España tendrá que esperar al 2023 para situar el precio de la luz entre los más bajos de Europa

Cristina Porteiro
C. Porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Gustavo Valiente

El presidente Sánchez fía la bajada al impulso de las renovables, cuya capacidad de suministro es intermitente

10 nov 2021 . Actualizado a las 13:20 h.

Ni las rebajas fiscales ni el recorte de los beneficios extraordinarios a las grandes eléctricas decretado por el Gobierno han servido para frenar la trepidante escalada de los precios en un mercado, el mayorista, que no entiende de parches. El coste de la electricidad vuelve a subir este miércoles, y lo hace con fuerza (un 11,6 %), rozando los 200 euros el MWh

Ese encarecimiento se acaba trasladando a la factura de la luz los consumidores con tarifa regulada (10,6 millones) y a la renovación de los contratos de quienes se hallan en el mercado libre (16 millones). Todo ello a las puertas de un invierno que amenaza con subidas más pronunciadas, ante la volatilidad del precio del gas en los mercados. 

La preocupación se extiende desde las comercializadoras pequeñas, que ya tenían cerrados contratos de suministro con sus clientes a precios mucho más bajos de los que tienen que pagar por la energía, a las industrias -algunas fábricas han tenido que reestructurar la producción para abaratar la factura eléctrica-, y los hogares, cuyo recibo ha engordado un 44 % en doce meses, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). 

La promesa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de garantizar que ninguna familia española pagaría más a final de año de lo que se abonó en el 2018, se tambalea. Y lo hace porque los precios a futuro no dan tregua. Para calmar los ánimos de los ciudadanos, que en las últimas semanas han salido a las calles de varias ciudades a protestar por el encarecimiento de la luz, Sánchez ha anticipado este miércoles ante el Pleno del Congreso que España contará con «uno de los precios más competitivos» de la electricidad en Europa. Eso sí: a partir del 2023. ¿De qué forma? Sánchez fía ese abaratamiento de los precios al impulso de las renovables, cuya capacidad de suministro es más intermitente que otras fuentes, como la nuclear. Quedó de manifiesto este verano, cuando la falta de viento dejó a muchos parques eólicos en standby.

Un mercado deficiente 

Sánchez aprovechó la ocasión para defender la propuesta de su Gobierno para reformar el sistema de fijación de precios en el mercado marginalista, que permite a la hidráulica, por ejemplo, cobrar los mismos precios que imponen otras tecnologías que tienen que utilizar gas y comprar derechos de emisión de CO2 -ambos por las nubes- para producir electricidad. «El diseño del mercado interior no está siendo capaz de dar una respuesta eficaz [...] El mercado no se basta a sí mismo para ofrecer las soluciones necesarias», denunció. Unas quejas que cayeron en saco roto en Bruselas, donde la Comisión Europea se niega a revisar el sistema de fijación de precios. Tampoco ha dado pasos adelante para coordinar, como solicitó España, la compra conjunta de gas, para abaratar los precios. Nada se sabe de posibles investigaciones para aclarar, como apuntan algunos Gobiernos, si existen movimientos especulativos en los mercados de derechos de emisión de CO2, que se comercializan como productos financieros.