Nadia Calviño, el triunfo de la ortodoxia

mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Con su elección como vicepresidenta primera, Sánchez pone el foco en la recuperación económica

10 jul 2021 . Actualizado a las 20:22 h.

Metódica. Serena. Perfeccionista. Trabajadora incansable. De las de 24 horas al pie del cañón. Ambiciosa. Introvertida. Un auténtico coco en los estudios. Rigurosa. Hasta la extenuación. Pragmática. Socioliberal. Más técnica que política. Discreta. Dura en las negociaciones. Mucho. Más agradable y cercana en las distancias cortas. Todo eso es, cuentan quienes la conocen y han trabajado con ella, Nadia Calviño (A Coruña, 1968). El claro ejemplo de que el tesón y el esfuerzo tienen su recompensa. Las más de las veces.

A muchos sorprendió en el 2018 cuando dejó Bruselas, donde la carrera estaba siendo meteórica, para aceptar la oferta de Pedro Sánchez y tomar las riendas de la economía patria. No fueron sus comienzos en los Consejos de Ministros lo que se dice una balsa de aceite. Hasta hubo quien se atrevió a adjudicarle por aquel entonces el apodo de Nadie Calviño. Debió dolerle. Pero, ahí está. Ahora es la numero dos del Gobierno. Nadia. No, Nadie.

Una escalada la suya dentro del Ejecutivo tan veloz como lo fue su ascenso a los cielos bruselenses. Un carrera que arrancó allá por el 2006. A la capital belga llegó Calviño procedente de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, después de impresionar a las autoridades comunitarias del ramo por su papel en el culebrón Endesa-Gas Natural. Por eso, y porque en las ocasiones en las que defendiendo algún caso desde la CNMC chocó con las autoridades europeas de Competencia peleó duro, fue que decidieron ficharla. Su mentora: Neelie Kroes, la entonces comisaria europea en la materia. Poco fue lo que tardó Calviño en alcanzar una dirección general. Por sus manos pasaron temas de tanta enjundia como la reforma del sector financiero y hasta el ingente rompecabezas de los Presupuestos de la Unión Europea. Ahí es nada.

Licenciada en Derecho y Económicas y Técnico Comercial del Estado, amante del cine clásico, de la cocina, las perlas, los broches y la familia, ha tenido también tiempo la ahora número dos del Ejecutivo para tener cuatro hijos. Emocionada se la pudo ver -y no es eso fácil- cuando recibió por segunda vez la cartera de Economía y se permitió unas palabras de agradecimiento a su familia por el apoyo que siempre le brindan.

De melena inalterable y poco dada a expresar lo que pasa por su cabeza, conviene estar atentos a sus cejas para sacar conclusiones. También a sus ojos. Dicen más que su boca. Y si no, visionen, si es que no han tenido ocasión hasta ahora, el vídeo de su reacción, sentada en el Congreso junto a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, cuando esta proclama a los cuatro vientos la intención de derogar por completo la reforma laboral del Partido Popular. Aun con la mascarilla puesta, la cara de Calviño resulta todo un poema.

Cuando Pedro Sánchez la eligió en el 2018 como responsable de Economía, a nadie se le escapaba que buscaba con ello extender sobre su Gobierno una pátina de ortodoxia económica con sello bruselense. Indispensable en un país abonado durante toda la crisis a incumplir de manera sistemática los objetivos fiscales. Se diría que veía en ella una suerte de antídoto contra la inquietud, ya no solo en Bruselas, sino también en Berlín o Fráncfort, donde tiene el Banco Central Europeo su cuartel general

Y ahora, con su ascenso a la vicepresidencia primera del Ejecutivo, deja claro el presidente dónde quiere poner el foco: en la recuperación económica. Todo un señor aviso también en el seno de la coalición. Es Calviño quien ha protagonizado los encontronazos más claros con Unidas Podemos. Y especialmente con Yolanda Díaz. De todos es conocido que no está la ahora vicepresidenta primera por la labor de subir el salario mínimo al menos hasta el 2022. No quiere hacerlo sin ver cómo evoluciona el empleo en esta segunda mitad del año. Que no está el horno para bollos.

Y ni que decir tiene que eso de derogar la reforma laboral no le entusiasma. Ya lo dijo alto y claro cuando  el famoso pacto con Bildu, aquel por el que después de su anuncio algunos la dieron por muerta. Antes de tiempo, ha quedado claro. Más de un año después de aquello, está Calviño vivita y coleando.

El colosal desafío de gestionar con éxito el maná de los fondos europeos

Venía de Bruselas dispuesta a ejercer la ortodoxia económica, de dique europeo de contención frente a los envites de la otra pata de la coalición de Gobierno. Y ese sigue siendo su principal reto. Vital, ahora que el país se enfrenta a un desafío colosal: el de gestionar con éxito los 200.000 millones de euros en ayudas europeas (incluidos los 140.000 millones del fondo Next Generation EU) que están por llegar, y que han de servir para, primero, taponar el roto que la pandemia le ha hecho a la economía patria (una caída del PIB del 11 % en el 2020) y, segundo y más importante, transformar el modelo productivo del país, con dos palancas clave: la digitalización y la transición verde. Sin duda, una oportunidad histórica, frente a la que no caben ocurrencias. No ha lugar a sacar los pies del tiesto. Nos jugamos mucho. Por no decir todo.

El dinero que asfaltará el camino de la tan ansiada recuperación no es gratis. Bruselas tiene sus exigencias. Y hay que cumplir. Entre otras cosas, una reforma de las pensiones y otra del mercado laboral. Amén de una fiscal.

Ahora, tras la gestión de la pandemia y cuestiones políticas como los indultos, lo prioritario pasa a ser la recuperación económica. La batuta la tiene Calviño.