Ella, enfermera con covid persistente, vive en un infierno laboral

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

María Pedreda

Recibió su primera baja por coronavirus al principio de la pandemia, en abril del 2020

16 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Se llama Mónica y está divorciada. Es enfermera en un centro de salud de Galicia —uno de los casi 500 que existen—, y prefiere no dar ningún dato identificativo más, porque tiene miedo de que le perjudique en su reclamación ante las Administraciones. Ella es el ejemplo del sufrimiento humano frente a una dolencia —la del covid persistente— que no está reconocida como enfermedad profesional o accidente laboral a pesar de que, como es su caso, el contagio se produjo en el centro de trabajo al principio de la pandemia, cuando todo era un caos y no había medios de defensa frente al coronavirus.

A Mónica, que lleva trabajando desde hace más de 30 años como sanitaria, se le saltan las lágrimas de impotencia porque está peleando ante las instituciones. Por el momento, con resultado nulo. Lo hace en penosas condiciones de salud. Tiene una fatiga y un cansancio extremo; sufre un dolor de pecho e intercostal parecido al de un herpes —de hecho se lo están tratando como neuropático—; su mente se malmueve entre una niebla persistente —«me siento como si tuviera demencia»—, y tiene fuertes dolores articulares y musculares. Nada más, ni nada menos. Porque si se fatiga, esa niebla mental se espesa y le impide concentrarse en el más sencillo de los textos. El aturdimiento se asemeja a una especie de mareo. «Lo siento, no me sé explicar mejor», se lamenta. Desde que el covid se apoderó de su cuerpo, Mónica se ha cansado de acudir una y otra vez a sus compañeros médicos para explicarles lo que le pasa, pedirles que estudien su caso en conjunto y le den una solución. Su petición no tuvo respuesta y, después de recorrer un rosario de especialistas, ha tenido que escuchar cómo alguien le decía: «Tienes que ir al psiquiatra porque el covid persistente no existe». Hoy el profesional que le dio aquella contestación sabe que sí existe la enfermedad.

Mónica subraya que ahora sí la llevan profesionales que enfocan así el problema en la unidad multidisciplinar, sí le reconocen el covid persistente y la derivan a otros especialistas porque todavía no existe un tratamiento para la enfermedad en sí; sólo se puede intentar paliar los síntomas, a menudo sin éxito. Pero eso, concluye, no es culpa de nadie, sino de la ciencia que aún no ha tenido los recursos ni el tiempo necesario para investigar.

El covid llegó a España y el Gobierno decretó el primer estado de alarma el 14 de marzo del 2020. El confinamiento de los ciudadanos fue total, excepto el de los trabajadores esenciales, entre los que se encontraban los sanitarios. Entre ellos, Mónica, que recibió su primera baja médica por infección debida a coronavirus el 2 de abril del 2020. Era una baja temporal, que se prolonga hasta la actualidad.

Ya ha agotado los 18 meses de baja por lo que ahora su situación es de demora en la cualificación: «Está pendiente de alta o en su caso de la concesión de una invalidez», explica Francisca Arias, del despacho de abogadas Arias y Otero.

Esta enfermera gallega está a la espera de que la gerencia de su área sanitaria emita un certificado reconociéndole que se trata de una enfermedad profesional por accidente de trabajo —no es una enfermedad común—. Hasta ahora la petición no ha tenido respuesta, y de esa respuesta dependerá el futuro económico, laboral y sanitario de esta mujer de mediana edad. Ni más ni menos.

Un último apunte: está a punto de constituirse en Galicia una asociación de afectados por covid persistente. Ya existen en Aragón, Madrid, Andalucía y Asturias, entre otras comunidades.