Las empresas europeas caminan en una cuerda floja política para hacer negocios en China

Annabelle Timsit QUARTZ

ECONOMÍA

María Pedreda

El Gobierno chino, fuente de presiones externas para las empresas foráneas

27 jun 2020 . Actualizado a las 13:17 h.

En el 2016, la marca francesa de cosméticos Lancôme organizó un concierto promocional gratuito en Hong Kong. Algunos días más tarde, ante el aluvión de críticas en la redes, tuvo que cancelarlo: la artista que debía participar del concierto, la cantante de pop, Denis Ho, se había reunido con el Dalái Lama y había realizado una campaña a favor de la democracia en Hong Kong, dos causas antiéticas para el principio Una sola China de Pekín. Así, ante el riesgo de boicot, la lujosa marca decidió dar marcha atrás.

El incidente de Lancôme ilustra un problema más amplio al que deben enfrentarse las compañías extranjeras al realizar negocios en China: la necesidad de adaptarse a la voluntad política de Pekín para poder retener el acceso al mercado. Otros ejemplos recientes incluyen al fabricante alemán de coches Daimler, que pidió disculpas en el 2018 después de que su marca Mercedes-Benz publicara un anuncio en Instagram en el que aparecía una frase del Dalái Lama, a quien Pekín considera un separatista. Ese mismo año, Gap debió retirar una camiseta de sus tiendas en Canadá porque tenía un dibujo del mapa de China que no incluía a Taiwán, territorio que el gigante asiático reclama como propio, a pesar de que el Partido Comunista en el Gobierno nunca ha tenido un control soberano sobre él. En un contexto geopolítico cada vez más tenso, con una desaceleración masiva de la economía ligada a la propagación de un virus aparentemente originado en China, con Pekín y Washington involucrados en una guerra comercial, y con protestas en Hong Kong, el problema se está agravando. De acuerdo con una encuesta reciente realizada por la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, el 43% de las compañías europeas instaladas en el país asiático creen que, en el último año, el ambiente económico se ha politizado.

Según el estudio, dos de cada cinco compañías encuestadas aseguran que el Partido Comunista Chino (PCC) está presente en sus operaciones. El dato no es del todo sorprendente, ya que en China, la mayoría de las empresas tienen miembros del partido en sus plantillas, y a menudo entre sus altos directivos. Y las compañías extranjeras afirman que tienen cada vez más presión para dar a los afiliados al partido más control sobre las operaciones diarias y sobre las decisiones importantes de inversión. A cambio, la presencia del PCC en sus filas les da «acceso a contactos en el Gobierno», «aprobación garantizada en asuntos administrativos» y «acceso temprano a información regulatoria/administrativa».

Presiones externas

En la encuesta, las compañías europeas admiten que el Gobierno es una fuente importante de presión externa, así como lo es también la prensa china. En concreto, el 24% de quienes respondieron a la encuesta aseguraron recibir presiones del Ejecutivo chino para llevar a cabo ciertas acciones políticas. Los resultados del estudio van en línea con un informe publicado este mes por la Humans Right Foundation, que reveló que «desde las protestas de Hong Kong del 2019, el PCC ha señalado claramente que las compañías extranjeras que operan en China deben ayudar en el avance de su agenda, o enfrentarse a la expulsión del mercado chino».

Un sinfín de obstáculos

La politización de los negocios es uno de los muchos obstáculos que afrontan las compañías europeas en el gigante asiático,. Entre ellos, una competencia injusta de las empresas estatales, las transferencias forzadas de tecnología y los procesos de licencias poco transparentes. Las autoridades chinas han prometido acelerar las reformas. Pero de acuerdo con la Cámara Europea, estas reformas, a las que denomina «bolsa de mejoras incrementales», no han acabado de materializarse. Y, con la economía de China en plena lucha por recuperarse del covid-19, es probable que el entorno empresarial para las compañías extranjeras empeore.

Una tarta que se hace pequeña para tanto comensal

David Baverez, un inversor francés establecido en Hong Kong, asegura que estos obstáculos, lejos de ser una excepción o un error en el sistema, forman parte de sus características. Baverez argumenta que un Gobierno chino cada vez más nacionalista lo que quiere es que sean las empresas extranjeras las que soporten la carga de la recesión económica. «Como la tarta se está haciendo cada vez más pequeña, tenemos que hacerlos marchar, y reemplazarlos con compañías chinas». Así describe Baverez el pensamiento de Pekín. «Si hay una desaceleración de la economía china, no quieres que las empresas extranjeras ganen dinero», agrega Jean-François di Meglio, presidente del grupo de investigación Asia Center de París, y ex ejecutivo de BNP Paribas en China.

Sin embargo, las empresas extranjeras tienen también cierta influencia. China necesita encontrar empleo estable para quienes han perdido su trabajo debido a la pandemia. Los funcionarios del Gobierno quieren crear nueve millones de puestos nuevos de trabajo para este año y, para alcanzar ese objetivo, necesitarán del sector privado.

A pesar de que las compañías europeas instaladas en China parecen estar preocupadas por el incremento de las dinámicas políticas para hacer negocios, la mitad de los encuestados por la Cámara Europea planean expandir sus operaciones en el país, y solo un 11 % afirmaron que estaba considerando cambiar sus planes actuales o futuros de inversión en China hacia otros mercados. Esa, asegura Di Meglio, es la razón por la que, «si fuera un líder chino y leyera este informe, seguiría realizando las cosas exactamente de la misma manera».

Annabelle Timsit Quartz.Todos los derechos reservados. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC. Traducción, Lorena Maya