Felicítele, hombre, que no le cuesta nada y saldrá ganando

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

María Pedreda

En tiempos de crisis, cuando el dinero escasea, las empresas podrían convertirse en seres con inteligencia emocional

17 ene 2021 . Actualizado a las 10:02 h.

En tiempos de crisis, cuando el dinero escasea, las empresas bien podrían convertirse en seres con inteligencia emocional. Porque -vayamos al grano- a veces con decir un «felicidades» se incrementa la autoestima del empleado al módico precio de cero euros.

Paco Muro, máximo ejecutivo de Otto Walter, recuerda que recompensar el trabajo bien hecho, el esfuerzo correcto o la buena disposición es todo un arte de asombrosos resultados. Se trata de estímulos positivos que la persona que lo merece aprecia como tal, incitándole así a mantener el comportamiento recompensado.

Explica este experto en recursos humanos -que acaba de escribir el libro G.E.R. Gestión eficaz de Recompensas-, que todos tendemos a hacer con más ganas e implicación aquello que nos proporcionará una recompensa: «Si promueves que una persona trabaje menos y gane lo mismo viviendo además más relajado, eso acabará haciendo, porque nadie apreciará el esfuerzo. Pero si me recompensan el trabajo duro con el aprecio de los compañeros, los colegas y los jefes y eso me hace sentir muy bien, trabajaré duro con plena motivación». El dinero es una buena recompensa pero no es siempre la adecuada. Es más, a veces, explica Muro, es incluso incorrecta porque no logra el objetivo deseado. Es el caso de aquel empleado que ha hecho un trabajo especial y ve en su siguiente nómina cien euros más «por el esfuerzo que ha realizado esas semanas». Posiblemente le sabrá a «una propina miserable». «Pero si sus jefes le llaman y le felicitan, y le regalan un día libre extra para que pueda dedicarlo a algo personal que saben que era de su interés; ese detalle sabrá a gloria». Argumenta Muro que el efecto del dinero es perverso: «Si hoy me dan doscientos por un resultado extra, mañana con menos dinero me sentiré estafado… y en todo caso ‘la alegría' de ese ingreso extra dura bien poco».

Las recompensas con impacto emocional dejan mucha más huella. Si se sabe qué es importante para la persona, las posibilidades que tiene el empresario ante sus empleados son infinitas. «Poder llegar media hora más tarde por la mañana para poder llevar a los hijos a la guardería puede ser un tesoro. Habrá padres que lo valorarán y apreciarán, sobre todo si es una concesión asociada a su buen hacer. Pero si es algo que pueden hacer todos, el que trabaja bien y quien no da un palo al agua, deja de ser una recompensa para ser un mínimo; perdiendo así el efecto motivador».

Ante la pregunta, cómo se premia hoy en las empresas, Muro subraya que, en general, se hace bastante mal. Se da demasiado protagonismo a los protestones que no arriman el hombro y se ignora a los buenos trabajadores silenciosos que empujan el carro. En otras ocasiones, o se reduce el presupuesto a quienes han gastado menos (demostrando que saben usar el dinero); o se les amplía a los gastadores, sin verificar del todo si era realmente necesario ese gasto. Con lo que el mensaje que se transmite es: gástate todo lo que tengas que si no te lo quitan el año próximo. «Suena absurdo, pero pasa en la mayoría de los sitios», advierte Muro.

Ocurría en un supermercado en el que se recompensaba a las secciones que mejoraban respecto a las demás con un bonus mensual, por ello, cuando una sección tenía un problema o una baja por enfermedad nadie les echaba una mano; si acaso le «encasquetaban» al aprendiz para que estorbara un poco más.

En este caso, y en otros, no se obtiene lo correcto. De hecho, demasiadas veces -sin querer- se premia precisamente lo inadecuado. ¿Cuáles son las empresas que mejor recompensan? Tal y como explica Muro, «sin duda aquellas que consideran a los profesionales como elementos clave y estratégicos de la empresa y no como meros recursos». Es necesario recompensar las tareas bien hechas, la lealtad, el trabajo en equipo, el sacrificio en momentos críticos... Todos estos elementos son los que propician que las empresas mejoren. Y esto solo se consigue con buenos jefes. Palabras clave pueden ser: ‘¡Buen trabajo!', ‘¡Bien hecho!' o ‘¡Enhorabuena!'. Y estos halagos no pueden ir acompañados con un ‘pero…', porque ahí se fastidió. La felicitación debe ser limpia y el aplauso, por algo concreto. Es fácil.