Giro en la política fiscal internacional: que la crisis la pague quien más tiene

Cristina Porteiro
C. Porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Isaiah Downing

El FMI confía en fijar un mínimo global al impuesto de sociedades en el 2021

05 may 2021 . Actualizado a las 08:07 h.

Las grandes compañías pagan de media en el mundo un 41 % menos por sus beneficios que hace 40 años, según Tax Foundation. El impuesto de sociedades, con el que los países gravan los rendimientos de las empresas, ha ido mermando poco a poco hasta alcanzar niveles obscenos. No solo porque el mínimo parece no tener suelo, también por las artimañas que algunas Haciendas tejen para reducir todavía más las facturas en forma de bonificaciones y exenciones. Solo así se entiende que en España el tipo efectivo de las compañías con más de 250 trabajadores sea del 7,7 %, mientras que las que emplean a menos de 50 tengan que pagar un 18,3 %.

La comparativa es peor si se toman como referencia a los gigantes tecnológicos. En el año de la pandemia, los cuatro grandes aumentaron sus beneficios. Amazon alcanzó los 17.700 millones de euros, Facebook los 24.200, Google cerró con ganancias de 12.670 millones y Apple alcanzó los 48.300. ¿Dónde pagaron sus facturas? Hasta el 2020 lo hacían en Luxemburgo e Irlanda, por sus tipos ultrarreducidos y porque se les permitía declarar la mayor parte de los beneficios en paraísos fiscales, como Bermudas o Islas Caimán, sus verdaderas guaridas.

Sobre el papel, las compañías tributan un 35 % en Malta (frente al mismo tipo del 35 % en el 2000), 25 % en los Países Bajos (era un 39 % veinte año antes), 24,90 % en Luxemburgo (37,45 %) y 12,50 % en Irlanda (24 %). Solo sobre el papel, porque la ingeniería fiscal y la laxitud de sus Haciendas han hecho que durante años las grandes multinacionales se hayan ahorrado miles de millones de euros en impuestos. Y eso se traduce en desigualdad: en los últimos treinta años, los ingresos medios aumentaron un tercio menos que los del 10 % más rico, según la OCDE.

La pandemia ha roto la baraja. Ha hecho que los adalides del libre mercado den un paso atrás. La situación puede ser insostenible cuando toque reconstruir las finanzas públicas. «Los países necesitarán suficientes ingresos públicos y un gasto más eficiente. En algunos casos, esto significará una fiscalidad más progresiva y un acuerdo internacional en cuestiones como un impuesto mínimo a las compañías», reconoció la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, quien ahora aboga también por introducir un «impuesto covid» temporal a grandes fortunas y gigantes empresariales que hayan aumentado sus beneficios durante la pandemia para poder costear servicios básicos como la sanidad y la educación. Ayer se mostró optimista ante la posibilidad de poder acordar este mismo año un mínimo global al impuesto de sociedades, primer paso para «repensar y arreglar el sistema fiscal global y adaptarlo al siglo XXI». ¿Cómo hacer tributar de forma justa a los gigantes digitales? Una de las propuestas que manejan los expertos consultados por el FMI es contabilizar el volumen de negocio global de cada multinacional y fragmentar la factura por países en función de parámetros como el empleo, el capital y las ventas en cada territorio, porque «la estructura y el negocio de las empresas internacionales hace difícil, si no imposible, identificar el país donde se genera el valor».

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también se ha embarcado en la cruzada para hacer que los ricos arrimen el hombro tras 40 años de libre albedrío. Ha dado pasos para desbloquear las negociaciones en la OCDE sobre la fiscalidad digital y pretende llegar a un acuerdo para establecer un impuesto de sociedades mínimo del 21 %. La propuesta de armonización es un paso adelante para acabar con la impunidad fiscal, pero no va mucho más allá de lo que esperaba la UE hace un año, cuando el expresidente Donald Trump, concedió «vacaciones fiscales» del 21 % a empresas como Apple o Pfizer a cambio de llevar los beneficios de vuelta al país.

Zancadillas empresariales

El debate en España se ha centrado en si es conveniente o no subir los impuestos a las grandes empresas y rentas altas. Algunos alegan que podría generar desinversión y deslocalización. Sin embargo, las zancadillas que se encuentran las compañías no vienen por el flanco impositivo, por la subida o no de la presión fiscal. De hecho, España ha bajado el impuesto de sociedades desde el 2000 y hoy le cuesta mucho más ganar músculo empresarial. En el 2008, año del estallido de la crisis financiera, nacían en España 10.157 sociedades de más de cinco trabajadores, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En el 2017, en plena recuperación, 9.116. El problema, según apunta el Consejo General de Economistas, tiene que ver con la enorme burocracia y las disparidades entre regímenes autonómicos. Su armonización ayudaría a crear más seguridad jurídica y agilizar el crecimiento. «España tiene compañías muy grandes y es un país dinámico, pero no tiene tejido empresarial medio. Hay barreras burocráticas que dificultan la creación y crecimiento de empresas», advirtieron recientemente.