-Hace diez meses anunció entre lágrimas que abandonaba la política, ¿se ha arrepentido de aquella decisión?
-Me emocioné, sí, pero yo creo que es normal cuando uno decide cerrar una etapa de su vida tan intensa, pero fue una decisión muy meditada, tomada en familia meses antes.
-¿Lo dejó porque no consiguió ser alcaldesa?
-Cuando salto al terreno de juego es para darlo todo, y lo di todo por la ciudad de A Coruña. Para nosotros fue un varapalo ganar las elecciones y no poder gobernar, pero sabíamos que podía ocurrir, claro. A partir de ahí y durante un tiempo, sobre todo durante el verano, dediqué muchas horas a meditar la edad que tenía, las fuerzas con las que me encontraba, porque A Coruña necesita toda tu pasión y todo tu tiempo, y para eso necesitas ser muy fuerte, y creí que había otras personas con más ganas que yo después de pasar más de diez años trabajando por los coruñeses y por los gallegos.
-Cuando anunció que dejaba la política ¿ya tenía trabajo en Greenalia?
-No, no, no, que va. Es tremendamente ilusionante cuando te llaman para participar en política y entrar en el Gobierno, pero la decisión de dejarlo da mucho vértigo. Necesitas no tener miedo al precipicio al que te vas a enfrentar. Luego, de la misma manera que me llamaron por teléfono para ofrecerme entrar en política, me llamó una excompañera y amiga y apareció la oportunidad de Greenalia. No los conocía de nada.