La CEG busca un presidente independiente ajeno ajeno a la guerra entre norte y sur

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi SANTIAGO / LA VOZ

ECONOMÍA

Xoán A. Soler

Un empresario de Lugo o de Ourense podría allanar el camino al consenso

25 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los movimientos y las conversaciones entre empresarios para dar con un nuevo presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG) que cuente con el respaldo de todos llevan días produciéndose, pero de forma discreta, envueltas en el mayor de los sigilos, ante el temor de que puedan trascender posibles rechazos, y esas alternativas mueran casi antes de nacer. De puertas afuera, el mensaje es claro: toca pasar página, renovar la patronal y elegir un líder con el suficiente respaldo interno como para que pueda devolver a la organización el protagonismo perdido en un momento económico tan delicado como el actual y en el que asoman enormes retos para el tejido productivo.

Internamente, se ha dado un paso importante para allanar el camino del futuro presidente: dar el visto bueno a las cuentas del 2018 y del 2019, que serán aprobadas en una asamblea extraordinaria el próximo jueves en Santiago, fecha a partir de la cual se abrirá el proceso electoral que desembocará en las elecciones del 24 de noviembre. Un acuerdo que no es baladí, porque evidencia un clima de paz interna, un propósito de enmienda y la voluntad de soldar la fractura interna abierta por tantos años de pugna entre los dos grandes polos empresariales de Galicia- A Coruña y Vigo - por hacerse con el control de la patronal.

Y eso es, precisamente, lo que durante tanto tiempo alejó la posibilidad de que un empresario independiente y de prestigio cogiese el timón. El hecho de que no se presentase nadie a las dos últimas elecciones lo corrobora. Y en la CEG existe ahora unanimidad: una tercera vez el próximo mes de noviembre sería un ridículo histórico, y más con la que está cayendo.

Un camino difícil

Asumido esto por todos, se trata ahora de concretar el consenso. Y el camino no será nada sencillo. «No se trata de un problema de nombres, sino de proyecto, de articular una apuesta en la que tengan cabida todos; las provinciales y las sectoriales; y se trata ahora de limar viejas rencillas, que son en realidad el único obstáculo que queda para lograr un acuerdo que permita dar con una candidatura realmente de consenso», explican fuentes consultadas.

La negociación para la candidatura se intensificará a partir del 29 de octubre, y de cómo transcurran dependerá que haya una sola lista o no.

De momento, la Confederación de Empresarios de A Coruña (CEC), ya ha anunciado que no propondrá ningún candidato de parte. Esta provincia, liderada por el histórico Antonio Fontenla, comparte estrategia con las confederaciones de Lugo y de Ourense, y también el convencimiento de que el perfil idóneo para lograr el verdadero consenso pasa por dar con un empresario independiente, ajeno a la histórica guerra entre el norte y el sur (A Coruña y Vigo), y que no se encuadre geográficamente en el eje atlántico.

Esta coincidencia de las tres provincias tiene su importancia, porque en la votación de la asamblea electoral sumarían 102 de los 180 votos. La clave es saber si esa opción podría valerle a la provincia de Pontevedra y qué papel desempeñarían aquí las sectoriales para acercar posiciones.

En el sur existe el temor a que el supuesto perfil independiente termine en realidad siendo una persona totalmente dirigida desde A Coruña, y recuerdan la experiencia vivida cuando Fontela impulsó la candidatura del ourensano Antonio Dieter, una alianza que acabó pronto, y que dio paso a otro presidente fugaz: Antonio Arias.

Las fuentes consultadas revelan que la clave para sortear este escollo, para incorporar a Pontevedra y también a las sectoriales (con un fuerte peso en el sur), está en el modo en el que se articule esa candidatura de consenso, es decir. Esto es, cuántas personas de Pontevedra y con qué peso entrarían en esa lista.

Un caso insólito

Desde distintos sectores sociales, y también desde la Administración, se lleva tiempo apremiando a la CEG a resolver de una vez por todas una interinidad que se ha ido cronificando, hasta el punto de ser un caso insólito: la única organización empresarial del estado que lleva casi tres años (los cumpliría en enero) funcionando sin un presidente, y dirigida por una junta de cuatro vicepresidentes, en la que Fontenla ha tenido mayor protagonismo.

Entre tanto, y para evitar que la mala evolución de la pandemia interrumpa el proceso, la CEG está negociando con una empresa para que, llegado el caso, se pueda garantizar el voto secreto y telemático.