reconoce que no es una medida perfecta, pero puede ser eficiente para alcanzar los objetivos de descarbonización para las próximas décadas: «Tenemos que abandonar lo más rápidamente posible fuentes de energía altas en emisiones de carbono, como el carbón. Durante esta transición, esto podría significar aceptar soluciones imperfectas», ha admitido la comisaria de Servicios financieros, Mairead McGuinnes en rueda de prensa.

¿Hay restricciones para conseguir la etiqueta verde? 

Sí. El Ejecutivo comunitario, consciente del revuelo que ha generado su propuesta, aclara que solo recomendará «ciertas inversiones» en gas y nuclear. Considerará sostenibles las centrales nucleares con permiso de construcción anterior al 2045 y con planes para que los residuos a largo plazo no generen un «daño significativo» en el medio ambiente. No obstante, aclara que «la energía nuclear genera un volumen de residuos relativamente bajo en comparación con el volumen de calor y electricidad que genera. Produce mayormente un bajo nivel de residuos radiactivos. Los residuos radiactivos de alta intensidad son el 1 %».

En el caso de las plantas de gas, se considerarán «verdes» si las emisiones se sitúan por debajo de los 100 gramos de CO2 el kilovatio por hora (kWh). En un escenario en el que la penetración de renovables no sea suficiente para abastecer la demanda del mercado, también se aceptarán las que cuentan con un permiso de construcción anterior al 2031 y limiten las emisiones directas de CO2 a los 270 gramos/kWh. No obstante, hay otra condición que deberá cumplir la inversión: «por cada planta de gas que se construya, una planta de carbón con la misma capacidad debe ser retirada»

¿Influirá en la factura de la luz? 

Aunque la Comisión Europea aclara que esta propuesta no forma parte de su política energética, sí admite que tendrá impacto en la factura de luz. En este sentido, Bruselas asegura que «es parte de los esfuerzos» que han desplegado los países y la UE para suministrar energía limpia y asequible a los consumidores finales. La disponibilidad de energía nuclear y gas durante la transición hacia el escenario de cero emisiones mantendrá a raya los precios volátiles y desorbitados de los combustibles fósiles

¿Están los gobiernos europeos de acuerdo? 

No. La propuesta generó gran controversia desde que se dio a conocer el pasado 31 de diciembre. Alemania rechaza incluir la nuclear después del esfuerzo que ha hecho en los últimos diez años para desmantelar el parque atómico, que se reducirá a cero este mismo año. No lo ve así Francia. En el país vecino, donde el 70 % de la energía la producen los reactores nucleares, también hay desarrollada una importante industria nuclear que exporta tecnología a otros países. República Checa, Hungría o Finlandia apoyan al Gobierno de Emmanuel Macron. Defienden que la energía nuclear apenas genera CO2. 

Dinamarca, Austria y Luxemburgo se sitúan al otro lado, entre quienes rechazan incluir ambas tecnologías en la taxonomía verde. La ministra austríaca de Medio Ambiente, la ecologista Leonore Gewessler, denunció que la propuesta supone hacerle un «lavado verde» a la energía atómica y al gas de origen fósil, y señaló que su país preparará en las próximas semanas un recurso de nulidad contra la decisión de la Comisión, según recoge Efe. Gewessler acusa a Bruselas de haber ignorado sus propias normas de procedimiento, la opinión de expertos y la postura en contra de muchos países socios de la Unión Europea.

¿Qué posición ha adoptado el Gobierno español? 

El Gobierno español se ha manifestado en contra de incluir ambas, tanto el gas como la nuclear. Alega que orientar las inversiones a estas tecnologías podría ralentizar la expansión de renovables como la eólica o la fotovoltaica: «La propuesta no envía las señales adecuadas a la inversión en energía limpia, desde el momento en que otorga el mismo tratamiento al gas y la nuclear que a fuentes indiscutiblemente limpias, como la eólica o la solar», aseguran desde el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, comandado por Teresa Ribera.

«España siempre ha abogado por una clasificación basada en la ciencia y la evidencia, útil y creíble. La inclusión de energías más costosas y contaminantes, con largos plazos de amortización, puede distraer fondos e inversiones que podrían destinarse en la dirección correcta: las tecnologías renovables», añaden fuentes de su departamento.

¿La propuesta es definitiva?

Sí, pero podrá ser enmendada, e incluso anulada. Tanto el  Consejo -los 27 Estados miembro- como el Parlamento Europeo podrían echar atrás la iniciativa en el plazo de cuatro meses -ampliables a seis-. Para ello sería necesario que se opongan 20 países, que representen, a su vez, al menos el 65 % de la población de la UE, o que lo rechace la mitad del pleno de la Eurocámara (353 diputados).

La inclusión del gas y la energía nuclear en la taxonomía verde europea viene precedida de un informe desfavorable que dieron a conocer la semana pasada el grupo de expertos asesores de la Comisión Europea. En el documento se mostraron «profundamente preocupados» por el impacto que puede tener sobre el medio ambiente.