Si el suelo del tributo se fijara en el 25 %, ascendería a los 170.000 millones
07 jun 2021 . Actualizado a las 08:38 h.El acuerdo histórico alcanzado el sábado en el seno del G7 supone un importante paso adelante para poner coto a la elusión fiscal de las grandes corporaciones. Porque más allá de los gestos y las frases grandilocuentes hay mucho dinero en juego. De hecho, según los cálculos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la ingeniería fiscal y la evasión restan cada año unos 200.000 millones de euros a las arcas públicas de los países.
Apoyándose en unas estructuras fiscales sofisticadas, las grandes multinacionales han conseguido ir rebajando estos últimos años sus facturas aprovechándose de los huecos de una legislación caduca y anclada en el siglo pasado. Y es que, hasta la fecha, las reglas que regían el mercado fijaban que las empresas debían abonar sus impuestos en aquellos países en los que tuvieran presencia física. Inmersos en plena era digital y con la globalización marcando las reglas de juego, estas normas se habían quedado completamente obsoletas.
Estas artimañas (legales, eso sí) habían llevado a los gobiernos del globo a librar una guerra sin cuartel para tratar de atraer a las empresas con cantos de sirena que prometían los más bajos impuestos. Hasta que las grandes potencias occidentales -Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Japón, Alemania, Francia e Italia- se sentaron a negociar para sacar adelante su revolución fiscal. Los documentos firmados el sábado establecen que las multinacionales deberán pagar impuestos en los países dónde operan y no solo dónde tienen su sede. Además, la presión fiscal mínima será de «al menos el 15 %». Y ese «al menos» es un matiz muy importante. Porque ayer Francia anunciaba que trataría de que ese porcentaje escalara todavía un poco más. El ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire, aseguraba ayer que seguirán peleando en los próximos días para que la tasa «sea lo más elevada posible». No estarán solos en su camino. Irán de la mano de Alemania. Pero aún así, la batalla se antoja complicada: «Será muy difícil. Ya de por sí hallar un acuerdo del 15 % ha sido difícil y ha costado días, pero haremos todo lo posible por aumentarlo».
Con unas economías maltrechas por el efecto del coronavirus y unas arcas públicas menguadas tras los esfuerzos realizados para acompañar a las empresas y familias en el año de la pandemia, un punto porcentual arriba o abajo puede suponer mucho para los diferentes Estados. Así lo atestigua un reciente estudio realizado por el Observatorio Europeo de Fiscalidad (o EU Tax Observatory, en inglés).
Si se acordara finalmente el suelo del 15 % que se anunció este sábado, los socios del club de los Veintisiete ingresarían 48.000 millones adicionales en el 2021. Pero si se analizan los otros supuestos, la cifra se torna mucho más jugosa. Porque con un impuesto de sociedades mínimo del 25 %, las multinacionales aportarían a las arcas de la Unión Europea 170.000 millones de euros cada año. Sobre la mesa también se planteó la opción de fijar el porcentaje en el 21 %, un supuesto que en un principio perseguía la administración Biden. En ese caso, la recaudación adicional en el Viejo Continente sería de 100.000 millones de euros.
Las cifras en España también invitan a la reflexión. Porque, establecido el tipo máximo que estudió el informe, nuestro país recibiría un torrente de ingresos fiscales extra de 12.400 millones, lo que supondría incrementar en alrededor de un 44 % el flujo de dinero por esta vía. Bajando un escalón, y con un tipo del 21 %, las arcas públicas patrias lograrían sumar 5.400 millones más; mientras que, conformados con lo pactado este fin de semana, el dinero extra que llegaría sería de unos 700 millones, según el informe de EU Tax Observatory.
Repuntes similares
No solo España sale ganando con esta batalla que se antoja cruenta de cara a los próximos meses (el acuerdo del G7 todavía tiene que pasar el filtro del G20 y de la OCDE). Las otras tres grandes economías de la eurozona obtendrían repuntes muy similares al español. Fijado el suelo en el 25 %, Alemania lograría 29.000 millones anuales, Francia sumaría 26.000 e Italia se quedaría con 11.000. Al otro lado de la balanza, y con el 15 % acordado, las cifras bajarían hasta los 5.700 en el caso de los teutones, los 4.300 en las arcas galas y a 2.700 en territorio italiano.
Irlanda, uno de los grandes damnificados por el impuesto de sociedades global
No todos salen ganando con el acuerdo firmado este fin de semana por las grandes potencias occidentales. De hecho, la Unión Europea había fracasado en más de una ocasión en su intento por fijar un mecanismo parecido al del G7. La UE se había visto limitada a causa de las presiones de algunos socios como Irlanda o Holanda, que de un tiempo a esta parte juegan con la baza de la tributación laxa para atraer hacia sus territorios a algunas de las grandes multinacionales.
Con el pacto que ayer pusieron sobre la mesa los miembros del G7, Irlanda se convierte en uno de los grandes damnificados. De hecho, el anuncio fue recibido con cierta frialdad en Dublín. El Gobierno manifestó, sin ningún miramiento, sus «reservas significativas» al acuerdo alcanzado.
Esas «reservas» son fruto, precisamente, del impacto severo que tendrá el acuerdo en sus cuentas. El primero en poner negro sobre blanco respecto a las consecuencias que podría traer consigo un impuesto mínimo del 15 % fue el ministro de Finanzas, Paschal Donohoe. Calculadora en mano, el también presidente del Eurogrupo aseguró que la propuesta del G7 podría reducir en una quinta parte todos sus ingresos por sociedades. O lo que es lo mismo, las pérdidas rondarían los 2.000 millones al año.
De los más bajos del mundo
Irlanda es uno de los países más atractivos fiscalmente para las multinacionales que buscan erigir su sede en suelo europeo. La fiscalidad de este país lleva años siendo muy cuestionada por sus socios, puesto que el impuesto de sociedades irlandés está fijado en el 12,5 %, lo que lo convierte en uno de los más bajos no solo de Europa, si no del mundo.