La caída de la ocupación pone el cartel de «se vende» a hoteles y casas rurales

Gabriel Lemos REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Enric Fontcuberta

Hay 200 alojamientos en comercialización en Galicia, un 60 % más que hace un año

02 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El sector turístico afronta su peor verano en décadas. La resaca del confinamiento, unida al miedo no solo al contagio, sino también a la evolución de la crisis económica y laboral, ha hecho que muchos españoles hayan optado por unas vacaciones de proximidad. Un cóctel que mezclado con las restricciones a los viajeros internacionales, ha provocado un desplome de la ocupación, que en el caso de los hoteles gallegos no llegó al 16 % en junio, tres puntos por debajo de la media estatal.

Ante las flojas perspectivas para la temporada alta, y tras tres meses de parón forzoso, muchos empresarios han optado por bajar los brazos y colgar directamente el cartel de se vende en sus establecimientos. Así lo constatan en la Federación Gallega de Empresas Inmobiliarias (Fegein), donde advierten que el número de alojamientos turísticos en venta (no solo hoteles, sino también hostales, o casas de turismo rural) se ha disparado en la comunidad. Ya son más de 200 los inmuebles en el circuito de comercialización, lo que supone un incremento del 60 % respecto a las cifras del año pasado.

Explican desde la asociación que el grueso de los alojamientos disponibles para adquirir se ubican en las provincias de A Coruña y Pontevedra (aunque existe una amplia oferta de casas rurales en el interior), y que entre ellos abundan los inmuebles de tamaño más reducido, aunque también hay hoteles de hasta cuatro estrellas y medio centenar de habitaciones. Hay ubicaciones, tamaños y precios para elegir.

En el caso de Sanxenxo, la milla de oro del veraneo gallego, los precios parten de los 1,2 millones y llegan a los 3 millones. En la franja alta de precios, desde Fegein apuntan a un hotel de cuatro estrellas y 40 habitaciones en Vilalba por el que se piden cuatro millones de euros y un pazo de Moraña al que se le podría dar uso como alojamiento turístico y que está en el mercado por 4,5 millones.

Pero hay oportunidades para todos los presupuestos. Uno de los más baratos, un hotel de 20 habitaciones en Mugardos tasado en poco más de medio millón de euros (525.000), ya que se trata de un inmueble de procedencia bancaria.

La mayoría, pequeños

Pero, aunque existen estas excepciones de alojamientos con decenas de habitaciones, «en su mayoría son establecimientos de pequeñas dimensiones y casas de turismo rural que buscan compradores tras una baja facturación de verano y unas previsiones inciertas en el segundo semestre», explica Benito Iglesias, presidente de Fegein. Y recuerda que estos pequeños negocios familiares tienen que dedicar «grandes inversiones al mantenimiento de las instalaciones», lo que complica su supervivencia en una época de fuerte caída de los ingresos, en las que las grandes cadenas pueden optar por medidas intermedias como el cierre de plantas para recortar consumos y gastos de personal.

A la crisis del turismo se une, destaca Iglesias, la «competencia feroz» del mercado de la vivienda vacacional, con más de 11.000 pisos turísticos registrados en la comunidad y que, además de rivalizar en precio, en tiempos de pandemia son percibidos por algunos viajeros como entornos más seguros, al evitar la convivencia en las zonas comunes.

La vivienda en costa sufrirá un mayor ajuste de precios ante el desplome de la demanda foránea por la pandemia

Cristina Vallejo

El mercado inmobiliario estuvo «congelado» durante el confinamiento, aunque al vacacional le puede costar más reponerse. Y no solo por la caída del porcentaje de potenciales compradores de vivienda que buscan una segunda residencia (el 9 %, tres puntos menos que en el 2017, según el portal Fotocasa). A ello se suma la depresión de la demanda extranjera, agravada por la decisión del Reino Unido de obligar a guardar cuarentena a los viajeros que regresen al país procedentes de España y por las recomendaciones vertidas por Francia o Alemania para que sus ciudadanos no viajen a determinadas regiones españolas. Solo esas tres nacionalidades suponen casi la mitad de los compradores de viviendas vacacionales en España, según datos de la tasadora Tinsa.

El año pasado, los extranjeros compraron 63.000 viviendas en España, lo que representa una de cada ocho operaciones, de acuerdo con el Colegio de Registradores. La inmensa mayoría de los inmuebles, el 90 %, en grandes ciudades y en zonas turísticas, según Servihabitat. Una buena porción del mercado se encuentra, por tanto, en serio peligro. Y ello se puede traducir en caídas de precios.

Aunque no todas las zonas son igualmente vulnerables. Andrea de la Hoz, consultora sénior de Tinsa, explica que la dependencia del comprador extranjero británico y de otros países de Europa es especialmente intensa en el litoral mediterráneo y en las islas. Arturo Díaz, director ejecutivo de residencial en Savills Aguirre Newman, acota un poco más las zonas potencialmente más afectadas a la Costa Blanca alicantina, la Costa del Sol malagueña y algunas áreas de Baleares y Canarias. Y, si bien considera que cualquier medida restrictiva afecta al mercado, limita los potenciales daños: «Teniendo en cuenta la circunstancialidad y temporalidad de estas medidas, no prevemos que la afectación sea profunda». De hecho, asegura que hay promociones con «un alto nivel de interés en estos momentos».

Desde Servihabitat atisban una ventana de oportunidad para el comprador local ante el repliegue de los extranjeros. Además, recuerdan que en la crisis pasada las compras de segundas residencias por parte de españoles cayeron menos que las compraventas totales, algo que consideran que ocurrirá ahora también. Mientras, De la Hoz tiene más cautelas sobre el tirón de la demanda nacional, por la incertidumbre laboral y la paralización de decisiones de compra ante la expectativa de recortes de precios —algo que, por el momento, en las escasas operaciones que se están produciendo, no se refleja—.

De la Hoz no descarta que los precios acaben bajando: su previsión pasa porque haya «un ajuste retardado y de intensidad moderada». Aunque los descuentos serán muy diferentes por zonas, según las necesidades de liquidez de los propietarios y la afectación de la crisis al perfil de demanda al que esté dirigido el inmueble.