El descenso a los infiernos de John McAfee, el creador del famoso antivirus, que acabó en suicidio

mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Jorge Lopez | Reuters

El otrora genio informático fue encontrado ahorcado en su celda de una prisión catalana, donde esperaba la extradición a EE.UU.

25 jun 2021 . Actualizado a las 17:48 h.

Gringo: la peligrosa vida de John McAfee ese es el título del documental producido por la cadena norteamericana Showtime en el 2016 sobre la vida, obra y milagros del creador de uno de los antivirus informáticos más populares del planeta: el que lleva su nombre. Peligrosa, sí, y sobre todo, trufada de excesos. Una vida a la que este miércoles, y según las primeras investigaciones, él mismo ponía fin a sus 75 años. Tal y como hizo en su día su padre. Este último de un disparo que le voló la tapa de los sesos, presa del alcohol y tras años maltratando a su familia.

Al hijo lo encontraron colgado en su celda del módulo 1 de la prisión de Brians 2, en Sant Esteve de Sesrovires (Barcelona). Era por la tarde. Esa misma mañana le habían comunicado que la Audiencia Nacional había decidido conceder la extradición que solicitaba Estados Unidos, donde esperaban a McAfee para ser juzgado por evasión fiscal.

Extraña la decisión del extravagante multimillonario, detenido en octubre del 2020 cuando estaba a punto de embarcar en un avión con destino a Turquía. Y eso porque aún le quedaba algún cartucho que disparar: la decisión de la Audiencia podía ser recurrida. Y porque la pena a la que se enfrentaba por no haber cumplido con el fisco de su país -«No he pagado impuestos federales desde hace ocho años. Los impuestos son un robo, anticonstitucionales», se jactaba antes de su detención- no superaba los cinco años entre barrotes.

No tan sorprendente cuando se repasa la agitada existencia del, en su día, uno de los desarrolladores de software más admirados del planeta. Un auténtico genio que acabó diluido en los excesos, convertido en una grotesca caricatura de lo que fue.

Drogas, prostitución, armas, asesinatos... Todo lo que puedan imaginar. No faltó de nada en esa vida de locos a la que llevaba años entregado McAfee, rota ya cualquier vinculación con su famoso antivirus y con la empresa que lo alumbró. La abandonó en 1994, poco después de su salida a Bolsa. Ni un ápice de apego demostró por la criatura que lo catapultó a la fama y le llenó el bolsillo (cien millones de dólares se embolsó): «Es el peor software del planeta», dijo de él poco después de la venta. Años más tarde aparecería en un vídeo en su canal de YouTube, en calzoncillos, rodeado de mujeres, armas y drogas, mofándose del antivirus.

Descenso a los infiernos

Tras la venta, se embarcó en varios proyectos empresariales. Sin pena, ni gloria. Siempre acababa dejándolos a medias o vendiéndolos a empresas más grandes. Luego se entregó al ladrillo. Montó un negocio de compraventa de mansiones. Y, en estas, llegó la crisis del 2007. Se lo tragó. Lo dejó prácticamente en la ruina. Y ahí empezó el declive. Más bien se aceleró. Porque su descenso a los infiernos llevaba tiempo fraguándose. Quizás desde que su padre comenzó a maltratarlo. Quién sabe. En el 2008, con los bolsillos ya maltrechos, decidió cambiar de aires y puso rumbo a la paradisíaca Belice. Las drogas, con las que llevaba coqueteando desde la juventud y que ya le habían costado más de un disgusto, volvieron a formar parte de su vida. También las prostitutas. Tan famosas como odiadas por sus vecinos eran las fiestas que organizaba en su mansión y en las que el alcohol y los psicotrópicos corrían a raudales. Durante días. Y en esas andaba McAfee cuando un vecino suyo, estadounidense para más señas, apareció muerto en el jardín de su casa de varios disparos. Poco después, abandonaría el país a toda prisa. Puso pies en polvorosa hacia la vecina Guatemala, desde donde fue deportado a Estados Unidos.

Nada más llegar conoció a la que hoy es su viuda, una prostituta a la que le llevaba 30 años. El dinero para pagarle sus servicios se lo prestó un amigo. Luego, surgió el amor. O eso parece.

En fin, que todo en la vida de John McAfee ha sido estridente. Hasta su final. Bueno, no. En prisión, dicen, su comportamiento ha sido ejemplar. «Si me suicido, yo no lo hice. Me mataron», dijo alguna vez. Un delirio más del genio venido a menos, que seguro dará que hablar.