Energía, materias primas y alimentos disparan el coste de la vida en Galicia

Manoli Sío Dopeso
m. sío dopeso VIGO / LA VOZ

ECONOMÍA

EDUARDO PEREZ

Los productores necesitan subir precios y la distribución los intenta contener

03 oct 2021 . Actualizado a las 07:03 h.

No, no son imaginaciones; y no es solo la factura de la luz. Todo está más caro en Galicia. Lo dice el tique diario del supermercado, el cargo de la tienda de ropa de niños o la factura de las obras de reforma de la cocina. Los precios se están disparando incluso por encima de la media nacional, según el INE (Instituto Nacional de Estadística), que cifra el incremento del IPC de agosto (último mes computado) en un 3,9 %, seis décimas por encima del conjunto del Estado. Esta es la tasa de incremento más elevada en nueve años; en concreto, desde octubre del 2012. Una subida detrás de la que se encuentran el encarecimiento de la energía (luz y combustibles), de las materias primas y de los costes logísticos y de producción de prácticamente todo lo que consumimos.

La subida del precio de la leche del Mercadona para compensar el alza de los costes de producción fue la primera imagen palpable de los efectos de la inflación en la cesta de la compra. Fue una respuesta al grito de auxilio del sector primario, que si no empieza a repercutir los sobrecostes, se asfixia.

En Galicia hay más de 11.000 granjas que, en los últimos meses, están atravesando una situación muy difícil porque, mientras el precio por producir un kilo de carne se ha elevado hasta los 5,35 euros, ellos apenas perciben 4,30 por kilo vendido. Producir un kilo de leche o de carne se ha incrementado hasta en 60 céntimos, según los datos que maneja Unións Agrarias.

La cadena de valor

La propia Confederación de Empresarios de Galicia (CEG) ha denunciado que la especulación y unas cosechas mermadas han disparado el precio de maíz, trigo y soja y que, de seguir esta situación, muchas explotaciones se verán abocadas al cierre. Según la CEG, una tonelada de maíz cuesta actualmente en su entrada a puerto 270 euros, un 52,5% más que hace un año. El trigo está a 267 euros, un 40 % más caro; y la soja, a 415 euros por tonelada, un 30 % más. Estas tres materias primas son las más utilizadas en la composición de los piensos que conforman la dieta de alimentación animal.

Este sobrecoste en la producción y transporte de alimentos se ya refleja en las etiquetas de las estanterías de los supermercados gallegos, según el IGE (Instituto Galego de Estatística). La partida que más ha incrementado su precio es la de los aceites y grasas, con un espectacular crecimiento del 20 %. Refrescos y zumos cuestan un 7,4 % más; la fruta fresca, un 4,6 %; los huevos han subido un 3,5 % y la carne de ave, un 3,0 %. Entre los pocos productos que bajan destacan las legumbres y hortalizas frescas (-1,3 %) y el pescado, fresco y congelado (-1,2 %).

Y esto es solo el principio, porque, a pesar de que la distribución descarta incrementos generalizados en alimentación a costa de reducir márgenes y mejorar la eficiencia, fuentes del sector avisan de que «la situación es seria y no se podrán mantener precios eternamente».

«La industria de la distribución es cauta y trata de contener precios todo lo que puede, pero si este contexto alcista continúa van a tener que repercutir las subidas en el consumidor», afirma Carlos Cotos, director de Servicio al Cliente Iberia de Kantar Worldpanel.

En la misma línea, Funcas (Fundación de Cajas de Ahorros) advierte de que los próximos meses serán «determinantes» para la evolución del precio de la cesta de la compra. «El incremento de la electricidad y otras materias ya afecta a la economía familiar de forma directa, pero de momento no se han producido efectos destacables de segunda ronda», señala la fundación. Ahora bien, adelanta este organismo que, «de extenderse en el tiempo, la subida de la luz y otros costes de producción provocará un efecto dominó que también afectará a la distribución y acabarán por trasladarlo al precio final de venta».

Llamada a la calma

Las cadenas de distribución alimentaria llaman a la calma sobre l encarecimiento de los alimentos. «Hay muchas cadenas de supermercados muy diferentes en el país, ya sean franquicias, grandes superficies o establecimientos de barrio. Cualquier consumidor cerca de su casa tiene muchas opciones. Este entorno de gran competencia hace que el control de los precios se realice de una forma muy eficiente. Esto permite que, a pesar de las tensiones en el mercado energético, los distribuidores suban los precios lo menos posible y lo más tarde que se pueda», explican de la Asociación de Empresas de Supermercados (Asedas) que aglutina a cadenas como Mercadona, Lidl, Condis o Dia.

«Estamos ante un ciclo alcista y lo acabamos soportando los consumidores»

La paralización de las líneas de producción de coches por la falta de materias primas ha sido el primer signo de alarma de una cadena de desabastecimiento que amenaza la recuperación económica tras la pandemia. Lorena Jurado, responsable de Business Development del EIT Raw Materials de la Unión Europea, explica que el origen del problema está en que Europa importa la mayor parte de las materias primas necesarias para su industria de terceros países, lo que trae como consecuencia la proliferación de explotaciones mineras en países (en Asia y África). «Esto supone un incremento de los costes y una mayor dependencia de largas e inestables cadenas de suministros. Además, las empresas europeas están a merced de otros mercados que regulan precios y disponibilidad», afirma.

El aumento de la demanda tras la pandemia ha empeorado la situación. «Estamos en un ciclo alcista al recuperarse la demanda que ha permanecido estancada. Y en este entorno de precios al alza, somos los consumidores los que acabamos soportado estos sobrecostes en el precio final de lo que consumimos», asegura.

Explica que en la relación de materias primas críticas para la industria europea destacan las aleaciones metálicas de altas prestaciones. «No somos conscientes de lo muy dependientes que somos de la exportación de materiales críticos para nuestra industria», opina la experta. En esa línea, Beatriz Villafranca, economista de Caixabank Research, dice que «la recuperación de la economía tras la pandemia, en un contexto de abundancia de liquidez financiera y una política fiscal muy expansiva en los principales países desarrollados, ha favorecido el ascenso de los precios de las materias primas». Más allá del impacto directo de estas en la cesta de la compra, también es importante evaluar el indirecto. «Por ejemplo, el petróleo no solo encarece la gasolina, sino que también eleva los costes de producción de las empresas, algo que termina repercutiendo sobre los precios finales de los bienes y servicios producidos». La economista advierte de que «hay que tener en cuenta la contribución del coste de las materias primas sobre el valor añadido de los bienes y servicios de consumo final. En las economías desarrolladas, esta aportación está entre el 4 % y el 8 %», matiza.

Vestirse también es más caro, con la ropa infantil liderando la escalada

El aumento de los precios del transporte y la escasez de contenedores, además del precio de algunas de las materias primas como la seda y el algodón hacen que los precios de la moda vuelven a acelerar su subida. En agosto, el IPC del vestido y el calzado registró un 1,1 % de incremento. Dentro del sector de la moda, la ropa infantil ha sido el subsector más inflacionista en el último mes, con una subida de precios del 1,7 %. También se incrementaron por encima del 1 % el IPC de la reparación de calzado (1,6 %), el calzado de niño (1,5 %) y las prendas de vestir de mujer (1,4 %).