«Contratamos a gente de sesenta y pico. Ser experto mundial lleva su tiempo»

Sofía Vázquez
sofía vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Santiago Domínguez, CEO de Mestrelab Research aclara que en plantilla tienen un británico, un fráncés, un libanés, un indio... «y hasta un checo en Viena»

05 jun 2021 . Actualizado a las 20:27 h.

La hora larga de conversación se hace corta. Santiago Domínguez Vivero (Madrid, 28 de septiembre de 1971) es el CEO de Mestrelab Research, una compañía con sede en Santiago y que él dirige desde el Reino Unido. A dos horas de Londres vive con su hijo y su pareja, pero su corazón (según confiesa) sigue en Santiago, donde están el resto de la familia y amigos.

—¿A qué se dedica Mestrelab?

—[La explicación es larga, pero compensa no resumirla] Hacemos una serie de productos de software que están enfocados a procesar y a analizar datos que salen de instrumentos de laboratorios de investigación. Estos laboratorios utilizan una serie de técnicas analíticas (espectrometría de masas, cromatografía líquida, de gases, etcétera), para experimentalmente validar los pasos que se van dando en la investigador. Estas herramientas generan datos muy complejos, tanto que se precisa un software que facilite entender lo que está diciendo el experimento. 

—¿Por ejemplo?

—Por ejemplo, un investigador químico quiere hacer una molécula nueva que cree puede ser muy efectiva frente al cáncer de pulmón. Lo primero tiene que hacer es diseñar la molécula y hacerla. Es casi una receta de cocina: hace una reacción en la que mezcla varios componentes, las pone a una temperatura, a una presión, y su experiencia le dice que le va a salir lo que quiere. Pero no lo tiene garantizado. Utilizamos esos instrumentos analíticos para comprobar que sí le salió lo que quería. El instrumento analítico genera unos datos altamente complejos, que solo los entiende una máquina. Nosotros convertimos esos datos en información que un científico puede entender y que le confirma que sí hizo lo que quería. Lo segundo que hará el químico es comprobar si esa molécula es efectiva contra el cáncer. Entonces coge su complejo y comprueba a través de otra serie de experimentos que es eficaz. Es decir, lo pone con células con cáncer y comprueba que hay interacción. Otra vez se generan datos, que Mestrelab procesa. Y la tercera gran aplicación: una vez que hizo lo que quería y sabe que es eficaz, tiene que comprobar otros parámetros como su toxicidad o su peligrosidad. Una vez más utiliza los elementos de laboratorio y procesa los datos. Pues bien, si hay siete u ocho técnicas y para cada una de ellas hay cinco, diez o quince fabricantes y cada uno tiene un software distinto, nosotros somos la llave maestra que entiende los datos que salen de todos los software. De tal manera, que un científico en lugar de tener que aprenderse todos los software y no poder interactuar entre ellos, utiliza nuestra herramienta, donde centraliza toda la información y es capaz de interpretar mucho más rápido. Estamos ya trabajando en el área de inteligencia artificial y muchas decisiones se pueden tomar a través de software.  

—¿Esa inteligencia artificial cuántas veces se equivoca?

—Las mismas que un ser humano, pero en distintos casos, lo cual es útil porque combinando al ser humano y a la inteligencia artificial nos equivocamos menos. Ahora mismo estamos en la fase en la que las dos inteligencias son muy complementarias.

—Procedéis de una «spinoff» de la Universidade de Santiago. ¿Cuánta plantilla tenéis ahora?

-52 en plantilla, pero el plan es situarnos con 110 empleados en el 2024. Estamos en una trayectoria de crecimiento bastante acelerada. Nuestro software está mucho más establecido en el mercado internacional y, en consecuencia, tenemos más recursos para invertir.

—¿Dónde trabaja el equipo? ¿Cuántas nacionalidades lo integran?

—En el Reino Unido somos cuatro personas trabajando desde casa, y el grueso está en Santiago. Tenemos un alemán, un británico, un francés, un libanés, un indio, un japonés, un chino... Hay varias personas en Estados Unidos, otra en Nueva Deli, otra en Yokohama, otra en China, un checo en Viena y un francés en Estrasburgo.

—¿Cómo elegís a la plantilla?

—Para el equipo de desarrollo y científico casi todos los puestos los creamos en Santiago, que es donde está el centro de I+D. Ponemos anuncios y entrevistamos a la gente que viene. En su mayoría son personas de las universidades de gallegas. La capacidad de I+D la complementamos de vez en cuando con algún experto mundial. Porque nuestro campo es muy nicho y en el mundo puede haber una o dos personas que tienen un nivel de conocimiento más elevado que los demás. Estamos hablando de alguien que tiene cincuenta y pico o sesenta y pico años y que ha construido su vida y carrera en Oregón, por ejemplo, y hoy en día con la flexibilidad que existe no tienes por qué decirles que viene a sentarte en una silla en Santiago.

—Sesenta y pico...

—Llegar a ser un experto mundial en lo que haces te lleva tiempo. Si se trata de encontrar un experto en procesado y suavizado de señal, por decir algo, puedes hallar a un checo que vive en Milán, de 71 años y que publicó un artículo en 1971 sobre la materia... Si lo consideramos, vamos a por esa persona.

—Hablemos de los clientes.

—Trabajamos con casi la totalidad del top cien de las universidades del mundo. Harvard, MIT, Stanford, Berkeley, Yale, Princeton, Oxford, Cambridge, ETH de Zúrich. En Shanghai University, Beijing Normal, el CIO de Shanghái también con el CSIC, la NASA, la policía federal alemana, la FDA, y en industria todas las empresas que han sacado vacunas covid son clientes nuestros: Pfizer Astra, Moderna y Johnson, Novartis, Merck.

—¿Y AstraZeneca os pagó?

—[Risas] A nosotros todos los clientes nos pagan por el software

—¿Por qué os dedicáis a lo farmacéutico?

—Salimos de un laboratorio de química porque mis cofundadores salen del departamento de Química Orgánica de la Facultad de Santiago. Carlos Cobas hizo el doctorado con Javier Sardina (catedrático de Química).

—Quiero entender que os conocíais de los vinos de Santiago.

—No, Carlos y yo de segundo de parvulitos en La Salle. A Javier no lo conocía. Ellos comenzaron a trabajar en este área científica, y yo en una multinacional química en Inglaterra. Estaba al tanto de su trabajo. Llegó un momento que, decidimos dar el salto. Cada vez que volvía a Santiago le decía a Carlos: «Tenías que hacer algo con esto».

«Silicon Valley no necesita que llegue Santi Domínguez a ayudar. Y Galicia tiene potencial»

A los fundadores de Mestrelab se les unió en el 2018 Bruker, una multinacional de instrumentación de laboratorio, líder mundial en resonancia.

—Pensó que con Mestrelab como socio podría desarrollar el software mucho más rápido. Nosotros lo vimos también.

—Bruker tiene el 51 %

—Por una cuestión financiera, para consolidar cuentas. La directiva de Mestrelab tiene el control del día a día, y el objetivo de Bruker es que siga siendo así.

—¿A dónde queréis llegar con Mestrelab?

—Queremos digitalizar y conectar el laboratorio a nivel global. Quiero que un científico pueda estar corriendo por la playa en las Rías Baixas, pedir que un robot haga una reacción química para generar un compuesto químico en un laboratorio de Alemania y que le llegue el resultado mientras está corriendo; y, seguidamente, poder pedir un análisis instrumental que se lleve a cabo en la India. Nosotros queremos ser la herramienta que hace esto posible. [Cuenta que está en un proyecto cofinanciado por Axencia Galega de Innovación, utilizando fondos europeos]. El cambio de paradigma del laboratorio de investigación farmacéutico y biotecnológico se está gestando, diseñando y soñando en Santiago. Somos líderes mundiales en eso. Vamos por delante en el mercado, y eso es Galicia Calidade. Es un equipo gallego el que tiene como objetivo cambiar la forma de trabajar en laboratorios de todo el mundo.

—¿Por qué son capital semilla de proyectos en «startups», sobre todo centrados en Galicia?

—Siempre digo que soy ciudadano del mundo, pero al final es cierto que sientes afinidad con el sitio del que vienes. También es verdad que la propuesta de valor de Galicia es muy buena. La universidad con su Campus Vida genera muchísima tecnología de muy alto nivel. Hay unas generaciones de investigadores muy bien formadas y con muchas ganas de emprender. Nosotros estamos profesionalizados y sabemos cómo montar empresas. Veo muchísimo potencial que en otros sitios está más explotado. También es donde te necesitan. Silicon Valley no necesita que llegue Santi Domínguez con el poquito dinero que tiene a intentar a ayudar a sacar empresas adelante. En Galicia vemos un potencial impresionante y el entorno necesita esa ayuda del capital privado. Ahora mismo invertimos en unas 10 o 12 startups.