Lagarde exige a los líderes europeos un acuerdo ambicioso y rápido para combatir la crisis

La Voz

ECONOMÍA

Francois Lenoir | Reuters

Los 27 llegan divididos a una cumbre que se antoja extenuante

17 jul 2020 . Actualizado a las 08:54 h.

Nadie esperaba nada de la reunión que este jueves celebró el BCE. Y no hubo sorpresas. Nada que reseñar. Es más pareciera que la institución hubiera decidido tomarse un respiro después de tanta tensión. Puesta mucha carne -que no toda- en el asador, ahora le toca a otros arrimar el hombro. No quiso, por eso, la presidenta del Eurobanco, Christine Lagarde, dejar pasar la ocasión para apretarles las tuercas a los líderes de la Unión, convocados este fin de semana para aprobar -o no, casi lo más seguro- el ansiado -por unos más que otros- milmillonario fondo de reconstrucción.

«Es importante que pacten con rapidez un ambicioso paquete de medidas», fue el aviso a navegantes de Lagarde. Muchos de ellos son «perfectamente conscientes de la importancia de no perder tiempo y de enviar una señal a los europeos, a los mercados y al mundo de que hay consenso para invertir juntos, recuperarnos juntos y apoyarnos». Y la mejor prueba de ello «sería a lograr un acuerdo pronto».

Pero no todos entonan esa misma canción. La voz más discordante, la del primer ministro neerlandés, Mark Rutte. Enrocado como está en exigir que los futuros desembolsos del fondo se aprueben por unanimidad de los 27. Inaceptable para muchos.

«El acuerdo no está garantizado. De hecho, todavía hay muchas diferencias y muchos puentes que tender», reconocía ayer una fuente europea en declaraciones a Colpisa. Lo hacía en un tono tan apagado que destilaba desánimo. «No, no, estoy siendo realista», precisaba. La cuestión es que así, a golpe de realidad, la resignación le ha ido comiendo terreno a la urgencia pandémica en una Bruselas que hoy acoge la primera cumbre presencial de jefes de Estado y Gobierno desde finales de febrero.

Desencuentros

Cinco meses de citas por videoconferencia, cruces de mails, propuestas y contrapropuestas, negociaciones de altos funcionarios, y un puñado de semanas de reuniones bilaterales no han conseguido salvar las simas sobre el plan al que la UE (y especialmente España, Italia y Francia, los más castigados por el coronavirus) han fiado su reconstrucción económica y social.

Unos desencuentros que se solapan con los perennes de cualquier negociación del presupuesto plurianual europeo. Y como los dos expedientes están hoy sobre la mesa de los líderes, las discusiones se van a eternizar.

La cumbre arranca a las 10:00 horas. Y debería terminar mañana. Pero poco (o nada) es «predecible». No está claro que la negociación vaya a tomarse un descanso de madrugada (los líderes volverían a sus hoteles). Tampoco se excluye la posibilidad de que dé el salto hasta el domingo (la táctica del pacto por extenuación) ni por supuesto, que el bloqueo sea tal, que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se vea obligado a citarles de nuevo antes de que acabe el mes. Y eso que todos, los Veintisiete, están de acuerdo en que tiene que existir un programa excepcional de ayuda; en que la Comisión Europea puede endeudarse para financiarlo; y en que la asistencia ha de priorizar a los más perjudicados. Pero poco más. Porque no hay base sólida en cuanto a su dimensión (los 750.000 millones de euros del fondo son hoy tan teóricos que ya se filtran cuantías más bajas). Tampoco existe unanimidad sobre si debe incluir subsidios y préstamos o solo préstamos. O si el uso del dinero tiene que tener una supervisión extra y acompañarse de reformas y ajustes.