El repunte de los precios aviva el miedo a que se malogre la recuperación

Ana Balseiro
ana balseiro MADRID / LA VOZ

ECONOMÍA

J.L Cereijido

El fantasma de la inflación vuelve, con crudo y materias primas disparados

15 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Miedo. El fantasma de una subida persistente de precios -la temida inflación- arroja un nubarrón de incertidumbre sobre la recuperación que despunta tras la etapa más dura de la pandemia. Los bolsillos de la ciudadanía notan en los últimos meses el repunte del IPC que España está registrando, igual que el resto de Europa y más aún EE. UU., y que preocupa a Gobiernos, mercados y expertos.

Si durante la crisis sanitaria el parón de la demanda (con la única excepción de los productos esenciales) provocó un hundimiento de los precios -como evidencia el gráfico adjunto-, el avance de la vacunación y la progresiva vuelta a la actividad no solo los ha descongelado, sino que los ha hecho subir en tasas desconocidas en los últimos años.

El INE confirmó ayer que el IPC de junio se mantuvo idéntico al de mayo, con una subida interanual del 2,7 %, una tasa que aún fue más abultada en Galicia, donde los precios escalaron hasta el 3,3 %, casi cinco veces más que el repunte de febrero del 2020, justo antes del estallido del covid. Pero es EE.UU. quien, con un 5 % en junio, se corona en el peligroso podio inflacionario, en un repunte que no se veía desde antes de la crisis del 2008.

¿Qué hay detrás de este recalentamiento? En primer lugar, es preciso no olvidar el efecto base, es decir, la comparativa con un año que, como el 2020, tuvo una contracción de precios, especialmente acusada en lo que respecta a la energía debido a la pandemia, lo que ahora amplifica la escalada.

El petróleo, en globo

La situación actual obedece a la conjunción de tres factores. El primero es el encarecimiento acelerado de las materias primas, especialmente de las energéticas -como el petróleo o el gas- y alimentarias, además de los metales básicos. Así lo explica el economista Javier Santacruz, recordando que «llevaban casi diez años de ciclo bajista y, de pronto, los almacenes se han quedado vacíos. Se ha pasado de que sobrara de todo a no tener stock por el incremento de la demanda», señala, subrayando que esta situación, que ha disparado, por ejemplo, nuestra factura eléctrica, no tiene visos de ser coyuntural. «Se va a extender algo más en el tiempo», dice.

Y es que cabe recordar que el barril de brent, el de referencia en Europa, cerró el lunes por encima de los 77 dólares, cuando en abril del 2020 batía su mínimo del siglo -apenas 20 dólares-. Además, hay analistas que pronostican que el crudo seguirá subiendo hasta alcanzar los 100 dólares, lo que no hará más que agrandar el agujero de nuestro bolsillo, pues repercute en la gasolina, la electricidad o la fabricación y distribución de todo tipo de productos y servicios.

A ello se añade la concentración y los monopolios en determinadas materias primas, como es el caso de China, aunque también de otros países en lo que respecta a las tierras raras, litio, etcétera, imprescindibles para la industria de las renovables o las redes 5 G.

El segundo factor que tira de los precios son los cuellos de botella -cuando no rotura- en las cadenas de suministro que alimentan la producción. Los ejemplos se multiplican: atascos en los puertos chinos y americanos por falta de contenedores, barcos o proveedores. «La interrupción en la cadena de suministros es producto de las restricciones derivadas del covid, que impidieron trabajar con normalidad el último año. Es el caso de los microchips o los semiconductores, que han paralizado industrias como la del automóvil», añade Santacruz, -Stellantis en Vigo es un ejemplo-, apuntando que se resolverá a medio plazo, aliviando el encarecimiento.

El tercer factor a tener en cuenta es, para Santacruz, que el dinero que los bancos centrales han inyectado para aliviar la crisis está recalentando la economía. «A diferencia de la crisis anterior, la cantidad de dinero real en el mercado está creciendo de forma salvaje. Ya sea por crédito bancario, al consumo, a empresas, sumado a un ahorro histórico, provoca un recalentamiento importante y que suban los precios».

Los bancos centrales adaptan su estrategia para evitar una retirada prematura de estímulos

El miedo a que la inflación acabe malogrando la incipiente recuperación económica también ha hecho mover ficha a los bancos centrales, que han garantizado que no retirarán prematuramente los estímulos para no poner en riesgo las economías globales.

En una decisión histórica —de esas que no han dejado de sucederse impuestas por las dos últimas crisis— el Banco Central Europeo (BCE) siguió el jueves de la semana pasada el ejemplo de la Reserva Federal americana (Fed), que hace ya un año anunció que flexibilizaba su objetivo de inflación del 2 %, después de mantenerlo inalterado contra viento y marea 41 años. Ahora Fráncfort también flexibiliza tras 20 años su férreo mandato de vigilar la estabilidad de los precios.

De este modo, el 2 % podrá rebasarse durante un período «transitorio», sin que ello suponga que el BCE actuará de forma inmediata subiendo los tipos de interés (como hizo Trichet en la crisis del 2008, el mayor error de la historia del banco central europeo, cuando la inflación estaba en el 4 %) o retirando apresuradamente los estímulos, principalmente la compra masiva de deuda. Por el momento, es un gran respiro.

Dudas sobre si el repunte será persistente y acabará tirando de los tipos

«La inflación puede convertirse en fiebre para la recuperación», resume Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Granada y director de estudios financieros de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas). Explica que un alza de precios «persistente» sería un «problema» porque podría suponer una subida de tipos de interés a medio plazo, que «complicaría la recuperación, al cambiar la estructura de costes de las empresas».

Pero matiza el diagnóstico. «Lo primero es ver si se confirma la inflación y si será persistente. En EE.UU. parece que sí. Aquí estamos en un repunte del 2,7 %, pero no sabemos qué pasará en los próximos meses. Yo tengo dudas sobre que vaya a ser persistente», dice.

¿Por qué? «Porque tenemos fuerzas deflacionistas. Un mercado de trabajo vulnerable con un alto grado de desempleo no es uno que genere una espiral salarios-precios», dice, pese a admitir que la revalorización de las pensiones con el IPC sí pueden generar algo de inflación.

«Puede que tengamos meses con subidas, como estamos comenzando a ver, y eso genera incertidumbre sobre lo que harán los bancos centrales. Aunque la Reserva Federal y el BCE ya han dicho que no harán gran cosa. En principio no creo que haya que esperar grandes cambios en política monetaria», apunta Carbó.

También ayer el servicio de estudios del BBVA o la CEOE, tras publicarse el IPC de junio, se mostraban confiados en que la inflación será transitoria.

Menos convencido sobre que la burbuja de precios no haya llegado para quedarse se muestra Santacruz. «Si se siguen encareciendo la energía y las materias primas y persisten los cortes en las cadenas de suministros la situación se parecerá mucho a las crisis de los años setenta, aunque no sea lo mismo. En año y medio has recuperado casi los niveles previos a la pandemia, pero te quedas sin potencial de crecimiento y el peligro de estanflación [estancamiento económico aparejado a alza de precios y del paro] es el más importante que hay. Ese es el riesgo último», advierte con carácter general.

En el caso de España —un país «más vulnerable» a los riesgos inflacionistas—, cree que se nos hará más difícil recuperar los niveles de crecimiento previos a la pandemia, por lo que aboga por tomar medidas que «neutralicen» la inflación. Una de las que valora especialmente es la bajada del IVA para reducir el precio de la luz.