España se encomienda a Calviño para tomar las riendas del Eurogrupo

Cristina Porteiro
c. porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

La ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño
La ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño OLIVIER HOSLET | efe

Necesita el apoyo de nueve países para vencer al rival irlandés y al luxemburgués

26 jun 2020 . Actualizado a las 08:58 h.

España vuelve a apuntar alto, a la cima de los cargos europeos, a la pieza clave para dirigir las negociaciones económicas en los próximos dos años y medio: la presidencia del Eurogrupo.

La salida del portugués Mario Centeno dejó una vancante largamente ansiada por el Gobierno español. Lo intentó el exministro de Economía Luis de Guindos en el 2015, sin éxito. El próximo 9 de julio será el turno de la vicepresidenta Nadia Calviño, la gran baza de Sánchez para conquistar el cargo: «Sería un honor para el Gobierno de España, y para mí como presidente, que Nadia Calviño asumiera la presidencia del Eurogrupo, un órgano clave para la cooperación y reconstrucción de una Europa más fuerte y unida», aplaudió ayer tras anunciar su candidatura.

El movimiento, impulsado desde la Moncloa, tiene como objetivo tomar las riendas del organismo para garantizar que no se diluye la ambición del fondo de recuperación europeo, el mismo que algunas cancillerías del norte quieren cercenar. La posición interesada de España -sería una de las grandes beneficiadas de las ayudas para amortiguar el enorme impacto económico de la pandemia- resta puntos a Calviño, quien aseguró ayer que se postula «con la voluntad de seguir trabajando por una zona euro fuerte y próspera en beneficio de todos los ciudadanos europeos».

Quedan trece días por delante para convencer a nueve ministros aliados del euro de votar a su favor en el cónclave del próximo 9 de julio. Puede pasar de todo. Incluso que algún apoyo comprometido falle a última hora. El voto es secreto y las preferencias de los ministros no siempre coinciden con la de sus jefes políticos. No cabe duda de que las quinielas estarán apretadas. 

Apoyos

Aval de la oposición. Calviño cuenta con el respaldo de pesos pesados como el del vicecanciller alemán Olaf Scholz, quien alabó en público la larga trayectoria de la española como alta funcionaria del Estado y de la UE. Desde Bruselas llegó a dirigir las cuentas europeas antes de que Sánchez la fichase para su Ejecutivo. El hecho de que no esté afiliada a ninguna fuerza política le puede sumar puntos. Al presidente del Eurogrupo se le exige neutralidad y pericia para alcanzar consensos. En la carrera por el cetro cuenta con el empuje de última hora de los partidos de la oposición. Ciudadanos primero, y el Partido Popular después, le han tendido la mano para lograr que España se anote el triunfo. El viento en casa sopla a su favor. No es casual. Con su designación, ambas fuerzas y el propio Sánchez afianzarían la línea moderada del Ejecutivo en materia económica de cara a los próximos años, cruciales para ganarse la confianza de la UE. El cargo no solo depositaría más poder en manos de Calviño, también le exigiría más responsabilidad a la hora de gestionar las cuentas del Gobierno.

¿Puede inclinar la balanza la carta del género? No será una gran ventaja respecto a sus rivales en esta ocasión, porque ya existen otras mujeres al frente de instituciones clave como la Comisión Europea o el Banco Central Europeo.

Detractores

Países ortodoxos. Enfrente tendrá a la entente de la ortodoxia, ministros de los países más duros del euro, como los Países Bajos o Austria, junto con los bálticos -los grandes perdedores en el reparto de altos cargos europeos-, quienes ya frustraron en el pasado las aspiraciones españolas. Estarían dispuestos a votar a cualquier alternativa con tal de malograr la designación su designación. Los detractores critican el carácter fuerte y tenaz de Calviño, que la ha confirmado como una firme defensora de los avances en la culminación de la unión bancaria y la integración fiscal. Esa es una hoja de ruta que no comparten todos los socios. 

Competidores

Gramegna y Donohoe. Era un secreto a voces, pero ayer se confirmó. La española tendrá que batallar con el experimentado ministro luxemburgués, el liberal Pierre Gramegna, y con su homólogo irlandés, el conservador Paschal Donohoe. Ambas candidaturas son controvertidas. No por el perfil de los ministros sino por los países de procedencia, considerados «paraísos fiscales» por el Parlamento Europeo. Gramegna se presenta como el candidato neutral: «Los retos requieren consenso y compromiso entre todos los miembros de la eurozona, los pequeños y los grandes, los del norte y los del sur, este y oeste. Usaré mis 6 años de experiencia, toda mi energía y diplomacia en esta misión», prometió.

Una labor invisible, pero crucial para el futuro económico

 

c. p.

El futuro presidente del Eurogrupo no resolverá todos los problemas que afrontan las economías. Se sobredimensiona a menudo la influencia que se puede ejercer desde un cargo como el que está en disputa. Calviño ni podrá decidir el montante del fondo de recuperación -corresponde a los líderes europeos-, ni las condiciones para desembolsar los fondos. Pero sí podrá guiar las negociaciones para tejer la letra pequeña del acuerdo e imprimir más rapidez a los trabajos. De la celeridad con la que se alumbre el Next Generation EU dependerá en buena medida la velocidad de la recuperación en España. Y esa es una labor invisible -se hace a puerta cerrada y sin rendir cuentas-, pero esencial, como quedó de manifiesto durante la controvertida gestión del predecesor de Centeno, el holandés Jeroen Dijsselbloem, del que no guardan buen recuerdo los griegos. Si España acude al rescate, por la asfixia de sus cuentas públicas, y lo hace con un pliego de condiciones, el desembolso de los fondos a tramos deberá ser aprobado por el Eurogrupo, después de revisar sus planes y sus compromisos. La labor de Calviño puede inclinar la balanza del organismo hacia una mayor flexibilidad si es capaz de alumbrar propuestas más creativas y menos dogmáticas. Y sobre todo: si ofrece garantías de estabilidad. El futuro económico de España depende en buena medida del margen que ofrezcan sus socios del euro y la voluntad que consiga granjear.

En su carta de presentación, la vicepresidenta fija sus cuatro objetivos de mandato: la recuperación económica tras la pandemia, la revisión de las normas fiscales comunitarias, el refuerzo de la eurozona y la mejora de la transparencia en las decisiones del Eurogrupo. ¿Quién puede oponerse a ellas? No serán los programas los que marquen la diferencia sino las prioridades cruzadas de cada país y la influencia de sus redes diplomáticas, muy esquilmadas en el caso español por años de negligente abandono durante la crisis. No servirán de nada ni currículos ni hojas de ruta ni pedigrís. La suerte ya está echada.