Las sectoriales se desmarcan de los dos candidatos a la CEG y reclaman un perfil de consenso

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Las organizaciones que representan a las ramas de actividad piden un último esfuerzo para cohesionar a la patronal

12 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La patronal gallega parece decidida a cronificar indefinidamente su división interna, como si de una enfermedad incurable se tratase. De nada han servido los reiterados llamamientos de algunos de sus miembros a pasar página, a abandonar la guerra territorial entre el norte y el sur para abrir una nueva etapa. Al menos hasta ahora, tampoco ha tenido efecto el interés de la Administración gallega y de su presidente en que la CEG abandone su inédita situación de provisionalidad (lleva casi tres años sin presidente) para afrontar los enormes desafíos económicos que ha traído la pandemia. El próximo martes, a las doce del mediodía, concluye el plazo de presentación de candidaturas para presidir la CEG (las elecciones se celebran el día 24) y lo que se ha avanzado hasta ahora se parece muy poco al pretendido consenso para articular un proyecto común.

La lista del empresario vigués Pedro Rey dispone de muy pocos apoyos para lograr el triunfo, justo lo contrario de lo que sucede con la del ourensano José Manuel Díaz Barreiros, que contaría con el respaldo de su provincia y, presumiblemente, con el de las confederaciones de Lugo y A Coruña, aunque no han hecho oficial su postura. De salir bien los cálculos, entre las tres sumarían 102 votos de la asamblea electoral, suficientes para proclamar a Díaz Barreiros como nuevo presidente de los empresarios gallegos.

Sin embargo, lo avanzado hasta ahora con las candidaturas es el resultado de la conjugación de intereses entre las provincias. Una negociación en la que apenas han participado las llamadas organizaciones sectoriales de la CEG, aquellas que representan a las ramas de actividad y que llevan años denunciando que el criterio territorial para el reparto de poder en la patronal la aboca a la irrelevancia. A perpetuar una estructura arcaica e ineficaz y a que cada vez haya más empresarios que conciban la organización como una entelequia. Pero mandan los estatutos, y hasta que no se modifiquen, poco se puede avanzar.

Las organizaciones sectoriales celebraron ayer una reunión telemática. Y del encuentro se pueden extraer dos conclusiones; primero, un sentimiento general de que ninguno de los dos candidatos es fruto del diálogo para articular un proyecto común, por lo que no apoyarán ninguna de las listas; y segundo, que se hace necesario un último esfuerzo para presentar un candidato que satisfaga a todos y que sea capaz de abrir una nueva etapa. Encima de la mesa tienen el nombre de Javier Martínez, que estuvo vinculado a Asime, la patronal del metal, un perfil que satisfacía a las organizaciones que representan a las ramas de actividad. Entre todas, aproximadamente, tienen un 30 % de los votos de la asamblea (180 en total).

La posibilidad de que haya un consenso se antoja cada vez más remota. Así que lo que no se ha conseguido en casi tres años difícilmente se va a lograr ahora de forma apurada en apenas unos días.

El hecho es que, a día de hoy, el ourensano Díaz Barreiros es el que suscita más apoyos, pero eso no significa que sea un perfil de consenso. En un sector de la patronal consideran que su propuesta es una reedición de lo ocurrido ya con Antonio Dieter Moure, el candidato que impulsó el coruñés Antonio Fontenla en su día para, según sostienen sus críticos, seguir manejando en la sombra el rumbo de la patronal.

Intrigas de palacio

En plena segunda ola de la pandemia, con una parte del tejido empresarial de la comunidad con el agua al cuello, la CEG sigue inmersa en intrigas de palacio y ajena incluso a los llamamientos de la propia Xunta para que mueva ficha ante los duros procesos de negociación que se avecinan. La Administración autonómica ha visto desde el principio con buenos ojos la elección de un perfil con liderazgo y reconocimiento social, un empresario independiente, más allá de su procedencia territorial. Una vía respaldada también por algunos sectores dentro de la patronal. Pero eso supondría la cesión de poder e influencia por parte de quienes lo tienen en la CEG desde hace ya décadas.