Primer objetivo: convencer a Amancio Ortega de que Inditex no tendría límites para crecer

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

JUAN LÁZARO

Hace 20 años, cuando la multinacional salió a Bolsa, miles de empleados ganaron mucho dinero y el empresario entregó un 1 % de la compañía a cada una de sus hijas. La textil se ha multiplicado por once en el parqué

23 may 2021 . Actualizado a las 13:30 h.

En números redondos, Amancio Ortega tiene una fortuna que supera -de largo- los 76.000 millones de euros. Sin temor a equivocaciones, ninguna empresa -excepto Inditex- alcanza ese valor en la Bolsa española. Aquel 23 de mayo del 2001 -día del estreno de la multinacional del textil en el parqué-, Ortega estaba «trabajando, como siempre». La compañía llevaba años preparándose para su puesta de largo en el mercado de valores, que no vivía entonces precisamente sus mejores momentos tras la debacle de aquellas puntocom capitaneadas por las Terra. «Fueron años de mucho trabajo y responsabilidad, porque si salía mal sería un fracaso sonoro. Pero ocurrió todo lo contrario, y la compañía respondió a las expectativas», recuerda José María Castellano, en aquel momento vicepresidente de la multinacional.

  El 22 de mayo viajó desde Arteixo a Madrid con un equipo formado por Borja de la Cierva, Juan Carlos Rodríguez Cebrián, Antonio Abril, Marcos López, Diego Copado y Raúl Estradera. Mantuvieron reuniones con abogados, banqueros... Ya en la mañana del 23, en la puerta del hotel, localizado en Conde del Valle de Súchil cogieron un taxi -tardó en llegar-, que los llevó a la plaza de la Lealtad. Allí les dejaron un cuartito para meter las maletas. Estaban emocionados, y con los nervios a flor de piel. Ya a las 11.30 se da el pistoletazo de salida a la cotización y el primer cambio sitúa a la compañía en 18,52, casi un 23 % más.

Desde la Bolsa, Castellano llamó a Ortega, quien a las 11.15 ya estaba en la sala multimedia. Le comunicó que todo había ido muy bien y lo felicitó por haber tomado una decisión de mucho calado y mundialmente reconocida. «Se emocionó». ¿Lloró? Castellano contesta con un «sí», pero rápido, sin querer incidir en ello. Se entiende que lo anecdótico no puede borrar lo trascendente del momento. Porque, con la salida a Bolsa, Inditex aseguraba su supervivencia, incrementaba su competitividad en el mercado mundial, ganaba estabilidad interna y daba libertad y liquidez a accionistas importantes como Rosalía Mera, quien vivió ese momento como el cierre de una página de su historia personal. La empresaria se desprendió de la mitad del 14 % que poseía en la compañía. Fue generosa y entendió todos los ajustes y la reorganización que hubo de llevarse a cabo en las participaciones de la empresa.

Antonio Abril, en aquel momento secretario del consejo y máximo responsable del área jurídica, recuerda el vuelco dado a la multinacional: se crearon los departamentos de comunicación y mercado de capitales, se transformó el consejo con la llegada de independientes como Juan Manuel Urgoiti (en 1993), Espinosa de los Monteros y Francisco Luzón (1997). «Fueron -subraya Abril- realmente embajadores», como lo fueron también Irene Miller y Fred H. Langhammer (justo en el 2001)

Recuerda también el largo camino recorrido: «Ya en el año 89, durante la entrevista que me hizo Castellano para mi incorporación a la firma, me acuerdo que pregunté si la empresa iba a salir a Bolsa y me contestó que era una posibilidad que se valoraba». 

Premio a los empleados

Aquel 23 de mayo del 2001 miles de empleados ganaron mucho dinero. «Ortega, que es así, pensó que todos sus colaboradores tenían que tener acciones al haber contribuido al éxito de la empresa. Y las regaló. En ese sentido fue generoso», comenta Castellano. Reconocen otras fuentes que fue una demostración de su talento: porque toda la organización se beneficiaría de las ganancias que estaban a punto de aflorar. Ortega les entregó a Sandra y Marta un 1 % de la compañía. A cada una de ellas, detalle que no había trascendido hasta ahora. También dispensó Ortega un tratamiento especial a Castellano y Rodríguez Cebrián; a determinados directivos que recibieron stock-options; y, en paralelo, a los empleados, con el diseño de un tramo de compra preferente. 

 

Explican las fuentes consultadas que el primer accionista, de carácter competitivo y perfeccionista, interiorizó el proceso como la mayoría de edad de Inditex. Pero sus directivos tuvieron que realizar antes una trabajosa labor: convencerlo de que la salida a Bolsa no iba a condicionar el desarrollo comercial de Inditex.

Morgan, Santander, BBVA y Citi reconocieron «el nivel del capital humano de la empresa», que había comenzado a jugar en la liga mundial. En ese mismo momento, Ortega mandó un nuevo mensaje: «Olvidaos de la salida a Bolsa, porque en la compañía todo va a seguir igual». Hoy es la que más vale en el parqué, y eso pese a que no proviene de un monopolio, no pertenece a un sector regulado, está en un país con un tamaño de mercado reducido y está en uno de los sectores más competitivos a nivel nacional y global.

Para Domingo García Coto, director del servicio de estudios de BME, Inditex «es el mejor ejemplo de cómo la combinación de una empresa que tiene como objetivo crecer y convertirse en una referencia encuentra en el mercado de valores la mejor plataforma para hacerlo». A su juicio, supo adoptar diferentes políticas de remuneración a los accionistas y se ha convertido en el ejemplo de cómo el mercado premia trayectorias de crecimiento con múltiplos muy elevados, pero también se convierte en extremadamente exigente para los gestores, a los que obliga a estar pensando constantemente en el futuro.

El nombramiento de Pablo Isla como presidente

Ortega eligió a Pablo Isla como primer ejecutivo. Fue nombrado el 19 de julio del 2011. Es él el que rinde cuentas a los mercados y los accionistas; también con los clientes. Dicen que va un paso por delante de sus competidores.

La compañía está volcada en un proceso brutal de cambio: menos tiendas, más grandes y un canal online que está sincronizado al milímetro con las tiendas físicas. La pandemia ha acelerado este proceso. Desde la distancia es imposible predecir cuál será el futuro de una compañía dispuesta a vender las 24 horas del día en todos los países del mundo. Las herramientas, las tiene, la disposición también.